3- UNA CHICA DE PUEBLO

9 1 0
                                    

NATHANIEL MAES

Llegué a casa refunfuñando y con cara de pocos amigos, enfadado con la vida en general. Casi me rompo la tabla de skate que había comprado un día antes en la ciudad y por si fuera poco, ya tenía enemigas en el pueblo. Creo que la rubia me llamó de todo menos guapo en 3 minutos, y seguro que oí algún "tonto" entre los insultos. Fue bastante graciosa.

En cuanto cerré con rabia la puerta de la entrada, que era innecesariamente enorme, apareció mi hermano con su pelo castaño bien repeinado. Por como vino, estaba dispuesto a soltarme un discursito por mi constante "actitud infantil" y mi poco respeto por las puertas, pero en cuanto su mirada se posó en mi brazo herido, se tragó las palabras yendo directo al baño y trayendo, segundos más tarde, el botiquín. Pensé que al menos así me podría desinfectar la herida y me evitaba su bronca, iluso.

Dane, mi hermano mayor, había estado bastante acostumbrado a curar mis heridas cuando vivíamos juntos de pequeños. Yo empecé a ir en Skate a los 11 años y mi proceso de aprendizaje fue bastante accidentado, era un niño patoso y por lo visto aún lo seguía siendo. Sabía que aunque Dane lo hubiera hecho desde siempre y, por más costumbre que tuviera en utilizar el botiquín conmigo, se cansaba de ser mi enfermero personal. Notaba su descontento con los suspiros de cansancio que soltaba y su movimiento de cabeza, negando para sí mismo cada vez que me veía alguna herida y a regañadientes tenía que ir a por las curas. Hacía 4 años que no vivíamos bajo el mismo techo y que la primera semana ya tuviera que estar pendiente de mis heridas, seguramente no le hacía muy feliz.

Diría que lo sentía, pero para mí era bonito que me cuidase así, eran los pocos momentos cercanos que recordaba con él.

Me senté en el escalón que había frente a la puerta y tras unos largos y pesados segundos en silencio, comenté lo que me había ocurrido con la chica pelirroja de la silla de ruedas. Realmente había sido un accidente y me había puesto muy nervioso. El problema fue su actitud; me enfadó bastante, así que terminé por decir algo muy feo sobre sus piernas. En realidad estaba un poquito, o más bien bastante, arrepentido de lo que le había soltado sin pensar. Estoy seguro de que le había hecho sentir mal con mi poco tacto.

—¿No será que eres simplemente un idiota? ¿Chocaste con Violette? ¿Tú te das cuenta de lo que esa chavala tiene que hacer para levantarse sola? ¿Acaso no tienes ojos en la cara para mirar cuando utilizas la maldita tabla esa? —empezó Dane con la bronca a una velocidad extremadamente rápida mientras desinfectaba mis heridas, concentrado, todo lo que decía me estaba sorprendiendo un poquito. El tono de voz que utilizaba conmigo siempre era suave, pero esta vez se veía bastante molesto por el tema de la chica, algo que claramente yo no me habría esperado nunca. ¿Quién demonios es ella para provocar tal enfado en Dane? ¿Qué me perdí yo de la vida y los intereses de mi hermano?

—En el pueblo nadie se lleva mal con ella, ¿sabes? Y vas tú y causas un jodido accidente, y por si fuera poco sueltas esa estupidez el primer día que estás aquí, realmente no te entiendo. ¿Es este un nuevo concepto de integración, Nathaniel? Deberías enseñarme el libro de dónde sacaste esas ideas tan inteligentes—suspiró tras acabar el vendaje y cruzó sus brazos esperando la respuesta que yo, supuestamente, debía darle sin quitar los ojos enfadados de mí. —Ey, ey... ¿Por qué te pones así? Solo es una niña más del pueblo, ¿no? Me he pasado un poquito, pero no es para tanto. Nadie me había hablado de una chica inválida e intocable antes de venir aquí, ¿tengo que pedirle perdón? Donde vive mamá no hay de esto. ¿Yo qué sabía? —respondí sin ganas mientras me erguía dispuesto a irme a mi ordenada y nueva habitación tras observar la venda colocada perfectamente en mi brazo.

—Esa chica no ha tenido la suerte que tú tienes. Nunca le ha hecho nada malo a nadie y desde que estoy en este pueblo nadie se lo ha hecho a ella. Todos vigilamos de no meterla en problemas, no nos interponemos en su camino porque ya tiene suficiente. Eso es todo, haz que se meta en el cerebro, Nath. —me respondió mi hermano en advertencia para luego volver al baño a dejar el botiquín, dejándome solo y pensativo en el recibidor.

Ahora, obviamente, tenía bastantes preguntas sin respuesta: ¿Quién es Violette? ¿Por qué no puede caminar? ¿Qué pasó exactamente? ¿Cuánto lleva en la silla de ruedas? ¿Eso puede curarse? ¿Por qué nos estaba mirando en el parque? ¿Tiene hermanos? ¿Quién son sus padres? Y la cuestión más sorprendente pero... bastante probable: ¿A Dane le gusta esa niña? La última pregunta mental me hizo estallar en risas como un loco, era claramente imposible. Cuando me choqué y la miré, solo pude ver esa raspada con mala pinta en su cara, así que... mi opinión sobre su físico estaba muy condicionada por una antiestética y roja herida: o sea que no era una chica bonita. ¿Quizás su personalidad era perfecta? No, claramente no me lo había parecido cuando me habló con esa ironía en la voz... pero tal vez había sido por el mal trago del momento o el hecho de encontrarse en el suelo sin poder levantarse, o que sus amigas fuesen muñecos pasmando en vez de ayudarla, o que no me conocía de nada.

En cualquier caso, ella no era el tipo de Dane, no era perfecta y eso a él le ponía nervioso, todo le ponía nervioso.

Nunca había sido un chico propenso a los problemas, la verdad era que hasta ese momento lo único fuera de lo normal que yo hacía era el skate. A lo mejor chocar con la intouchable el primer día, acababa de tirar y pisar con fuerza la buena imagen que tenía creada de mí mismo. Una cagada monumental en mi primera semana en Bélgica, maravilloso.

—Dane. —llamé a mi hermano desde el pasillo de las habitaciones en el segundo piso. —Si le pido disculpas... ¿Estará todo bien? —pedir disculpas seguramente no iba a arreglarle la carita a Violette, pero no era para tanto y me podría ayudar a no sentirme tan culpable o a que no me odie sin conocerme.

—No sé, dime tú.— contestó mi hermanito volviendo a su habitación con calma, ignorándome como si realmente ahora ya no fuese para tanto el haber chocado con la niña. ¿Después de toda esa bronca pretendía que me tragara la calma que ahora parecía tener por el temita?

Suspiré y mientras colocaba el skate en su lugar me decidí. Lo mejor en esos momentos era solucionarlo y no meter en problemas a mi familia, y si por casualidad a Dane le gustaba... no iba a ayudarle en nada que ella odiase a su hermano pequeño.

Iría a disculparme correctamente. Podía arreglarlo. 

ROUESWhere stories live. Discover now