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A pesar de que anoche era tarde cuando llegué a la cuidad, me levanté apenas se asomó el sol incapaz de seguir durmiendo, incapaz de calmar mis nervios

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A pesar de que anoche era tarde cuando llegué a la cuidad, me levanté apenas se asomó el sol incapaz de seguir durmiendo, incapaz de calmar mis nervios. Estas cuatro paredes eran mi nueva realizad. No más personas de servicio invadiendo mi espacio a primera hora de la mañana; no más restricción en los alimentos; adiós extrema vigilancia. Adiós a los golpes de mi padre.

No podía creerlo. Lo hice. Escapé de la casa del Director Heo, presidente HJ Financial Group y obsesivo co-fundador de clubes de campo. Si tenía suerte, nunca me encontraría. Si era extremadamente afortunada, no descubriría mi ubicación hasta que hubiera concluido lo que vine a hacer. Y si Dios me odiaba, es probable que justo ahora uno de sus secretarios haya dado con la dirección exacta del apartamento de Eunbi. Pero no quería pensar en esa posibilidad. Sin importar lo que él hiciera, tenía planes e iba a ejecutarlos de cualquier manera. Mi mejor amiga me necesitaba.

Lo primero que hice fue ir a verla. Dormía tan profundo que tuve que poner los dedos bajo su nariz para asegurarme que aún respiraba. Todavía no podía creer que anoche se pusiera en tanto riesgo por beber. Tan pronto como despertara, tendríamos una conversación seria. Sin embargo, por ahora, la dejé descansar. Necesitaba todo el descanso que pudiera conseguir.

Mi siguiente ítem en la lista del día fue transportar mis cajas del auto hacia el departamento. Digamos que la mudanza sólo me tomó cuatro viajes de ida y de regreso, demasiado sudor y terminar con las dos piernas temblorosas. Pero suspiré de alivio cuando hallé todos mis cuadernillos perfectamente ordenados. Mis dedos vagaron por el frío plástico de la cubierta que los protegía, al mismo tiempo que una risa burlona y nostálgica emanaba de mí.

Las historias que escribí eran tan tontas. Por lo general eran acerca de valientes jóvenes perdidas que se alejaban de sus casas y aparecían en coloridos reinos mágicos, llenos de nuevas y aterradoras cosas para explorar. Y siempre existía una historia de amor con un felices por siempre. Aunque, ciertamente, todos ellos eran para mí. Escribir se volvió mi paz, mi alma, y mi cordura.

Pasé la siguiente media hora alineando cuidadosamente los manuscritos en los estantes encima de mi nueva cama. Luego nos preparé el desayuno, o, ¿debería decir almuerzo? Como sea, llevé la comida en una bandeja a su habitación y la puse en la mesita de noche, entonces me senté en el colchón a su lado y le saqué cuidadosamente el pelo de su cara.

—Eunbi —canturreé en voz baja—. Es hora de despertar.

Gimió, rodó sobre su estómago y hundió la cabeza bajo la almohada. —¿Por qué estoy usando ropa?

—Eh... porque te desmayaste antes de que llegaras a casa y pudieras desvestirte.

Hizo un sonido muy irritado antes de preguntar—: ¿Dónde está Hobi?

—Se fue. Anda, te hice el desayuno.

Levantó su rostro, con los ojos inyectados en sangre pero esperanzados. —¿Waffles?

✔ 𝓗𝓸𝓹𝓮𝓵𝓮𝓼𝓼 ||Libro 4 - JUNG HOSEOK||Where stories live. Discover now