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Hogar Tonks

En el Pequeño jardín de la propiedad Tonks se encontraba Aurora sentada al lado de un lago mientras jugaba con los zapateros. Era la tarde antes de Navidad, su hermana vendría a casa y su padre volvería de aquel viaje que había tenido que hacer al mundo Muggle.

- Cariño, ¿Qué haces? - preguntó Andromeda.

La señora había estado dentro de casa, preparando algunas cosas para la cena. Había visto a su hija menor por la ventana y había decidido acercarse para pasar tiempo con ella, desde que se marchó a Hogwarts hacia tiempo que no estaban a solas y extrañaba demasiado a su pequeña. Se sentó en el césped al lado de ella.

- Jugando con los zapateros, mira, parecen mariquitas, pero en realidad no lo son- dijo mientras señalaba a aquellos bichos que se movia de un lado a otro en el agua.

Aurora sacó una libreta y empezó a poner unas anotaciones al lado de un dibujo.

- ¿Qué es eso? -

- Es mi libro de campo, aquí escribo nuevas cosas que descubro de los bichos o hago algún dibujo, también escribo algunas teorías que se me pueden ocurrir. -

Andromeda sonrió. Adoraba ese lado de su hija, le encantaba ver como tenia esa afición que hacía que esos pequeños ojos suyos se iluminaran y ver como florecia su imaginación. Le recordaba a ella cuando se obsesionó por la literatura clásica Muggle, había comprado los libros en secreto, los guardó en su habitación debajo de una tabla que estaba floja del suelo de su cama; Narcissa la había descubierto pero al no confesó aquello, la castaña a dia de hoy estaba agradecida de que no le dijera nada a sus padres. No quería pensar como se podrían, aunque seguramente no se podrían peor como aquella noche que se había ido de su casa por amar a un "mago nacido de Muggles", recordaba aquella noche. Los gritos de su madre, el desprecio de su padre, pero lo que más le dolía eran sus hermanas.

Bellatrix le había gritado en su habitación, le había insultado y menospreciado por dejarse llevar por su corazón; mientras que Narcissa le suplicaba que no se fuera, recordaba aquellos ojos hinchados por las lágrimas.

Una lágrima escapaba de los ojos de la señora Tonks, pero su hija se dio cuenta.

- ¿Estás bien mamá?, si te desagradan estos bichos puedo dejar de hablarte de ellos o podemos irnos- se acercó más a su madre para darle consuelo.

Se secó sus ojos mientras mostraba una sonrisa triste.

- No, solo recordé una cosa, nada malo. - suspiró y dibujó una sonrisa en su rostro para no preocupar a su niña.

Acarició cariñosamente las mejillas de la estudiante de segundo año. Aurora se quedó un rato en silencio dudando de las palabras de su madre, ella sabía que había muchas cosas que ella no le contaba, sabía que su madre ocultaba muchas cosas de su pasado, que muchas veces lloraba a solas o de sus terrores nocturnos, pero ella lo respetaba y no quería presionarla.

Sin pensarlo le dio un abrazo, el cual fue correspondido y más largo del habitual.



















En la noche en una mansión del mundo mágico asomaba una sombra por las paredes de una de sus habitaciones. Esta estaba sucia, algo polvorienta, abandonada, era como si aquello no fuera abiertos en décadas, no fuera tocado por nadie.

Una figura rubia entró, era el único ser viviente de esa habitación a parte de los bichos que podía haber. Fue directa hasta la cama, una vez al lado de esta se agachó. Golpeó unos tablones que había en el suelo hasta que uno hizo un ruido diferente, paró, sacó la tabla revelando como un escondite. Dentro había un montón de novelas viejas, también había unos pequeños paquetes que contenían cartas, la rubia metió un nuevo paquete. Luego sacó una foto, en ella podías ver a tres adolescentes; una de pelo rizado, otra de pelo castaño y otra rubia, las tres están sentadas en una fuente mientras se sonríen unas a las otras.

𝙏𝙝𝙚 𝙝𝙖𝙡𝙛 𝙗𝙡𝙤𝙤𝙙 𝙙𝙞𝙖𝙢𝙤𝙣𝙙 Where stories live. Discover now