46

2K 190 88
                                    

Los blancos y delicados copos golpeaban contra la ventana ya escarchada por la tormenta de nieve que no paraba de caer.

Era  un invierno, uno de los más gélidos en años, sobre todo en la zona al pie de las montañas, específicamente dónde se ubica tal edificio. Las paredes desgastadas no ayudaban a mantener el calor, filtrándose el aire frío por las hendiduras de los muros construidos por ladrillos viejos. 

De los techos caían gotas de agua, que golpeaban contra los pocos muebles de mala calidad, teniendo que cubrir sus camas con su propias ropas para evitar dormir sobre él colchón mojado. El suelo podía ser una alternativa, pero no cuando estaba infestado de insectos y animales poco agradables que corrían por todos lados al caer la noche.

Ignoró los chillidos y susurros de los demás presentes, alejándose de ellos hasta llegar a la parte por dónde se filtraba la poca luz exterior. Miró hacia la puerta con cautela, asegurándose de que no entrara nadie quién podría castigarlo por sus acciones.

Pudo sentir el frío del vidrio atravesando sus dedos cuándo pasó su mano sobre la superficie, tratando de limpiar lo más que pudo para poder ver lo que sucedía del otro lado. Se subió a un cajón de madera, equilibrando su peso entre sus pies para evitar caerse.

Se sostuvo de la rendija para tratar de impulsarse, dando brincos sobre el banco para poder ver algo. Sus ojos apenas sí se asomaban por la rendija, pero fue suficiente para lo que tenía en mente.

—¿Ve...ves algo?

Una vocecita asustada dijo tras de él, pero no contestó, concentrándose en lo que estaba pasando afuera.

—¿Qué es lo que p...pasa?

—No lo sé, no puedo...no puedo ver muy bien— la blanca nieve entorpecía su visión, haciendo difícil el poder identificar a la persona fuera.

Se estiró de nuevo, su pies apenas sí tocaban el cajón, el cuál se tambaleó con irregularidad de un lado a otro, amenazando con romperse.

—Baja de allí, te caerás— dijo la chillona voz.

La preocupación era evidente, tanto así que percibió el temblor de su mano que sostenía el borde de su suéter.

Regresó la vista a través de la ventana, en la entrada del edificio se encontraba un hombre alto, quien charlaba secamente con la mujer a cargo.

—Ah, ¡veo algo!— alzó la voz cuando otro hombre se acercó hasta ellos, saludando cordialmente antes de que señalara algo que no podía alcanzar a ver.

—¿Qu...qué es?— preguntó con nerviosismo.

—Es un hombre, pero no sé quién...— comenzó a decir, estirándose lo más que pudo para seguir la dirección hacia dónde se dirigían. —No lo he visto nunca.

—¿Crees que venga por mí?

Se bajó de un salto antes de que el cajón se venciera. Se acercó hasta él pequeño niño junto a él, se detuvo al notar que sus ojos no podían ver con claridad su rostro, sacudió su cabeza, acercándose a él de todas formas.

—No digas eso— lo abrazó, para después sostener su mano con fuerza, entrelazando su pequeños dedos con los suyos. —No nos van a separar.

El otro no negó su agarre, acercandose para percibir el calor que le ofrecía el cuerpo del otro. —Pero... han venido por muchos de nosotros en los últimos días.

Giró para ver el resto de los niños que se encontraban en el cuarto, muchos de ellos temblando, pero no pudo saber si era por miedo o por frío.

Entre tus manosOnde histórias criam vida. Descubra agora