Capítulo 7: Dos Cervezas Y Un Pervertido

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Estoy desayunando en la cocina cuando Erik aparece con cara de dormido. Es la primera vez en días que sale de su cuarto para algo más que no sea ir al baño o robar comida- cosa que suele hacer cuando yo no estoy-.

-Buenos días- le saludo con una amplia sonrisa. Erik bufa algo y vuelve a lo suyo.

Y es ahora cuando recuerdo que tengo que hablar con él sobre el tema de Katie y Diego.

-Oye Erik- digo para captar su atención, en efecto, sus ojos verdes se clavan en mí, para que siga hablando- Te tengo que contar algo que...eh...paso... ayer...y...

Lo dices como si hubieras matado a alguien.

-¿ Qué pasó ayer? ¿ Mataste a alguien?- pregunta Erik con una ceja enarcada.

Ves, te lo he dicho.

-¡No!- contesto rápidamente, ignorando a mi conciencia.- Es que... vi a Katie.

-Sinceramente Daira, ahora mismo no quiero hablar de ella.

-Y lo entiendo, pero es que...

-Daira- me mira significativamente- de verdad que no quiero saberlo.

Parece que nos va a costar un poco.

-Es que no iba sola-digo rápidamente antes de que pueda interrumpir me otra vez.

Erik, que hasta el momento mantenía una expresión seria, me mira como si me hubiera salido una segunda cabeza.

-¿C-cómo que no iba sola?- pregunta tartamudeando-¿ Con quién iba?

-Iba con Diego-digo con precaución por la reacción que pueda tener. Pasa un minuto entero y Erik no reacciona.- ¿ E-estás bien?- le paso una mano por delante de los ojos.-¿Erik?

Sin decir ni una sola palabra sale de la cocina y se vuelve a encerrar en su cuarto. ¡Genial! Ahora vuelve a encerrarse en su habitación. A lo mejor no debería haber dicho nada.

No, no deberías haber dicho nada.

Me levanto de la silla y me dirijo a su puerta, la cual ha cerrado, llamo a ésta pero no obtengo respuesta. Pruebo suerte otra vez, aunque obtengo el mismo resultado. Así que como no quiere salir no me queda más remedio que hablarle a la puerta.

-Erik, entiendo que no quieras hablar de esto, pero no creo que encerrarte en tu habitación sea la mejor opción-digo tan suave como puedo.

Me quedo mirando la puerta, con la esperanza de que salga, aunque una parte de mí ya sabe que no va a pasar. Y así es, tras dos minutos en la puerta no obtengo respuesta alguna.

-No te puedes encerrar e ignorar a todo el mundo- digo algo menos suave. La paciencia nunca ha sido unos de mis puntos fuertes.

-¿quieres dejarme en paz?- responde él sin ninguna suavidad.

-Vale, como quieras- contesto rindiéndome ante lo evidente- cuando quieras hablarlo me tienes aquí.

Como imaginaba no hay respuesta, así que lo dejo solo y vuelvo a la cocina para terminar de desayunar, aunque ya no tenga mucha hambre. Erik es mi mejor amigo y me duele muchísimo verlo de esa manera. Él es de esas personas que siempre tienen una sonrisa en la cara y una felicidad contagiosa. Y esta versión de él no me gusta en absoluto. Admito que una de las cosas que más me gustaba cuando volvía tarde del conservatorio era ver una película con él y reírme a base de las bromas que soltaba. Así que espero que en algún momento vuelva el Erik sonriente de siempre.

Suspiro, dejo en el fregadero lo que he manchado y vuelvo a mi cuarto. Voy a ir a buscar trabajo, estuve mirando algunas ofertas y ví que en el bar que hay debajo del edificio buscaban empleados, no es el trabajo de mis sueños, pero para ganar algo de dinero está bien.

Esperemos que no nos toque un jefe gilipollas, porque pienso darle con una silla en la cabeza como diga algo que no me guste.

Eso es verdad, como me toque un jefe gilipollas puede que me terminen echando. Lo digo por experiencia. Antes de venir a vivir con Erik había trabajado en un bar en mi ciudad natal y me había tocado un jefe cortito de mente. Al parecer lo único que sabía hacer era soltarnos comentarios machistas a mi antigua compañera de trabajo y a mí. Hasta que un día cuando me dijo que quería hablar en su despacho intento tocarme y como soy una persona muy impulsiva le metí una patada en los huevos. Como era de esperar me despidió directamente. Causando que mis padres empezarán a perder la esperanza en que consiguiera trabajo. Ya que al parecer todo el barrio se había enterado y nadie quería contratarme.

Cuando estoy lista cojo las llaves, el bolso y salgo del piso. No me despido de Erik para no molestarle. El bar está a unos cinco minutos andado, por lo que no tardo mucho en llegar. Tiene un cartel poco llamativo en el que sólo se ve el nombre- supongo que por la noche estará encendido-. Al entrar lo primero que distingo es la barra en el fondo del local, es tan grande que ocupa casi toda la pared del fondo. El local en sí no es muy grande, aunque tiene bastantes mesas, algunas con sillas y otras con sillones.

Me acerco a la barra, donde un chico más o menos de mi edad está limpiando un vaso. Al notar que alguien se ha acercado levanta la cabeza. Tiene el pelo castaño corto y unos ojos del mismo color, que se abren como platos al verme.

-¿Daira, eres tú?- pregunta sorprendido. Al principio me pregunto porqué sabe mi nombre, pero entonces yo también lo reconozco a él. Es viejo amigo.

-¿ Derek?- digo con los ojos abiertos como platos. Él asiente y sale de la barra para poder abrazarme, le devuelvo el abrazo emocionada.

-Joder, cuánto tiempo- dice mientras se separa-¿ Vienes por el puesto de trabajo?

-Sí, ¿Tenéis un jefe muy gilipollas?

Sí dice que sí, huimos.

Derek niega rápidamente, lo que me lleva a soltar un suspiro de alivio.

-No te preocupes, no hay riesgo de que le metas una patada- dice divertido.

-Ja, ja... que gracioso.

Me ignora completamente y me pasa un brazo por encima de los hombros.

-Ven- dice guiándome a lo que supongo que será el despacho de su jefe.- Más te vale conseguir el puesto, el resto de compañeros son un aburrimiento.

No me da tiempo a responder porque ya está llamado a la puerta del que, supongo, será el despacho de su jefe. Esperamos un rato, pero no obtenemos respuesta.

-Parece que no está, volveré más tarde...- digo. Y entonces Derek se echa a reír, le miro frunciendo el ceño, lo que hace que se ría más todavía.

-Claro que ha venido el jefe- contesta muriéndose de la risa por mi cara de confusión- Lo tienes delante.

Me quedo mirándolo más confusa todavía.

-¿Tú eres el jefe?-murmuro bajito, como si fuera un secreto que nadie puede oír.

-Sí, querida Daira, estás en mi bar- responde orgulloso de si mismo.

-Entonces sí que hay riesgo de que le pueda meter una patada al jefe- digo con burla.

-Te recuerdo que todavía no te he contratado, técnicamente no soy tu jefe.

-Pues mejor así no me puedes despedir.

Derek se echa reír y unas cuantas personas giran la cabeza en nuestra dirección.

-Tienes que hacer una entrevista-dice sin el tono de broma-no puedo contratarte solo porque seas mi amiga-se acerca a mi oído y me susurra:-pero tendrás ventaja, al fin y al cabo yo mando.

Cuando salgo del bar tengo una sonrisa de oreja a oreja porque he conseguido el trabajo. Empiezo el lunes así que todavía tengo una par de días para descansar. La emoción no me cabe en el cuerpo-no sé en qué momento esto de trabajar me alegra tanto-.

En cualquier momento te pones a dar saltitos de alegría.

Estoy a punto de entrar al portal cuando me suena el teléfono, Eva me está llamando, así que descuelgo y me llevo el móvil a la oreja.

-¿Si?-pregunto.

-¡Esta noche salimos de fiesta! ¡A las diez en la puerta de tu casa! ¡¡Adiós!!

Y cuelga el teléfono.

Creo que alguien se ha enterado de lo Diego.

Ya lo creo que sí. Está noche toca emborracharse.

Cuando llego a casa el móvil vibra en mi bolsillo lo saco y me sorprende ver en la pantalla el nombre de mi ex novio. Desbloqueo el teléfono y entro en WhatsApp. Y lo que me encuentro me deja clavada donde estoy.

Daniel: No te preocupes por el dinero, ya encontraré otra forma de que lo pagues.

No contesto al mensaje, sino que apago el móvil y lo tiro dentro del bolso. El resto de la mañana la paso encerrada en mi cuarto.

El atardecer que nunca vimos (Borrador)  (En pausa) Where stories live. Discover now