Capítulo 11: Reconciliación

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Eran casi las diez de la noche y acababa de salir de trabajar. Por suerte no había tenido que ver a Derek, que es lo único bueno que me ha pasado hoy en el trabajo.

Estos últimos dos días he estado muy distraída -más que de costumbre-. No puedo sacarme de la cabeza la pelea con Aike. Tampoco ha contestado al mensaje, lo que hace que me preocupe más todavía. No creo que le haya pasado nada, sin embargo, el simple hecho de que me haya ignorado tan categóricamente hace que algo en mí se rompa.

Al llegar a casa lo primero en lo que me fijo es que Erik no está por ningún lado, no recuerdo que me dijera que iba a salir, aunque, muy probablemente, me lo haya dicho y no me acuerdo.

Me preparo un bol de cereales para cenar, no estoy de humor para ponerme a cocinar, además de que tengo riesgo alto de incendiar la casa. Me siento en el sofá y enciendo la tele, no ponen nada interesante, por lo que me dedico a mirar el móvil. Cuando de repente éste me vibra por la llegada de un nuevo mensaje.

La esperanza de que sea Aike se acumula en mi interior, pero se esfuma al ver que no es él, sino Erik, que me dice que va a llegar tarde a casa. A saber qué está haciendo.

Me levanto del sofá y me voy a mi cuarto, ha sido un día muy largo y la verdad es que estoy bastante cansada. Sin embargo, me lo pienso dos veces al ver el libro que dejé a medias anoche- el que me regaló Aike-, así que sin darle más vueltas lo cojo y me siento en la cama a leerlo.

Cuando me quiero dar cuenta ya son las dos de la madrugada, y yo todavía sigo leyendo. Cierro el libro y lo dejo en la mesilla. Al coger el móvil para poner la alarma para mañana aprovecho para mirar si tengo noticias de Aike, pero nada.

Esa ha sido mi rutina estos últimos dos días, encender el móvil mirar el WhatsApp y deprimirme al ver que no hay ninguna respuesta de parte de Aike, simplemente no hay nada, ni un visto, ni un en línea... nada.

Cuatro letras, cuatro letras que indican vacío, que sin embargo para mí lo significan todo. Aike no quiere saber nada de mí, me dijo que le importaba, pero me ha ignorado estos últimos dos días. Lo que hace que me empiece a cuestionar hasta qué punto fue cierto lo que dijo.

Decido dejar de comerme la cabeza y cerrar los ojos, me duermo al instante.

Cuando abro los ojos los primeros rayos del sol ya se cuelan por la ventana, sin embargo, no es eso lo que he hace levantarme de golpe, si no que al coger el móvil me sorprende- en el buen sentido- encontrarme un mensaje de Aike en la pantalla.

Es la primera señal que da desde hace tres días, y sinceramente no sé si será buena o mala, pero por lo menos me ha contestado al mensaje. Abro el WhatsApp con manos temblorosas, la verdad es que no sé cómo no se me ha caído el teléfono todavía.

Cuando el mensaje aparece en la pantalla se hace un silencio tanto en la habitación como dentro de mí.

Aike: No estoy enfadado contigo, o por lo menos ahora ya no, pero sí que estoy algo disgustado. Tampoco quiero que estemos distanciados. ¿Podemos vernos en tu casa en treinta minutos?

No me había dado cuenta de que había estado conteniendo la respiración hasta que termino de leer el mensaje y dejo salir un largo suspiro. La idea de no contestarle ronda por mi cabeza, así podrá experimentar lo que se siente, sin embargo no tengo esa fuerza de voluntad, porque sin darme cuenta mis dedos ya se mueven sobre el teclado del móvil.

Le dijo que sí, tampoco tenía pensado hacer nada más que enterrarme entre las sábanas. Por la tarde tengo que trabajar, pero tengo tiempo hasta entonces. Empiezo a prepararme, no sé qué voy a decirle, era algo que no había planeado, así que supongo que me dejaré llevar.

Estoy lista en apenas diez minutos, no sé cómo lo he conseguido, creo que he superado mi propio récord. No he desayunado, se me ha cerrado el estómago por los nervios. Puede ser que esté más nerviosa de lo debería, pero no puedo evitarlo, mi cabeza crea posibles escenas de lo que podría pasar, y ninguna tiene un final feliz.

Antes de que me dé tiempo a consumirme por los nervios llaman al timbre. Mentiría si dijera que no he pegado un salto del susto, aun así, me apresuro a llegar a la puerta antes que Erik, el cual no se ha despertado en todo el rato que llevo esperando.

Al abrir la puerta me encuentro con Aike apoyado en el marco de ésta. Se le marcan ligeramente las ojeras, tiene cara de no haber dormido mucho. Parece distraído, y la mirada perdida de sus ojos no indica lo contrario. De hecho, está tan en su mundo que le cuesta unos cuantos segundos darse cuenta de que estoy al otro lado de la puerta.

Cuando nuestras miradas se cruzan parece volver a pisar la tierra, su expresión no ha cambiado, aunque en sus ojos ha aparecido un pequeño brillo, tan vivo y presente que era imposible no notarlo. Los ojos de Aike son imponentes, adictivos, son una droga de la que dependo, y a la vez, muestran todas esas emociones que su semblante serio se niega a enseñarme.

La conexión se rompe cuando Aike se aclara la garganta y baja la vista al suelo.

-Hola -murmura con la voz ronca, por lo que vuelve a aclarase la garganta.

-Hola -respondo sin saber que más decir.

El silencio se abre paso entre nosotros, convirtiendo la situación en una un tanto incómoda. Quería hablar, quería decir algo, romper el silencio, sin embargo, por muchas cosas que quisiera decir no encontraba mis cuerdas vocales, era como si de repente se hubieran esfumado sin dejar rastro alguno.

Al final es Aike quien rompe el silencio.

-¿Te apetece que vayamos a dar un paseo? -Pregunta, es obvio que está incómodo, se nota a kilómetros de distancia, pero se esfuerza en disimularlo lo máximo posible.

-Por qué no -respondo encogiéndome de hombros.

Cojo las llaves y Aike sale al descansillo de fuera. Al salir el frío me llega al cuerpo, haciendo que éste tiemble por un pequeño escalofrío. Porque, para sorpresa de nadie, me he dejado la chaqueta en casa.

Comenzamos a andar, el silencio vuelve a abrirse paso entre nosotros, quiero romperlo, tengo la necesidad de hacerlo, soy de esas personas que siempre tienen de que hablar. Sin embargo, no soy capaz ni de mirar a Aike, llevo la vista clavada en el suelo, siguiendo el movimiento de mis pies. En cambio, Aike sí me mira, de hecho, lo hace de una forma tan intensa que siento sus ojos clavados en mí.

-Lo siento -dice de repente Aike, rompiendo el incómodo silencio. Entonces levanto la mira del suelo y lo miro extrañada, no comprendo el porqué de sus palabras.

-¿Por? -Pregunto.

-Por lo del otro día, tienes razón, no soy nadie para decirte lo que tienes que hacer -responde, suena dolido, y eso me parte en dos.

-No tienes que pedir perdón por eso -contesto en un intento inútil de hacerlo sentir mejor.

Aike aparta la mirada, es obvio que algo más atormenta sus pensamientos y preocupaciones, pero no sé qué puede ser.

-Te pasa algo más -digo en voz alta, y Aike vuelve a mirarme.

-Sí -se limita a decir, y vuelve a apartar la mirada.

-¿Y lo tengo que adivinar? -pregunto sarcásticamente, algo molesta.

-Pensaba que lo sabrías -contesta como si lo que le pasara fuera lo más obvio del mundo.

-Claro, porque soy adivina -le respondo yo poniendo los ojos en blanco. Los nervios del principio no sé dónde se han quedado.

Aike suspira, y entonces se gira hacia mí y me mira de una forma que no logro descifrar.

-Lo de Derek no fue lo único de lo que hablamos -admite, y sin quererlo ni desearlo vuelven todos los nervios.

No sé qué responderle, todo mi cuerpo se ha tensado. Con esta pequeña conversación se me había olvidado la parte en la que Aike se me declaraba, y eso que es lo único que llevo pensando estos últimos días. También era la razón principal por la que quería hablar con él.

-Veo que se te ha olvidado -comenta cuando ve que no le doy ninguna respuesta.

-No se me ha olvidado -le rebato -lo que pasa es que no sé qué quieres que te diga a eso.

Quiere que tú también te declares.

Eso no lo sabes.

Que bien se te da hacerte la loca.

Decido ignorar a mi estúpida conciencia y me vuelvo a centrar en Aike, el cual me mira como si me hubiera salido una segunda cabeza, cosa que no me ayuda mucho, ya que solo hace que me sienta peor.

-Podrías decirme lo que sientes tú -sugiere con un tono de sarcasmo.

Me tenso inmediatamente, nunca me he declarado a nadie, siempre me ha dado miedo hacerlo, me da pánico que me rechacen, y no solo por el simple hecho de que me digan que no, si no por la inseguridad que me genera que puedan usar eso para burlarse o reírse de mí.

Aike me mira, esperando a que diga algo, sin embargo, no soy capaz de articular ni una palabra, es como si mis cuerdas vocales hubieran desaparecido, creando un nudo tan grande en mi garganta que por más que intente desatarlo lo único que consigo es apretarlo más y más.

-Y-yo... -intento empezar a hablar, pero no consigo articular más de dos palabras.

-Si no sientes lo mismo, puedes decírmelo, no me voy a molestar, podríamos seguir siendo amigos -. Dice Aike como si no le doliera pronunciar esas palabras, aunque sé que se partiría en mil pedacitos si confirmo lo que acaba de comentar.

El problema de todo esto es que sí que siento algo por él, algo que nunca he sentido por nadie, pero no sé cómo expresarlo en palabras, no sé cómo describir las mariposas que alzan el vuelo en mi interior cuando lo veo, no sé cómo explicar la emoción que llena mi cuerpo cuando recibo algún mensaje suyo, no sé cómo decir que el vacío que llevo arrastrando durante tantos años se llena al verlo, y sobre todo no sé cómo exponer la estúpida sonrisa que forman mis labios de forma inconsciente cuando veo o leo algo que me recuerda a él.

-No puedo -es lo único que digo, y es verdad no puedo darle voz a todos los pensamientos que rondan por mi cabeza ahora mismo.

-¿Y eso que quiere decir? -pregunta algo decepcionado con la respuesta.

-Quiere decir que a lo mejor para ti es muy fácil decirlo, pero yo no soy capaz de hacerlo -admito finalmente, Aike me mira y parece que algo se suaviza en su expresión.

Parece estar meditando mis palabras ya que ha apartado la vista de mí y la ha centrado en el cielo, el cual está un poco nublado. Al terminar de procesarlas me vuelve a mirar y me dedica una pequeña sonrisa.

-Estaré esperando hasta que estés lista -me dice finalmente, y juro que algo en mi interior se derrite.
Nadie se había portado así conmigo antes, y admito que sienta muy bien, que demuestren que les importas, que no eres solo un puñado de células más entre otros muchos, que significas algo para él o ella.

-Gracias -contestó de corazón.

El ambiente suaviza y se crea una comodidad entre ambos, ya no es ese silencio incómodo que tanto odio, ahora es un silencio cómodo, apacible, que no es necesario romper para estar a gusto.

-Entonces... ¿Estamos bien? -pregunta Aike al cabo de un minuto.

-Sí -respondo mirándolo.

-¿Eso quiere decir que ya puedo volver a llamarte despistada? -bromea con una pequeña sonrisa.

-Como me vuelvas a llamar así dejamos de estar bien -le digo con un pequeño arrebato, odio que me llamen despistada.

-Como quieras, despistada -contesta divertido, sin embargo a mí no me hace ni pizca de gracia, por lo que me cruzó de brazos y empiezo a alejarme de él a paso rápido.

Aike no tarda ni dos segundos en seguirme, pero yo no hago el amago de detenerme, al contrario, camino más rápido hasta llegar de nuevo al portal de mi casa.

-Oye espera, no te enfades, era solo una broma -dice Aike cuando me alcanza, aunque yo ya no le estoy prestando atención, porque toda ésta está puesta en el chico que se acerca a nosotros a paso rápido y una expresión de furia.

Daniel. Mi exnovio.

Aike parece no darse cuenta hasta que se fija en mi expresión de horror, entonces su cara de diversión cambia completamente a una en la que predominan el odio y la ira. Daniel también parece fijarse en que no estoy sola, ya que su expresión se endurece de una forma que hace que un escalofrío me recorra el cuerpo.

-Cuanto tiempo sin vernos -ironiza este último cuando llega a nuestra altura.

-¿Qué quieres? -escupe Aike de malas maneras.

-Quiero hablar con ella, a solas -aclara Daniel señalándome. A Aike no parece gustarle mucho la idea, ya que mira a Daniel con ganas de matarlo, sin embargo, nos sorprendo a los tres al asentir con la cabeza.

Daniel esboza una sonrisa de suficiencia, mientras que Aike parece no estar muy por la labor de dejarme a solas con él.

-Estaré bien -le aseguro.

-Si necesitas ayuda me avisas -me dice poco convencido.

-Tranquilo, sé defenderme -contestó intentando amenizar la situación, pero no me sale muy bien, ya que la voz me tiembla.

A Aike no parece gustarle mucho la idea, pero al final termina cediendo y se aleja para dejarme a solas con Daniel. Intento mantenerme firme y no dejar que vea que por dentro me estoy muriendo de miedo. No conozco a Daniel tanto como creía y me da pánico lo que pueda llegar a hacer.

-¿Qué quieres? -pregunto intentando que no me tiemble la voz, y por una vez en mi vida lo consigo.

-Yo creo que lo sabes -contesta como si le cabreara que le preguntara.

¿Por qué todo el mundo se cree que lo sé todo?

-Si te pregunto es que no lo sé -le digo sintiendo como la ira empieza a fluir por mis venas.

A Daniel parece no hacerle mucha gracia mi forma de responderle, cosa que hace que me den más ganas de seguir llevándole la contraria.

-Quiero mi puto dinero -espeta de malas maneras y con la furia brillando en sus ojos.

De repente me acuerdo del mensaje que me envió, el cual decía que ya no hacía falta que le pagara. Todo había sido una distracción... que hijo de puta.

-No te voy a pagar nada -le respondo con seguridad.

-Ya te digo yo que sí.

-Me dirás lo que te dé la gana, no te voy a dar absolutamente nada.

Una hostia como regalo es lo único que te voy a dar como no cierres la puta boca.

-Estás jugando con fuego -advierte como si quisiera que me echara hacia atrás.

-Estoy temblando del miedo -ironizo, cosa que hace que Daniel se cabree más.

No me había dado cuenta hasta ahora que un grupo de personas se han colocado a nuestro alrededor, formando un círculo.

-Te puedes ir por donde has venido -le suelto cabreada, no quiero montar un espectáculo en medio de la calle.

-No me voy a ir hasta que me des lo que es mío -asegura cruzándose de brazos.

-Pues quédate aquí, me da igual, pero déjame en paz -le digo tajante y me doy la vuelta para intentar salir del círculo de personas, que parece que no tienen intención de moverse.

Justo cuando había conseguido ver un hueco por el que salir Daniel me coge del brazo y me da la vuelta para que lo mire. Iba a quejarme, pero no me da tiempo a hacerlo porque Daniel estampa su mano en mi cara, dándome una bofetada.

Tropiezo hacia atrás, admito que eso no me lo esperaba. Nunca me había pegado, no me ha golpeado muy fuerte, aunque estoy en un estado de shock. Lo único que veo es como todo da vueltas a mi alrededor.

Unos segundos más tarde consigo volver a la realidad. Daniel me mira furioso, como si quisiera lanzarse encima de mí. La seguridad, que yo había conseguido minutos antes, ha desaparecido.

Daniel da un paso para adelante y yo lo retrocedo para atrás, chocando con alguien en el proceso. Cuando me giro para ver quién es ese alguien me encuentro con el rostro enfurecido de Aike. Si la cara de enfado de Daniel da miedo, la de Aike aterroriza. Está mirando a Daniel como si no pudiera soportar su presencia, y no lo culpo, ahora mismo yo tampoco lo hago.

-El que faltaba -murmura Daniel cuando ve a Aike detrás de mí.

Aike lo fulmina con la mirada antes de colocarme una mano en la cintura y apartarme suavemente para poder quedar cara a cara con mi exnovio. Estoy tan aturdida que mi cuerpo ni siquiera ha reaccionado a su contacto.

-No la toques -advierte Aike.

-¿Quién eres tú? ¿Su guardaespaldas? -bufa Daniel poniendo los ojos en blanco. Aike lo ignora y da un paso hacia él.

-No la toques -repite mirándolo con furia.

-¿Y qué pasa si lo hago? -pregunta Daniel con diversión, como si esta situación le hiciera gracia.

Aike lo fulmina con la mirada, le saca una cabeza, y tiene un cuerpo más trabajado que el de Daniel, pero eso a este último no parece importarle mucho.

-Simplemente no lo hagas -vuelve a decir Aike, que parece querer lanzarse encima de él.

La gente de nuestro alrededor lo observa todo como si de un espectáculo de televisión se tratara. Quiero detenerlos, pero no puedo, la cabeza me da vueltas y no me puedo mover, es como si mi cuerpo no reaccionara a las indicaciones que le da mi cerebro.

Y entonces, no sé quién se acerca primero o quién da el primer golpe, pero de repente los dos están envueltos en una pelea. No puedo mirar, se me ha revuelto el estómago, creo que voy a vomitar. Nunca he sido fan de la violencia, no la aguanto.

Las piernas me fallan y caigo al suelo, solo entonces Aike parece darse cuenta de que no lo estoy pasando bien, porque se aleja de Daniel y se acerca a mí. Se pone en cuclillas frente a mí me levanta la cara para que lo mire. No tiene ni un rasguño, si alguien lo viera por la calle lo último que pesaría es que acaba de liar a golpes con otro chico.

-¿Estás bien? -pregunta con la preocupación tiñendo sus ojos azules.

Asiento con la cabeza y Aike me ayuda a levantarme. No me fijo en Daniel, tampoco me apetece. Salimos del círculo de personas que se ha formado alrededor y nos sentamos en las escaleras que suben a mi portal.

-¿Dónde está? -pregunto cuando consigo recuperar mis cuerdas vocales. Al principio Aike no parece entender a quién me refiero, pero no tardar mucho en pillarlo.

-Se ha ido -murmura entre dientes -. Puedes relajarte.

Suelto el aire que he estado conteniendo. Aike pone una mano en mi rodilla, haciendo que me gire a mirarlo. Cuando nuestras miradas se chocan traga saliva y dice:

-Deberías hacer algo.

-¿Algo como qué? -digo perdida, no entiendo a qué se refiere.

-Deberías denunciarlo -aclara al ver que no le sigo.

Es una opción que no me había planteado, y ahora que lo pienso tampoco es una idea tan descabellada.

-Es una buena idea -concuerdo mirándome las manos, no quiero mirarle a la cara, sin embargo, sus ojos están clavados en mi perfil.

-Vamos -me dice, y entonces sí le miro.

-¿Ahora? -pregunto descolocada.

-Cuanto antes mejor -responde. Se levanta y me tiende una mano para ayudarme a levantarme.

No digo nada, pero sí que me levanto y le sigo hasta el coche. Nos montamos y Aike enciende la calefacción, lo agradezco enseguida. Llegamos antes de que me dé cuenta y nos bajamos del coche. No hemos hablado en todo el trayecto, mi mente sigue procesando todo lo que ha pasado.

Entramos en la comisaría y Aike habla con un agente. En cierto momento de la conversación, Aike me señala y el agente recae en mi presencia. Sinceramente, es como si mi cuerpo estuviera aquí y mi mente no. El agente me pide que le acompañe a una sala. Allí, me señala una silla para que me siente, y él lo hace lo mismo. Empieza a hacerme preguntas, las palabras me salen automáticas, como si estuvieran programadas. Terminamos bastante rápido, o al menos, eso me parece. Al final, el agente me comenta que van a solicitar una orden de alejamiento para que Daniel no pueda volver a acercarse o contactar conmigo. Y una vez que estoy fuera de la comisaria en compañía de Aike, con lo único que me quedo, es que he puesto una denuncia a Daniel.

El viaje de vuelta lo hacemos en completo silencio, solo se rompe por la música que suena en la radio. Cuando me fijo en la hora me doy cuenta de que llego tarde a trabajar, sinceramente, me da igual, ya me inventaré una excusa. Hoy lo último que me apetece es tener que ver a Derek.

Cuando Aike para el coche delante de mi portal me giro hacia él y lo miro agradecida.

-Gracias por todo -le digo con una pequeña sonrisa.

-No ha sido nada -responde haciendo un gesto con la mano para restarle importancia.

Cojo la manilla de la puerta, y justo antes de abrirla, me giro una vez más y vuelvo a mirar a Aike. No sé qué es lo que me anima a hacerlo, pero me inclino y le doy un beso en la mejilla a modo de despedida. Es un contacto efímero. Cuando me separo de él, Aike me mira y esboza una pequeña sonrisa, se la devuelvo y entonces sí que me bajo del coche.

Al subir a casa Erik está sentado en el sofá esperándome. En cuanto me ve se levanta de un salto.

-¿Dónde te habías metido? -pregunta preocupado.

-Es una historia bastante larga -le contesto.

-Tengo tiempo -dice y nos sentamos los dos en el sofá.

Después de contarle toda la historia a Erik, decido llamar al trabajo y mentir diciéndoles que llevo toda la noche vomitando y que me encuentro fatal. El tono de mi voz, todavía alterado por los acontecimientos de la mañana, hace que sea bastante creíble. Al final no voy al trabajo y pasamos toda la tarde sentados en el sofá viendo películas y comiendo patatas fritas. No volvemos a mencionar el tema de Daniel, y lo agradezco, por fin siento que le he puesto un punto final a la historia con Daniel.

Al acostarme pienso en Aike, y en cómo podría ser nuestra relación de ahora en adelante, tampoco me permito darle demasiadas vueltas porque necesito descansar. Mañana vuelvo al conservatorio.

***
Hola,
¿Qué os parecido el capítulo?
Yo he disfrutado bastante escribirlo.
Nos vemos en el próximo.
Besos.



El atardecer que nunca vimos (Borrador)  (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora