DESINTOXICACIÓN

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- Rompieron las barreras de lo imposible y se zambulleron en el mar verde, lleno de sueños y esperanzas. Colgándose sus propias sogas al cuello, como si fueran un par de bobos, llegando a ver las estrellas. Las luces se apagaron y no quedaron más que esqueletos, consumidos por los gusanos y cuervos. Al final dejaron de ser nada para ser aún menos. - la doctora te una su narración.

- ¿Y que tenemos que sacar en claro de esto? - pregunta Esmail nada más termina, frota sus manos y se inclina aún más adelante en la silla.

- Si os lo digo el relato no servirá de nada. - responde Dr.Marta. - Lo que quiero conseguir es que penséis, y vosotros mismos lleguéis a una conclusión.

Me reclino encima del respaldo, pasándome las menas por el cabello.
A diferencia de mis compañeros yo no tengo el cerebro tan quemado, así que no se me hace difícil entender las referencias o "conclusiones" como ella las llamaba.

Cuando me canso de escuchar a Esmail, discutir con la doctora, salgo de la habitación. Todos me miran.

- El mar verde hace referencia a la droga y todo lo demás al echo de que cuando estás arriba del colocón todo te parece posible. Así que más claro es decir que hemos malgastado nuestros años drogandonos, para nada, porque al final todas esas sensaciones son falsas. Y ya está.

Salgo de la estancia ignorando las palabras de todos. Prendo el cigarrillo, en la puerta de la clínica. Esta mierda es una gilipollez.

- Les debes un respeto a tus compañeros. - Dr.Marta sale en mi busca con reproches en la boca.

- No me fastidies. Yo estoy aquí porque la pasma me pilló con cinco gramos. Era mi tercera consumición. No estaba ni enganchado y ya me metieron en esta meirda. - respondo lo mismo que le digo dos veces cada maldita semana. Parece que para venir a estas charlas o eres un puto crackero o un mentiroso.

Espero su respuesta entre calada y calada, pero hace algo que nunca antes había echo, mantener la boca cerrada. Entra dentro del edificio dejándome sorprendido, y con la última palabra.

A la semana siguiente vuelvo a las charlas de martes y jueves, aún me quedan unas quince antes de acabar de rellenar las horas asistenciales. Pero como siempre un muermo.

- No me mires así. - en la puerta como siempre mantengo el pitillo encendido, y como siempre ella sale a reprocharme mi mala actitud.

- Si sigues comportandote asi, voy a pedir un traslado. No puedes venir aquí y dejar a los pacientes peor de lo que llegaron, les minas la moral. Da igual los días que estén limpios, como si son tres, cuatro, cinco o diez, cada día es un reto, y tú les haces creer que no valen de nada.

Bajo el pie de la pared para encararla.

- Firmame las horas y me iré. No lo dudes, conforme las acabe saldré por la puerta para no volver. - aseguró señalando la carretera. Haciendo referencia a la libertad, que dan las calles.

- Te las firmaré cuando las acabes. - soporto su tono malhumorado un día más, sin problema, ella hace lo mismo conmigo.

Escucho el sonido metálico de los cubos de basura al caer, voy a pasar de largo por la calle frente al callejón cuando escucho una voz familiar.

- No, no, no, no.

Allab, uno de los chicos nuevos en el centro de desintoxicación, está en suelo tirado. Cuando me ven dos hombres casi tapados salen del callejón ignorandome, no consigo verlos bien, la luz apenas llega aquí la farola gira en otra dirección.

- No, no...

Me acerco por instinto, aunque en realidad no quiera. En menudo follón estoy apunto de meterme.

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