↳ Capítulo 11.

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—¿Te la dio Rosé?—. Su ceño se frunció y la voz se le bañó radicalmente de un matiz de confusión.

—Eh... no—, logré articular. —¡No! Quiero decir que Rosé te la dejó a ti, es para ti—, dije, mientras sentía a la fierecilla de mi interior ir en contra de todas mis palabras y reclamar la flor como suya y de nadie más.

—¿Hizo eso?— su semblante cambió de nuevo y se volvió tierno y dulce, como era. —Aww, qué linda es—, se acercó a la rosa y la tomó para luego percibir su aroma. —Tengo que ponerla en agua—. Sonrió y yo suspiré, aliviada y con pesar.

Aliviada porque había salido del lío que por poco y se iba a armar, con pesar porque la rosa ahora estaba en las manos equivocadas, que irónicamente eran en las que deberían de estar.

Me senté en una de las sillas del pretil mientras veía cómo Jennie sumergía el tallo de la rosa en el agua de un florero pequeño.

—¿Y qué tal tu día con Seulgi?— preguntó mi amiga.

—Genial— musité con aplomo.

—Ay, pero lo dices como si no te hubiera gustado—, su aguda voz se acercó cuando ella se sentó a mi lado.

—No, es que estoy cansada, ya me conoces—, sonreí.

—No es justo, ¿sabes?— dijo.

—¿Qué cosa?— la miré.

—Que no pueda pasar tiempo contigo. Dios, ¡eres mi mejor amiga y casi ni hablamos! Yo con mi trabajo y cuándo vengo de trabajar está Rosé y tú te desapareces.

—Pero Jendeuk, vivimos en el mismo departamento, como queríamos desde pequeñas, ¿recuerdas?

—Sí—. Sonrió. —Y aún así casi ni te veo. No es justo.

—Está bien. Tenemos los domingos—, dije.

—Un día de siete—, hizo un mohín.

—Me gustaría pasar más tiempo contigo, Jendeukie; como cuando éramos niñas, pero ya no lo somos. Tú tienes trabajo y yo muchas cosas que hacer. Pero al menos lo compartimos y eso es lo que cuenta.

—Me siento muy afortunada, ¿sabes?—, suspiró. —Tengo la mejor amiga del mundo y la novia más guapa del planeta—, rió. —Además del trabajo que quería—, agregó.

No sabía por qué me sentí culpable cuando ella dijo "la mejor amiga del mundo" y celosa cuando dijo "la novia más guapa del planeta".

Sonreí y la abracé. Si había una amiga excelente, esa era Jennie. No yo.

—Tengo que dormir, Jendeuk—, dije.

—¡Ay, no!—, exclamó como niña pequeña. —¿No vas a cenar?

—Estoy cansada.

—¡Vamos! Cena conmigo, ya van varias veces que me dejas cenando sola—, hizo un puchero y me reí.

—Está bien. ¿Qué cenamos?

La sonrisa gomosa de Jennie se expandió alegre por su rostro.

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Manual de lo prohibido | ChaesooWhere stories live. Discover now