Faldas de seda

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El martes, después de llegar de la escuela mi madre me esperaba, la comida estaba en la mesa y enfrente mi uniforme de ballet junto a la bolsa.

-Date prisa las clases son a las 4.

Eran las 3 y media cuando me dijo eso, y no pude evitar recordarselo.

-Pues eso apura.- Me respondió

Comí lo más rápido que pude y me puse el uniforme de ballet, también agarre la bolsa aunque no sabía que había dentro. Mi madre me estaba empujando hacia el coche con prisa, por lo visto esta era otra de mis oportunidades de destacar y verme perfecta para ella.

Llegamos al pabellón donde había una isla de recepción enorme, mi madre iba mucho más deprisa de lo que yo podía seguir.

-Hola, es Arisha, veníamos por las clases de las cuatro.

-Pasen, Arisha, puedes guardar tus cosas en una taquilla, la número 15.

-Por supuesto- Respondió mi madre por mi mientras me empujaba hacía el vestuario, deje mi bolsa en la taquilla y mi madre guardo la llave. Tuve que esperar sentada por a que llegaran mis compañeras para entrar al aula. Me aburrí realmente rápido del ballet, nos la pasabamos estirando y practicando posiciones enfrente de una barra. No había nada interesante en esas clases que recuerde, pero me mantuve con tal de complacer a mi madre.

Ayra no hablaba conmigo, supongo que es por que no teníamos nada de lo que hablar, no soy una persona realmente interesante, no tengo nada en lo que destacar. Evidentemente tengo ideas y opiniones, pero problablemente nadie quiera saber mi punto de vista o piensen diferente a mi, al fin y al cabo mis opiniones no son interesantes. Nadie se reía de mi en esas clases, pero tampoco me hablaban. Al mes o así de ir a clases, un día lluvioso de octubre, mientras esperaba a mi madre en uno de los bancos de recepción, ví a una persona muy parecida a mi padre pasar con otra señora por la encera de enfrete del pabellón, no sabía que hacer, ya que no estaba segura, entonces me lo callé.

Mi madre vino de buen humor ese día, por lo visto la tienda había ganado un par de clientes, me dejo poner la radio de camino a casa, pero luego me volvió a mandar cosas, que estudiara, que preparara el uniforme y la mochila, que hiciera los deberes. Nada realmente raro, ella estaba limpiando la casa a fondo y cocinando la cena, preparo el salón de invitados y me dijo que me pusiera un vestido bonito, supuse que tendríamos una cena, era algo habitual por el trabajo de mi padre, la obedecí y espere a que entrara la visita.

Era una pareja, la mujer se parecía mucho a la que había visto enfrente del pabellón y el hombre era muy serio, cuando termine de cenar me mandaron a mi habitación, hablarían de cosas de adultos.



De puntillas hasta SangrarWhere stories live. Discover now