Capitulo VII recuerditos y favores.

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La realidad es que ya no soy solo Wil, soy el príncipe Wil.
Lo sé, es completamente ridículo.

Las cosas que hacia a diario antes de saber mi verdad eran dignas de una persona aburrida. Tanto que cuando alguien preguntaba por algo predecible usaban mi monógama vida de ejemplo.

¿Que paso con mi padre? ¿Que paso con mi madre falsa? ¿Que paso con mi privacidad y mi derecho de tomar mis propias dediciones?

Todo se fue al carajo, todo quedó atrás por querer respuestas aunque no estaba seguro de poder encontrarlas nunca dude en lanzarme en un foso de tiburones.

Pero quién dice que no puedo ser capaz de domar a esos tiburones.

Al final de la historia de cada quien, todos tienen un punto débil y si el de los tiburones es su nariz, quizá el de los ricos sean sus ojos llenos de avaricia, o su hambre de poder y control. Tales cosas podría usarlas como instrumento ciego para que se auto destruyan.

Nisiquiera se cuál es mi obcesion con una venganza si después de todo descubrir que no soy pobre y que pertenezco a una familia de la realiza europea no es una realidad tan dolorosa y decepcionante.

Pero que puedo decir. Me gusta tener el control de todo y estoy seguro que aún hay cosas ocultas que desconozco, cosas que no logran encajar y haré lo posible por descifrarlas.

Me gusta reunís las piezas y armar los cabos disparejos.

-¿Quee?- respondo atónito después de escuchar la propuesta del señor bladicien.

El anciano a mi lado me mira de forma extraña entrecerrando los ojos. Podría decir que los pensamientos de su cabeza dicen que soy un retrasado por hacerme el inentendido cuando las palabras que dijo son más claras que el agua.

-Que te irás conmigo a Europa- hace una pausa- es una orden- recalca- no tienes opcion.- repite.

En estas ocasiones o finges demencia, o finges que estás muriendo. En mi caso elijo la segunda opción.

-ok, calmate Wil,- hablo para mí mismo- respira- Infló y desinflo mi pecho de forma exagerada y hago movimientos con mis manos para hacerles creer que no puedo respirar.

Sus caras son ridículamente graciosas, tanto la del anciano como la de la directora. Siempre he dicho que es una incompetente esa directora. Todo el tiempo ha sido muy fácil de manipular.

-Necesito un poco de aire.- digo entre jadeos -Encerio no puedo respirar- apretó con mis manos la tela de mis pantalones para luego bajar mi cara hasta mis rodillas de forma dramática. Mi respiración es agitad, inclusive ya estoy sudando.

No sabía que tenía esta habilidad para la actuacion de lo contrario no hubiese elegido una carrera de salud.

Cuando eres un adolescente puedes fingir ser emocionalmente inestable y todo el mundo te cree porque la generación Z es exagerada y muy dramática. Aunque si soy inestable pero eso no importa ahora.

Me levanto de golpe del sillón en el que estaba. Corro hacia la puerta antes que les de tiempo de reaccionar y detenerme.

El anciano se levantan tratado de detenerme aunque mi carrera hacia la salida de la dirección era digna de flash, sus intentos de detenerme fueron inútiles.

-Ya dejalo- dice la directora- necesita su espació- dice en medio de un resoplido de frustración- creo que nada de esto es fácil para el.

-Si, tienes razón- el anciano vuelve a sentarse y retoma la conversación con la directora. Su porte es tranquilo. Tan tranquilo que parece que tuviera todo bajo control.

Un marrón En La RealezaWhere stories live. Discover now