•El Plan•

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                              Capitulo 2

Aquino tenía más de media hora con su platillo servido. La barbacoa ya estaba totalmente fría y la ensalada no se le antojaba.

Y todo por seguir pensando en aquella sonrisa amable que le había brindado.

—¿No te vas a comer eso?— Aquino negó. Cejo lo miro con preocupación.

—¿Qué tienes? ¿No vas a comer?—

—Esta pensado en el cura, no te preocupes, el amor te quita el hambre.— interrumpió Estailus con la boca llena de la comida de Aquino.

Cejo lo observo enojado.—Primero, aprende a comer, segundo, tu que sabes si de verdad Aquino está enamorado, tercero y último, no ayudas.—

—Puede ser un simple amor pasajero pues. Pero ahorita no le quita la mirada.— Y dicho y hecho. Aquino observaba como comía pues lo habían invitado a quedarse a cenar.

Aquino había estado cabizbajo en la hora del baile. Sabía que era imposible sacar a bailar al sacerdote, incluso ridículo pensarlo.
Pensaba que si el fuera Estailus, si hubiera tenido el atrevimiento, pero el no se arriesgaría.

—¡Hey! ¡¡Todos los solteros o no comprometidos acérquense!!— Grito Soarinng emocionado.—¡Voy a aventar el ramo!—

—¿No vienes Cejo?— Le pregunto Aquino.
—No, no te preocupes, yo ya estoy comprometido.— Procedió a enseñar su dedo con un brillante anillo de compromiso.

Aquino lo miro asombrado.—¡¿POR QUÉ NO LO DIJISTE ANTES?!— Cejo sonrió.

—Hoy no es mi día especial, no podía decirlo.— Aquino no se podía resistir a saber más sobre eso.

Ignoró los gritos de todas las mujeres  que querían el ramo, mientras que los hombres esperaban a atacar desde atrás.

—¿Y quién es el afortunado? Mínimo dime eso Cejo no seas así.—

—Que insistente wbn ¿Si te digo, prometes no gritar?— Aquino lo dudo por un momento, pero estaba dispuesto a morderse la lengua.

—Si tu dime. No esta Estailus aquí.—
Se comenzaba a desesperar.

Aquino esperaba con ansias el nombre del afortunado, pero en cambio recibió una mirada asustada de Cejo.

—¡¡AQUINO CUIDADO!!— Este no alcanzo a reaccionar, recibiendo el gigante ramo de rosas en la cabeza.

Todos, absolutamente todos comenzaron a reír, incluso Cejo que por más que lo había evitado no pudo resistirse.

La cara de Aquino describía pura vergüenza. Su peor noticia fue saber que el sacerdote también había soltado una pequeña risa.

Con la poca dignidad que le quedaba, agarro sus cosas, el ramo y se aproximo a irse.

—¡A-Aquino! ¡Jaja! ¿A donde vas?— Le gritaba entre risas Estailus.

—A mi casa.— Hablo molesto.

—¿Eh? ¡Ey! ¡No Aquino, espérate era broma!— Estailus corrió a detenerlo. Lo tomo del brazo haciendo que el ramo se le cayera.

—¡Olvídalo! Ya me voy, no tengo por que estar soportando esto.— Se dio la vuelta.

Se sentía humillado. Esos años había estado presumiendo la dignidad que aún le quedaba, pero como siempre, Soarinng llego a quitársela.

—Me parece que esto es tuyo.— Le hablo una voz tranquila delante suyo.

Aquino no tardo en notar quien era. Sintió mariposas en su estómago.
Con la cara sonrojada, agradeció por lo bajo y salió de ahí casi corriendo.

•Me enamore de un sacerdote•Where stories live. Discover now