Affogato.

992 121 26
                                    

 𓆤

Las siguientes semanas son monótonas. La relación entre Roman y yo se ha vuelto más fría y vacía... nos sentamos uno al lado del otro a ver la tele, la cual es detestablemente enorme; noventa y ocho pulgadas para ser más exacta. Nadie en este mundo necesita una tele tan grande, pero en fin, sentarnos frente a ella y comer mientras hablamos de cómo nos fue el día, era algo constante. Algo que siempre esperaba con emoción mientras trabajaba en la oficina, no obstante, el silencio entre nosotros es tan perceptible que casi me llena la boca hasta el punto de que podría llegar a ahogarme.

En mi época de mayor aburrimiento, también descubrí varias cosas... una de ellas consistía en que cada vez que nos sentábamos a hablar por la tarde, era yo quien iniciaba las conversaciones. Nunca preguntaba a menos que yo lo hiciera. Eso me deja sintiéndome aún más frustrada. ¿Acaso alguna vez se preocupó por mí? ¿Cuánto de mi relación con este hombre era sólo yo, pintándolo en mi cerebro como el principe azul de un cuento de hadas cuando no estaba ni cerca de ser por lo menos un plebeyo?¿Estaba todo en mi cabeza...?

Si bien hemos vuelto a dormir en la misma cama, he conseguido separar mis emociones de él; la mayoría de ellas por lo menos. La ira que ha despertado en mi sigue ardiendo. Es una cólera que él ha encendido, pero que sin duda ha estado latente dentro de mí todos estos años. He tenido problemas para conciliar el sueño desde que me enteré de lo de Charlotte y él... eso aun no ha mejorado. De hecho, se ha agravado. Apenas duermo cuatro horas por la noche.

Me paso todo el tiempo que me queda siguiendo a Ian, mejor dicho, tratando de seguirlo.Me ha costado más de lo que creía. Parte de toda esta locura en la que me embargue consiste en tratar de llegar a conocerlo para así crear algún tipo de conxión entre nosotros, así que tan pronto volví a casa de Los Ángeles, me compré la peluca rubia más auténtica que encontré, unas gafas, algo de ropa que yo jamás me pondría y empecé mi tarea. La peluca es genial; de pelo de verdad. El pegamento es una molestia. Todavía estoy aprendiendo a usarlo.

Aquella vez que nos vimos por primera vez en el bar fue mera coincidencia, pero si quiero que todo esto funcione tengo que frecuentar los lugares a los que él va sin que resulte evidente que estoy allí por él.

Ya se dónde trabaja gracias a Charlotte. Habla hasta por los codos, pero a veces resulta útil prestar atención. Su principal sede corporativa está cerca de SoHo, en el distrito de Manhattan; en concreto, Midtown. Está a solo treinta minutos en coche. El edificio es impresionante, inmenso, aunque no es como me lo esperaba; tiene cinco plantas y cada una contiene entre cuatro y cinco oficinas que puedo contar desde fuera gracias a las ventanas, quién sabe cuántas más no puedo ver. Por supuesto, la mayor parte es de hormigón, pero parece construido con materiales naturales de la misma forma; sostenibles y poco contaminantes, sobre todo vidrio, barro cocido y madera. El edificio, obviamente, cuenta con un vestíbulo de cristal de una planta que puedo ver. Hay bastante seguridad, por supuesto. Tanto tecnológica como humana. En el exterior, siempre hay varios tipos con armas. 

Seguirle la pista a cada uno de sus movimientos no ha sido tan fácil como esperaba; La primeras primeras dos semanas luché mucho con sus horarios. No sabía a qué hora entraba ni mucho menos su hora de salía. El primer día llegué sobre las siete y cuarenta de la mañana, pero él ya estaba allí. O al menos eso supuse. No reconocía ninguno de los coches que había fuera de la oficina, así que no estaba a ciencia cierta que así fuese. 

Después de eso, cada día, me dirigía allí más temprano y aun así, no lograba llegar a tiempo para verlo. Para mi suerte, Midtown es una de esas ciudades en las que se construyen muchas oficinas corporativas principales, restaurantes y hasta tiendas, así que, al otro lado de la calle frente a la oficina de Ian, había una cafetería. Se llamaba 'La Mona Lisa' y esta contaba con unas cuantas sillas fuera del mismo junto con una mesa en la que podía sentarme y fingir que leía un libro hasta que me daba cuenta que él ya estaba trabajando. Habría sido mucho más difícil si su oficina fuera la única.

IntercambioWhere stories live. Discover now