X.- FORTALEZA DEFENSIVA

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El tiempo inexorablemente continuó con su marcha, el martes no tardó en hacer acto de presencia en la vida de ambos amantes.

Ella enterró su cara completamente en ese pecho al cuál había dormido aferrada toda la noche tan pronto sintió como los rayos del sol se colaban traviesamente por la ventana de la habitación.

Joaquín sonrió al ver su reacción, él llevaba varios minutos despierto ya. Amaba verla dormir, de hecho, esa era una de sus actividades favoritas cuando no estaban de gira.

—Buenos días, señora Galán—, murmuró sobre su oído con su voz de barítono, esa que se escuchaba más grave por las mañanas y cuando le confesaba sus sentimientos a la hora de hacer el amor.

—Mmmm... buenas—, respondió ella sin hacer el mínimo esfuerzo por abrir sus ojos, al contrario, se abrazó más a su cuerpo, y enganchó su pierna izquierda sobre su cadera, dejando que sus intimidades quedaran a centímetros de distancia. Una posición bastante tentadora para él.

—Es hora de levantarse, hoy nos espera un largo día de grabaciones.

—Un poquito más...

—Qué más quisiera yo, pero no se puede. Así qué, ¡arriba dormilona! —, finiquitó propinándole una nalgada con su mano abierta, misma que la hizo gemir. Definitivamente a pesar de los años y los daños, su piel no era inmune a su contacto.

Ella rio, aunque fingió haberse molestado por ese acto. Le alegraba sentir que estaba recuperando a su hombre poco a poco, o eso quería creer.

Le estiró los brazos llamándolo, se rehusaba a salir de la comodidad de la cama sin antes recibir por lo menos un beso de buenos días. Joaquín la conocía muy bien, sabía que lo menos que ella haría sería levantarse, más bien lo atraparía con sus extremidades y lo obligaría a acostarse de nuevo. Aún así, no dudó en acudir a su llamado.

Luego de un par de tímidos besos, sí, tímidos, pues él todavía se estaba acostumbrado a eso que existía entre ellos, terminaron saliendo de la cama, él con ella aferrada a su espalda como si fuera un koala bebé.


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Él caminó con ella hasta el baño y la sentó en la encimera, mientras él se acicalaba la barba la rubia parloteaba sobre lo emocionada que se hallaba acerca de su primer día como coach en La Voz Senior. Estando allí, los dos juntos compartiendo ese grado de intimidad, parecía que jamás se hubieran separado. Todo se sentía tan familiar.

Minutos después ambos tomaban su desayuno en la sala de estar de la suite, charlaban de todo y de nada. Siempre entre risas y miradas cómplices. El erotismo y la sensualidad estaban muy presentes entre ese par.

Unas divertidas carcajadas resonaron en el ambiente, ambos se miraron pues habían reconocido perfectamente a los dueños de esas voces.

—¡Basta, Pancho! Eres un imbécil—, entre risas. —Ya estoy en la recámara de los hermanitos, ojalá estén desayunando para que los puedas saludar a ambos.

JUECES DE UN SOLO CORAZÓNWhere stories live. Discover now