XX.- JAQUE MATE

226 28 55
                                    


—Me quedé muy preocupada por la actitud del tío, Damián—, comentaba la muchacha ojiverde a su pareja mientras se arreglaban para dormir, el reloj marcaba más de medianoche cuando ellos abandonaron el departamento de la salsera luego de que Joaquín les había explicado que tenía un asunto importante que atender de la productora y se había negado a aceptar la ayuda del joven mánager.

—Sí, es un poco extraño, pero no debe ser nada de gravedad. Ya ves que Joaquín es un poco paranoico. Y a veces maximiza las cosas.

—¡Ay no, Damián! ¿Y si le pasó algo a mi mamá?

—Tranquila bonita, no pienses cosas malas. De seguro no se trata más que de una exageración de Joaquín, ya verás.

Rocío asintió a las palabras de Damián, lo cierto es que no deseaba preocuparse, pero él tenía razón. Su tío solía ser un tanto exagerado frente a muchas cuestiones laborales. Mejor esperaría a que amaneciera y hablaría con él. No tenía caso preocuparse.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

—¿Te sientes bien? —, preguntó el hombre una vez se ensamblaron correctamente sus vestimentas luego de haber consumado aquel pasional acto.

Él le tomó las manos y besó el dorso de una de ellas. Su intención no era disgustarla. Mucho menos hacerla sentir mal.

—Sí, no te preocupes—, le sonrió medianamente. —Mejor regresemos con los demás.

Aquel hombre misterioso concordó con un frágil asentimiento de cabeza. Tomados de las manos reaparecieron en el salón en el que todavía se llevaba a cabo la celebración.

La noche fue avanzando dando paso a la madrugada, las conversaciones y las personas decaían. El equipo de sonido ofrecía a intervalos música variada. Algunos aún bailaban en la pista improvisada. Lucía y su acompañante misterioso parecían enajenados del mundo en derredor. Tomados de las manos estaban bailando o al menos intentándolo en aquella pista.

«Si me abrazo a ti
Yo siento que tu esencia
Se dispersa en mí
No queda ni un espacio
En mi sentir
Eres tú mi luz

Eres todo en mí
Y llevo entre mis labios
Todo tu sabor
Cruzaré, mi bien
Océanos más profundos
Por saber de ti»


Se acoplaban a los pasos y al cuerpo del otro como si la cercanía y el baile fuesen lo más natural del mundo entre ellos, como si sus corazones no latieran por otras personas.

Definitivamente cuatro vinos hacían lo suyo.

Un escalofrío la recorrió entera al percatarse de que él puso sus manos muy por debajo de su cintura, casi sobre sus nalgas, y recordó la sesión de sexo en el jardín, una oleada de calor la peregrinó al punto de hacerla transpirar.

Y es que Lucía a lo largo de su vida solo había buscado eso: amor, lealtad, confianza. Había tenido la dicha de encontrarlo en brazos del único hombre sobre la tierra que le estaba prohibido, su propio hermano, aun así, había sido lo suficientemente valiente como para luchar por él, por su amor, pero a la vez, había sido lo suficientemente cobarde como para dejarlo ir. Y ahora estaba ahí, a sus sesenta años tratando de idear en aquel desconocido su prototipo perfecto de hombre aunque, posiblemente después de esa noche no se volverían a ver las caras. La historia de aquella fiesta de disfraces en Chile parecía repetirse, y ella no había aprendido la lección.

JUECES DE UN SOLO CORAZÓNWhere stories live. Discover now