2. Muerte

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Bajaron a cenar con los demás, pero no regresaron luego a la torre de Gryffindor

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Bajaron a cenar con los demás, pero no regresaron luego a la torre de Gryffindor. Harry llevaba escondida la capa en la parte delantera de la túnica.

Dalila se había negado a acompañar al trío de oro con Hagrid, pero Harry le insistió diciéndole que si se llegaba a cumplirse la visión de la maestra de Adivinaciones necesitarían estar juntos.

Esperaron en una habitación contigua al vestíbulo hasta asegurarse de que éste estuviese completamente vacío.

Hermione asomó la cabeza por la puerta.

—Vale —susurró—. No hay nadie. Podemos taparnos con la capa.

Caminando muy juntos, de puntillas y bajo la capa, para que nadie los viera, bajaron la escalera y salieron. El sol se hundía ya en el bosque prohibido, dorando las ramas más altas de los árboles.

Llegaron a la cabaña y llamaron a la puerta. Hagrid tardó en contestar; cuando por fin lo hizo, miró a su alrededor, pálido y tembloroso, en busca de la persona que había llamado.

—Somos nosotros —susurró Harry—. Llevamos la capa invisible. Si nos dejas pasar, nos la quitaremos.

Hagrid se hizo a un lado, y ellos entraron.

El medio-gigante cerró la puerta rápidamente y Harry se desprendió de la capa. Hagrid no lloró ni se arrojó al cuello de sus amigos. No parecía saber dónde se encontraba ni qué hacer. Resultaba más trágico verlo así que llorando.

—¿Dalila? ¿Que haces aquí?

—Tranquilo, viene con nosotros, sabe todo—aclaro Ron.

Hagrid asintió tranquilizandose.

—No deberian haber venido.

Entonces para que les mando una carta avisándoles, pensó Dalila.

—¿Quieren un té? —invitó.

Sus manos enormes temblaban al coger la tetera.

—¿Dónde está Buckbeak, Hagrid? —preguntó Ron, vacilante.

—Lo... lo tengo en el exterior —dijo Hagrid, derramando la leche por la mesa al llenar la jarra—. Está atado en el huerto, junto a las calabazas. He pensado que debía ver los árboles y oler el aire fresco antes de...

A Hagrid le temblaba tanto la mano que la jarra se le cayó y se hizo añicos.

—Yo lo haré, Hagrid —dijo Hermione inmediatamente, apresurándose a limpiar el suelo.

—¿Hay algo que podamos hacer?—pregunto Dalila esperanzada.

—Lo ha intentado Dumbledore—respondió Hagrid—. No puede hacer nada contra una sentencia de la Comisión. Les ha dicho que Buckbeak es inofensivo, pero tienen miedo. Ya sabéis cómo es Lucius Malfoy... Me imagino que los ha amenazado... Y el verdugo, Macnair, es un viejo amigo suyo. Pero será rápido y limpio, y yo estaré a su lado—Hagrid tragó saliva. Sus ojos recorrían la cabaña buscando algún retazo de esperanza.—Dumbledore estará presente. Me ha escrito esta mañana. Dice que quiere estar conmigo. Un gran hombre, Dumbledore...

𝐃𝐎𝐍'𝐓 𝐁𝐋𝐀𝐌𝐄 𝐌𝐄 (h. potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora