12. Forajidos

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El despliegue de poder arcano que se produjo durante la guerra del ocaso no había sido visto nunca antes en Arga. Tanto las hadas como los dragones alimentaban su fuerza de las vetas que se encontraban repartidas por todo el continente. Tal fue el exceso, que se desequilibró el torrente energético, es por esto que el Maestre Fervell sabía que la mayor probabilidad de encontrar vetas arcanas estaba fuera de los límites comprendidos entre Dondalia y el lago Axtal. Sin embargo, adentrarse al sur del desierto era una locura impensable y las tierras altas de Riscalion estaban fuera de la jurisdicción de la corona.

Sólo había un lugar dentro del continente que podía albergar una mínima esperanza de contener energía arcana: El gran volcán Yaxtal. Por alguna razón no acaecieron combates en esa zona. Ambos bandos respetaron toda el área de la antigua Bastián.

La conclusión a la que llegó la comisión real fue que debían llevar a cabo una incursión a las ruinas, en busca del poder necesario para despertar el dragón de Crystala. El rey estuvo de acuerdo. El mismo Gran Maestre iría personalmente junto a otros dos alquimistas, acompañados de tres guardias. Debían partir de inmediato, el tiempo apremiaba.

***

Hortón intuía que Ladyola y el viejo se habían ido en busca de ayuda. Sabía que las opciones eran reducidas. Por un lado estaba el hada del bosque Lóbrego que las había ayudado a escapar en aquella fatídica ocasión. No pudo evitar tocarse la cara mientras recordaba como esa bestia le había desfigurado. Pero... ¿Cómo les ayudaría el hada? Debía estar en la misma situación que Crystala. Luego del combate había quedado agotado. Seguro que así no les sería útil. No, seguro habían ido en busca de la segunda opción: El regente les había ayudado a escapar. Probablemente apelarán a alguna solución diplomática entre Leonte y la corona.

Así fue como el Matadragones y sus soldados asignados tomaron rumbo de Marca Verdenia, ignorando que los fugitivos se habían desviado de ese rumbo contra su voluntad.

***

El campamento del Loto Negro sólo estaba en calma durante la noche. En el día, donde quiera que se mirase había alguien haciendo algo. Sólo descansaban para comer y dormir.

—Pónganme al día. ¿Quiénes son ustedes? —Lore era un individuo enorme. Una montaña. Hablaba con voz ronca y profunda. Tenía un acento muy extraño, distinto al de los Bastianos y al de Mirandul. Sus facciones tampoco le resultaban familiares a Crystala. Tenía la mandíbula ancha y los pómulos prominentes. Era alguien con quien no resultaba sensato empezar una riña.

—Ella es la novia de la supuesta criatura... —empezó a decir el que los había llevado hasta allá.

—Le pregunté a ellos —le interrumpió Lore.

—Me llamo Ladyola. Soy la novia de Crystala, la dracónica que se llevaron los guardias reales, asumo que al Castillo de Bastián. Nos urge llegar a Marca Verdenia para solicitar la intervención del regente Leonte. Tiene una deuda de vida con Crystala y espero que se haga responsable y la cumpla.

—Pero estás al tanto que Marca Verdenia es súbdita de la corona. ¿No?

—Estoy al tanto, pero es nuestra única esperanza —contestó Ladyola.

Lore pasó la vista hacia Filco, quién hasta ahora había permanecido callado.

—¿Y el caballero tiene nombre?

—Me llamo Filco. Sólo soy un ermitaño que acompaña a una joven en apuros por una buena causa.

—Ya.

—Y debo decir que estoy considerablemente asombrado de encontrarme con un riscaliense al mando de un grupo de forajidos en la espesura del continente. —Todos los presentes se sorprendieron cuando el viejo lanzó estas palabras.

Crónicas de IrindellWhere stories live. Discover now