Sombra 8

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Pasaron unos minutos y vi otra doncella salir de un sitio y entrar en otro. La madera de las escaleras crujía constantemente. Más tarde, escuchaba sonidos de platos tras una puerta. En ocasiones, algún grito. Unos suspiros impacientes después, sonaban zapatos por los lados y el techo.



Era lo único que me acompañaba. Estaba sola pero no del todo. En silencio pero con sonidos ocasionales. Esperando con los nervios en aumento. Era exactamente como ir al médico.



*Dic. 22 / Tarde / Castillo Dimitrescu*


Ocho jurásicos, una prehistoria y veinte edades medievales después... Nada. Tardaron menos en encontrar a Nemo, con lo pequeño que era ese pececito, que a una mujer de tres metros.


"¿A dónde ha ido a buscarla, al bingo?" Le pregunté a la chimenea.


Un suspiro de exasperación y el sonido del sofá al levantarme precedieron una decisión tan absurda como insensata: buscar una de las piedras preciosas sin saber cuál de todas era, ni dónde estaba y dentro de un castillo interminable.



Dentro de los frágiles jarrones, los cajones de los muebles, los floreros, en la planta baja, el primer piso... ¿Dónde no había buscado? Y todo eso esquivando a las doncellas. Miranda tenía razón, estaban por todas partes.

Aún así, iba por ahí sonriendo con satisfacción. Pensaba que si estuviera conmigo en ese momento, me reiría en su cara al estar saliéndome con la mía por recorrer el castillo sin que me pillaran.



Tras seiscientas puertas, abrí una más grande de un dormitorio. Era como una suite de lujo: una cama grande con cortinas, una chimenea, otra super-alfombra y una palanca que movía un mecanismo con cuerdas y garfios para colgar a alguien. O para tender la ropa, igual soy una mal pensada.



Estaba ahí de pie distraída en la decoración en lugar de buscar. Noté el suelo temblar al mismo tiempo que un trueno ensordecedor me puso la piel de gallina. Pasara el tiempo que pasara, estaba claro que la tormenta buena ya estaba ahí. La lluvia caía sin contemplaciones.



Antes de pensar por donde comenzar la búsqueda, escuché un ruido afuera. No. No era ruido, era una melodía rica en matices, llena de sentimiento. El inconfundible sonido de unas cuerdas percutidas dentro de una caja de madera con curvas. Salí siguiendo el sonido, caminando a ciegas por donde me llevaba como una serpiente encantada por una flauta. Cada nota de ese dulce piano, me emborrachaba de melancolía. Pero era irresistible. Me impulsaba a seguir hasta una puerta.


El toque de un reloj sonó por ser en punto y, al instante, el piano se detuvo. Quien fuera dejó salir un suspiro. Luego caminó dentro de la habitación, los pasos suaves se hacían fuertes. Se estaba acercando a la puerta.


Me fui corriendo por donde vine. Giré por un pasillo sin saber si era el correcto para volver a la <<suite>>. Me encontré con un cruce de tres pasillos y no sabía por cuál ir. Los observé, eran iguales y no me sonaban de nada.

INVIERNO DE SOMBRASWhere stories live. Discover now