Sombra 10

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*Dic. 24 / Tarde / Plaza de la aldea*



"¡Esta noche es Noche Buena y mañana Navidad!"


Al día siguiente, por la tarde, estuve durmiendo la siesta. Desperté escuchando niños afuera gritando, jugando y repitiendo mil veces qué día era. Sus gritos y sus cancioncitas, seguramente memorizadas desde la noche anterior, los estuve escuchando mientras aún dormía. Los oía durante mis sueños.


El último que tuve fue el más curioso: comenzó como una pesadilla. Me quedé atrapada en una ciudad hecha de campanas, unas encima de otras, y donde los peces eran nubes y se bebían el cielo como si fuera agua. Aparecieron los reyes magos, cantaban con voces distorsionadas mientras me perseguían. La pesadilla se convirtió en un sueño erótico. Los reyes se transformaron en las hermanas Dimitrescu y se morían de ganas de que les comiera el mazapán y les rellenará el pavo. Pero se fueron cuando aparecieron esos niños cantando por todas partes. Todo terminó cuando vino el caganer del belén para burlarse de mí mientras cagaba.



Salí afuera. Estaba nevando. Escuché a Duque riendo. Tenía cara de felicidad. Al parecer, dos jóvenes estaban haciendo un muñeco de nieve igual que él.


Vi, también, un montón de gente rodeando un pozo pero sólo dos personas me llamaron la atención. Principalmente porque estaban discutiendo.


"¡Ya he dicho que no!"


"¡Vuelve a casa, papá! No tienes nada que hacer ahí."


Leonardo y unos hombres preparaban unas cuerdas para bajar por el pozo.


"Deja a tu padre." Ordenó Antón. "Ya somos muchos los que hemos oído ruidos en los pozos."


"Seguro que esos criminales se esconden en las entrañas de la aldea." Leonardo aseguraba una de esas cuerdas en su abdomen. "Y no pienso esperar a que Madre Miranda haga algo. ¿No lo ves? ¡No hace nada!"


"¡No blasfemes!" Gritó Elena intentando detenerlo. "Esa gente es peligrosa ¡Casi matan a una Dimitrescu! ¡Tú no puedes-!"


Antón empujó a Elena, quién estuvo a punto de caer al suelo, si no fuera porque chocó contra otro hombre que la sujetó.


Escuché un gritó ahogado y algún insulto lejano, casi imperceptible. No sabía si fue mi mente o la vida real. En un callejón, se asomaba una silueta oscura con curvas, pero estaba cubierta por la sombra de una casa y un pedazo de techo. Parecía tenerle miedo a la luz. Esta vez no vi algo rojo brillante, era algo amarillo. Como la de la última vez, se fue, pero lo hizo escondiéndose en algún agujero del suelo o algo así me pareció ver.



"Hija, vete a casa. No tardaré."


INVIERNO DE SOMBRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora