XXVII

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- Si veis que es demasiado incómodo, podéis dormir en mi cama, alteza.

- No, no es por eso. No podía dormir porque estaba pensando.

     La noche era fría y más oscura que lo normal, pues la luna, a pesar de encontrarse casi llena, se escondía tras unas espesas nubes oscuras. En el pequeño patio reinaba un silencio agradable, solamente interrumpido por el sonido lejano de un par de búhos y el ruido que hacía el aire al chocar contra diferentes objetos.

- ¿Y en qué pensábais, alteza? - Quiso saber la seleccionada, apoyándose en una de las paredes, pues Kristian había ocupado el único asiento que había: un pequeño taburete de madera, algo gastado y al que le faltaba una de las cuatro patas que tenía al principio.

- En... lo diferente que habría sido mi vida si no hubiese nacido en palacio, si hubiese nacido aquí en Iretia, igual que tú.

- No tiene sentido pensar en eso, alteza. Es algo imposible. - Susurró Evelyn, dejando vagar la vista hasta el cielo. Sí que habría sido diferente, si Kristian hubiese nacido en Iretia, ¿Se habrían conocido en la escuela al igual que Ada? ¿Habrían jugado juntos? ¿Se habrían hecho amigos Elyan y él e irían a trabajar ambos? ¿Habrían acabado... casándose, sin tener que haberse juntado a la fuerza por la Selección?

- Kristian, llamadme Kristian, por favor.

- ¿Qué? - La joven regresó de divagar por sus pensamientos. Le había sorprendido mucho que el príncipe se dirigiese a ella con tanta formalidad, cuando debía ser al revés. Aquello consiguió que le dedicase una rápida mirada, con el entrecejo fruncido sin comprender.

- Con estas ropas y esta apariencia y estando aquí en Iretia... - Kristian se levantó del pequeño taburete y comenzó a andar hacia Evelyn despacio a medida que hablaba. - Debo ser un simple plebeyo, sin reino, sin poder. Pero vos... con vuestra tez firme, vuestra hermosa cabellera y... estos ojos penetrantes...

     El príncipe se situó a escasos centímetros de la joven y estudió su rostro con lentitud mientras sus labios se estiraban hasta formar una sonrisa. Alzó su mano derecha casi sin ser consciente del movimiento y la acercó hasta uno de los pómulos de la chica.

     Fue la punta de sus dedos lo que primero hizo contacto con su piel, para dejar paso a la palma entera, que se extendió acariciando la mejilla de Evelyn con cautela. El frío que desprendían tanto la mano de Kristian como la cara de Evelyn desapareció en pocos segundos, siendo el contacto tan cálido que resultaba realmente agradable.

- Debéis ser una princesa. - Terminó Kristian, en un susurro, sin apartar su vista de los ojos algo perdidos de la seleccionada.

- Alteza, esto es...

- Kristian, llamadme Kristian, princesa. Y, no es necesario que utilicéis un tono tan formal con un simple plebeyo.

     Evelyn acabó creciendo a aquel pequeño juego en el que el príncipe les había metido, y no pudo contener una leve sonrisa. Tuvo que reunir cierto coraje, sin embargo, para poder hablarle al príncipe sin formalidades y dirigirse a él como si fuese realmente un ciudadano más de Xirian, sin título nobiliario, sin riquezas. Pero el aún presente contacto en su mejilla y la mirada de Kristian le hacían sentir tan a gusto que no fue difícil una vez que dijo las primeras palabras.

- Eres... un plebeyo muy atrevido.

- Espero que podáis perdonarme, princesa, pero no he podido evitarlo cuando os he visto tan hermosa y resplandeciente como la luna que hoy se esconde tímida tras las nubes, al no ser capaz de brillar tanto como vos.

- Una manera ingeniosa de escapar del castigo.

- Y una manera ingeniosa de deciros lo atractiva que sois y lo mucho que os amo.

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