XLIII

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     La actuación podría haber conseguido sacar a la luz la compasión del chico, pero no evitó su actitud rehacia a responder cualquier pregunta que Evelyn le hacía. Por dicho motivo, y por el alboroto que se escuchaba cada vez más cercano, Evelyn tuvo que acallar su curiosidad.

     Estando a pocos metros del salón del baile las voces se hicieron mucho más fuertes, y Evelyn reconoció varias al instante: Kristian y Brielle. El corazón comenzó a latirle con rapidez y la respiración se le agitó. Deseaba girar aquella esquina, ver qué estaba ocurriendo. Kristian estaba allí, ¿Y si querían atacarle a él? Parecía escucharse a Brielle llorando, ¿Qué estaba pasando? Evelyn necesitaba saberlo. Y con urgencia.

     Al joven que le acompañaba también pareció preocuparle el ruido que escuchaban pues aceleró el paso, arrastrando a Evelyn con él.

     Y no tardaron en llegar a la entrada de palacio, dónde estaban ocurriendo demasiadas cosas a la vez:

     Varios hombres, de los atacantes, vigilaban las puertas del salón de baile, para impedir que guardias y criados saliesen. Llegaban también, trayendo a más gente.

     Pero el acto principal se encontraba en el centro de la entrada. Un hombre pelirrojo sujetaba a Kristian por el cuello de su camisa. Se notaba que era alguien fuerte, pues el príncipe intentaba zafarse del agarre tirando de sus muñecas pero no conseguía soltarse.

     Brielle estaba en el suelo, llorando y escondiendo la cara entre sus manos, repitiendo el nombre de Kristian una y otra vez.

- Si supiese dónde está mi padre no habría venido aquí. - Estaba diciendo el príncipe al hombre pelirrojo, sonriendo de lado. Evelyn interpretó aquella sonrisa como una ligeramente desesperada.

- Tal vez necesite un incentivo para salir, ¿No crees? - Aquella voz... La de ese hombre pelirrojo. Evelyn la había escuchado antes aquella noche, pertenecía al que había supuesto que era el líder de los rebeldes.

- Sinceramente le dará igual que me mates. - Kristian miraba al hombre desafiante, sin soltar sus muñecas por si conseguía deshacerse del agarre.

     El líder de los rebeldes dejó escapar una carcajada, sonora y duradera. ¿Por qué siendo uno de los buenos, de los que habían ido para "pacer Xirian un reino más seguro" conseguía helarle la sangre y erizarle la piel a los presentes?

- Puede ser. Pero, ¿Y si matamos a sus dos hijos? ¿Quién heredará el trono entonces?

     Kristian abrió los ojos, sorprendido y atemorizado. No lo estaba diciendo, no habían matado a Stefan, no podía ser verdad.

     El hombre pelirrojo pasó a sujetar el cuello de la camisa de Kristian con una de las manos. Y con un simple chasquido de la que se le había quedado libre otro de los rebeldes apareció en escena, saliendo del salón de baile.

     Llevaba a Stefan, empujándole cada pocos centímetros. El príncipe tenía señales de golpes en la parte del abdomen y en el rostro, las ropas manchadas y el pelo completamente revuelto. Estaba atado por la espalda y un sucio trapo cubría su boca. Y, sin embargo, sus ojos no desprendían más que furia.

- ¿Con quién deberíamos empezar? - El hombre pelirrojo volvió a centrar su atención en Kristian.

     Le sujetó del pelo y tiró de su cabeza hacia atrás, sacándole al joven una escueta queja de dolor. Acto seguido llevó su mano izquierda a la altura de su cintura, tanteando a lo largo de una guita que colgaba, buscando una daga o cualquier otra arma pequeña.

     Evelyn tenía el corazón encogido contra el pecho. Sentía las piernas paralizadas y respiraba con rapidez. ¿Qué debía hacer? ¿Qué debía..? Ella también tenía a un chico sujetándole el brazo, aunque con la situación había aflojado el agarre lo suficiente como para poder escapar de un empujón. Pero, ¿Qué podría hacer ella una vez libre? No sabía luchar y la zona estaba repleta de rebeldes, ¿Cómo podría salvar a ambos príncipes? Era imposible.

     Pero no perdía nada en intentarlo. Al menos, estaba claro que podría sorprender a alguno durante pocos segundos. Se preparó, inspirando hondo, y con un golpe rápido y seguro se soltó del rebelde que le sujetaba.

     Dejó escapar un corto grito al mismo tiempo, para llamar la atención de los presentes.

     Lo que ocurrió después pasó tan deprisa que nadie habría podido evitarlo: se escuchó un disparo. Un sonido estridente y grave que hizo que a Evelyn le doliesen los oídos. Había sido allí mismo, había sonado tan cercano...

     Cuando pudo darse cuenta de lo que pasaba Kristian se había soltado y Brielle se levantaba del suelo, gritando y llorando con más fuerza que antes.

     ¿Qué había pasado? El disparo... ¿Quién? ¿De dónde? ¿Por qué?

     Y entonces lo vio. El cuerpo inerte del líder de los rebeldes. Su cara había caído en dirección a la joven, por lo que pudo ver a la perfección un agujero en el centro de su frente, del que emanaba sangre. El brillante rojo de la sangre se mezclaba con el color de su pelo e iba a parar a las blancas baldosas del suelo.

- ¡No! ¡Padre! - Brielle se había lanzado sobre aquel cuerpo inerte y lloraba sobre su pecho. Gritaba con fuerza, tanto que los gritos sonaban desgarrados y dolorosos. Y lloraba de verdad, sintiendo un dolor en su interior que le impedía pensar o respirar con normalidad.

- Así que padre. - Una voz, fría como el hielo y estricta como ninguna otra, se impuso en medio de los chillidos de la chica pelirroja, haciendo a todo el mundo levantar la cabeza del cuerpo sin vida del rebelde.

     En la entrada de palacio, con las puertas abiertas de par en par, el rey Niels ofrecía una pistola a uno de los dos guardias de palacio que le acompañaban.

- Ya decía yo que me sonaba la cara de ese traidor. - Comentó con una sonrisa amplia y cínica. Se acercó despacio a Brielle y a su padre, sin temor a que nadie le atacase, sabía que todos estaban demasiado sorprendidos como para moverse.

     Se agachó hasta quedar de cuclillas y poder observar mejor al hombre que acababa de matar y a la hija, que había quedado huérfana en cuestión de segundos.

- Un topo. En mi propio palacio, conviviendo conmigo, mis hijos y esposa. Brielle... Me has decepcionado. - Susurró. Hablaba despacio, y en la estancia se había formado un tenso silencio que permitió a todos los presentes escuchar aquello.

     Evelyn contuvo el aliento. Aquella noche ese hombre, el pelirrojo, el líder de los rebeldes, el padre de Brielle... No sería el único en morir.

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