Capítulo IV

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Vettel no estaría contento. El neurólogo le había pedido que contestase con sinceridad a las preguntas de Sergio, pero sólo sobre las cuestiones que él quisiera saber. Y le había dicho que no debía tener prisa para retomar la relación...

En teoría, todo eso parecia sencillo. En realidad aplicar sus consejos era como caminar por un campo minado. Y besarlo, Max se dio cuenta, era apresurar las cosas. Estaba loco de deseo por un hombre que no lo hubiera reconocido de haberse cruzado con él por la calle y no sabía cómo contestar a aquella última pregunta.
Buscando tiempo le dijo:
–¿Por qué crees que no éramos felices?
–Tú mismo me lo dijiste.

Desgraciadamente así era y Max deseó haber tenido el sentido común suficiente como para haber cerrado la boca.
–¿Estábamos a punto de divorciarnos?–Insistio Sergio.
¿Lo estaban? Sólo Sergio sabía la respuesta.
–No–Contestó. Después de todo, ninguno de los dos había presentado una demanda, no se había llamado a un abogado para dividir sus posesiones o establecer los derechos de custodia de Emilia.

–¿Entonces cuál era el problema?
–Un matrimonio...–Max busco una respuesta que estuviera cerca de la verdad–Pasa por momentos difíciles a veces.
–Pero llevábamos muy poco tiempo de casados, deberíamos estar todavía en nuestra luna de miel.
Hablar de luna de miel y de las circunstancias de su boda no sería seguir el consejo de Vettel.

–No creas que porque estuviéramos pasando por un bache nuestro matrimonio era un fracaso. Por cada desilusión había mil alegrías y para mí tenerte de nuevo en casa es la mayor de todas.
–Sí te importo tanto ¿Por qué no fuiste a verme al hospital?
–Claro que fui, Sergio. Estuve a tu lado día y noche durante semanas después del accidente, rezando para que vivieras.
–Pero luego dejaste de ir. ¿Por qué?

"Porque tenemos una hija que también estaba hospitalizada y que me necesitaba"
–Tú no sabias que estaba allí y, no podía hacer nada, me concentré en lo que sí podía hacer.
–Te pusiste a trabajar para olvidar el problema, quieres decir.
–Sí–Mintió Max por que no podía contarle la verdad.

–¿Y cuando desperté del coma?
–Habría ido a verte inmediatamente, pero el doctor Vettel me recomendó que no lo hiciera. No querían que nada interfiriera con tu recuperacón.
–¿Desde cuándo ver a un marido interfiere con la recuperación de un hombre?
–Cuando él no lo recuerda.
–Ah, claro–Murmuró Sergio.

Max prefirio llevar la conversación a temas mas seguros.
–Aunque te resulte difícil, tenemos que ir despacio. La ultima vez que hablamos, el doctor Vettel me advirtió que no debiamos apresurarnos. Si estuviera aquí ahora, te garantizo que se quedaria horrorizado al ver que no estas en la cama.
-–Pero hay tantas cosas que debo saber!
–Y tenemos muchos mañanas para descubrirlo. Lo que necesitas ahora es descansar.

Cuando llegaron a la casa, Max le dio un casto beso en la mejilla, pero incluso esa caricia lo excitó, la tela de la playera le susurraba como una invitación recordándole la piel suave y cremosa que había debajo. Y el color, tan rosado como la media noche en el trópico, hacía que sus preciosos ojos parecieran el color del chocolate mas dulce del mundo.

–Voy a recordar nuestro matrimono tarde o temprano ¿Verdad?–Le preguntó Sergio con voz temblorosa.
–Sí, seguro que sí.
–¿Me lo prometes?
–Tienes mi palabra–Sonrió él–Que duermas bien. Nos vemos por la mañana.

Cuando Sergio desapareció, Max entró en su despacho y se sirvió un vaso de de Grappa. El alcohol le quemo la garganta, pero no logro saciar el deseo que lo consumía.
No había llegado a la cima siendo indeciso, pensó entonces, sino utilizando el sentido común y la habilidad para analizar a los demás. Él podía ver la debilidad, detectar la falta de integridad en el oponente. Y, sin embargo, Sergio lo dejaba lleno de dudas.

Recuerdos de un amor.Where stories live. Discover now