Capítulo VIII

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–¿Qué recuerdas?
–Besándote así, bajo las estrellas...
–No es nada inusual–En contraste con su emoción, las respuesta de Max era decididamente poco emotiva–Es lo que hacen las parejas.

Salvo que es su caso, había ocurrido sólo una vez, la noche en que lo sedujo. Y considerando lo que pasó después, Max preferiría que Sergio no lo recordara todo de repente.

No habría una segunda oportunidad para ellos si recordaba precisamente la humillación que sintió después de entregarle su virginidad. Y en su opinión, lo mejor sería empezar de cero.

Estaba cansado de luchas contra sus sentimentos por Sergio y de vivir como un monje. Entre otras consideraciones, ir por ahí con una erección prominente era humillante, como había descubierto durante sus reuniones en Milán, cuando sus pensamientos volvían repetidamente a la noche frente a la alberca.

Y Sergio no estaba ayudándolo en absoluto por que cada vez le parecía más deseable. Comer bien le había devuelto el color a su cara y empezaba a recuperar sus curvas. Si a eso se añadía su impecable estilo, tendría que estar muerto para no desearlo.

Echaba de menos al hombre al que había empezadó a amar y no sólo por el sexo o la falta de él. Echaba de menos su compañía, su inteligencia y su ingenio. Echaba de menos sus miradas de complicidad en medio de una fiesta, pero se había visto obligado a mantener distancia hasta ese momento por que no confíaba en sí mismo.

Además Sergio no había visto a su hija en nueve semanas...

Cuanto más durara la separación más difícil sería el reencuentro. Se estaba perdiendo una parte de la vida de Emilia, cosas que no se repetirían nunca. La niña ya tenía tres dientes ahora, casi se sentaba sola en la cuna y estaba empezando a gatear.

Reía con su primo Lio y empezaba estar tan unida con su tía que había llorado la última vez cuando Max intento tomarla en brazos.
Apartarla de las personas que se estaban convirtiendo en su familia iba a ser muy difícil para todos. Además la niña tenía que estar en los brazos de su madre, durmiendo en su propia cuna.

Max empezaba a sentirse como una visita cada que iba a casa de su hermana para ver a Emilia y le dolía estar en esa posición. Ningun hombre tendría que esconderse para ver a su hija.

Pero las advertencias de Vettel habían sido muy serias; nadie sabía cual sería la reacción de Sergio cuando recuperara la memoria y Max no quería hacerle daño por nada del mundo.

Qué Lewis Hamilton hubiera sido su amigo o su amante no era lo importante ahora. Lo importante era que Sergio había borrado de su mente a Emilia. Como su marido estaba cansado de tantas medias verdades. Si dependiera de él se lo contaría todo y empezaría a partir de ahí. Pero según Vettel, ese era un riesgo que no debía correr.

–Si estás decidido a inmortalizar una noche en concreto ¿Por qué no comenzar con esta misma noche?
–Tienes razón–Dijo Sergio, volviendo a la mesa–Cuéntame algo más sobre ese viaje a Túnez ¿Dónde vamos exactamente?
–A la capital, es una ciudad interesante y creo que te gustará.
–¿Qué tipo de ropa debería llevar?
–Para la noche un traje bonito, durante el día algo de algodón, un par de sombreros para protegerte del sol, sandalias y bloqueador solar. Pero que sea ropa discreta, no quiero que los hombres te miren demasiado–Sonrió Max.

–¿No me digas qué eres celoso?
–Tal vez tenga razones para serlo–Contestó él, con una inesperada nota de amargura.
–¿Qué?

Max se maldijo a sí mismo por no tener más cuidado, aquella no era la mejor manera de mpezar de nuevo.
–Es el precio que tiene que pagar un marido por casarse con un hombre tan guapo.
–Bueno, pues deja que le asegure a este marido en particular que no debe preocuparse. Yo sólo tengo ojos para ti.

Recuerdos de un amor.Where stories live. Discover now