Capítulo VII

1.6K 204 55
                                    

Max jamás se habría pensado que un día rechazaría a un hermoso hombre. Pero desde que se caso con Sergio había dejado atrás su papel de playboy y se había apoyado en su sentido de la ética para que aquel matrimonio que no había anticipado o deseado fuera un éxito.
Y ahora, ese mismo sentido de la moral, lo hizo responde:

–Por que no estoy convencido de que sepas lo que estás pidiendo.
Sergio tomó su cara entre sus manos.
–¿Estó te haría cambiar de opinión?–Susurró buscando sus labios.

El beso inflamo sus sentidos, aquel era el Sergio con el que se había casado, pensó; el chico con cuerpo de hombre a quien él había convencido para que olvidara sus inhibiciones. Y le había enseñado bien. Sergio había florecido bajo su experta tutela, disfrutando de su recién descubierta sexualidad, y ahora estaba usándola para destruirlo.

Aun así luchó, empujado por las dudas que nunca había reconocido antes ¿A quién deseaba Sergio en realidad? ¿A su marido o a Lewis Hamilton, el hombre con el que SU hombre había hecho tal amistad y en cuyo coche viajaba cuando tuvo el accidente?

–Hasta que recuperes la memoria, ni siquiera me conoces–Le dijo, haciendo un esfuerzo sobrehumano.
–Se que te deseo y te he deseado desde hace una semana, cuando bajé del avión.
¿Sería cierto? Se preguntó Max.
Como intuyendo su inseguridad, Sergio se hecho hacía adelante para que sus pechos se juntaran.
–Por favor, Max...

Max cerró los ojos un momento, pero Sergio tomó su mano y la llevo a su pecho. Sus pezones respondieron de inmediato ante su enorme mano y Max tuvo que apretar los dientes, excitado como nunca, sentia su pene asfixiado en sus pantalones.
Impaciente con su resistencia, y con un abandono que casi lo hizo perder la cordura, Sergio se sentó sobre sus piernas.

Sus jugozas piernas envueltas por la tela, lo hicieron perderse de todo y, sin pensar empezó a acariciar sus muslos, atraído por su silencioso canto de sirena, con lentitud desabrocho el botón de sus pantalones, metiendo su mano por el borde de su boxer, para buscar desesperado su miembro.

Sergio tembló, dejando escapar un gemido, y él apreto su pene, sabíendo muy bien que fuerza ejercer y como tocarlo para derretirlo en placer...un sutil aumento de la presión, un ritmo más urgente, mientras unían sus lenguas, con su pulgar esparcio la turgente gota de liquido preseminal, que ya escurria, por su glande.

La sublime tortura de tenerlo encima y no tomar lo que le ofrecía estuvo a punto de hacerlo perder la cabeza. Si Sergio lo tocaba, aunque fuese el mínimo roce e incluso con la barrera de la ropa, lo haría explotar.
Pero no lo hizo, perdido como estaba en el placer que le ofrecía su gran mano, aumento el ritmo, haciendolo suspirar pesadamente, sus mejillas estaban rojas y unas pequeñas gotas de sudor se arremolinaban en sus pecas.

Lo observo morderse los labios y sin más sintió su esperma manchar su mano, cayendo luego sobre su pecho, sin aliento después del orgasmo.
Cuando Max iba a levantarlo para sentarlo en el balancín, Sergio se agarro a sus hombros.

–No...quiero que estemos juntos.
Pero él había jugado a ese juego de la ruleta rusa una vez y no pensaba cometer el mismo error.
–No he venido preparado.
–¿Qué importa? Eres mi esposo–Respondió Sergio con urgencia.
Oh, sí importaba. Y seguiría importando hasta que los dos supieran sin la menor duda de que MAX era el hombre al que Sergio deseaba y no sólo esa noche sino para siempre.

–Este no es el sitio apropiado Sergio. Antonia estará sirviendo la cena y si no aparecemos enseguida, enviara a alguien a buscarnos.
–Lo dirás de broma.
–Juzga por ti mismo–Dijó él señalando hacia la terraza con un mano.
Y efectivamente, Antonia estaba en la terraza buscándolos con la mirada y apunto de ir hacía la piscina.
–Haz algo–Murmuró, pasándose las manos por el pelo–No quiero que nadie me vea así.

Recuerdos de un amor.Where stories live. Discover now