11. ¿Debería volver a preocuparme?

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Domingo, 2 de noviembre

—¿Es en serio? ¿Después de cuatro años? —preguntó Bárbara Chavarría, mi mejor amiga de Lima, al otro lado de la pantalla de la videollamada. 

Una de las mejores cosas que me trajo estar lejos de casa por tanto tiempo fue saber que Barb no cambiaría por nada del mundo: seguía siendo la misma chica sarcástica, sin pelos en la lengua, y agresiva por fuera, pero por dentro, muy dulce y leal. 

Y me lo dejó en claro con la cara que puso cuando le expresé mi preocupación por la posible oportunidad que podría tocarle a Gustavo: como si acabase de decirle que la tierra siempre fue plana. 

—Ay, no sé, es que...bueno, ya sabes cómo terminó la última vez, y todo fue así de la nada.

—Sí, pero la gran diferencia es que Sebastián ya no es parte de sus vidas, ni tampoco se trata de una absurda telenovela que deban vender a la prensa amarillista...

—No, es peor —repuse—: una película de Hollywood que también empareja a un par de extraños con tal de generar publicidad. 

—Huevona, Gus lleva tres años en Hollywood 101, ha hecho esa película calato* con la tal Susan Hildebrandt, ¿y así piensas que lo suyo se terminará? ¿No siguen juntos a pesar de todo eso? 

—Pues, sí —admití—. No fue fácil, y peor habría sido si no fuera porque Susan ya tenía novio...

—Aunque no lo hubiera tenido, tú debías mantenerte tranquila —interrumpió Barb—. Mil veces él te recuerda que te ama, y encima, con gestos preciosos. ¿No dice siempre en público que se muere por ti? 

Me quedaba más que claro, cada vez que veía a Gustavo en algún talk show como el último, que estaba completamente loco.

"Loco por ti", respondía siempre. 

—Ya, sí, está bien —respondí—. Tienes razón: han pasado cuatro años desde lo que pasó con Sebastián y Cassandra Muller, y si hasta ahora no ocurre nada malo, pues, nada ocurrirá.

—No menciones a esos dos, que se me sube la presión —replicó Barb, con una mano en el pecho—. Tan bien que íbamos en el día..

—Sí, sí, perdón. No debemos sacarlos a colación...

—Cosa que no creo que te parezca, porque lo perdonaste al tarado de tu ex —me reprendió mi amiga—. ¿En qué estabas pensando?

—Nena, sabes que él hizo que me encontrara con Gustavo y nos reconciliemos. Y con eso no estoy diciendo que le deba algo, pero sí al menos, que podíamos terminar todo en paz, sin rencores ni nada negativo. 

—Quizás demasiada paz, porque no hemos escuchado nada de él, ni por los compañeros de pichanga* de mi hermano. A quien sí he visto hace poco es a esa tal Lucero, creo. 

—Ah, fíjate —repuse, sin mucho entusiasmo. No me interesaba saber nada de mi ex mejor amiga, al fin y al cabo. 

—Y también la perdonaste, ¿no? 

Perdonar no significa olvidar, sino aceptar lo que ella hizo. 

—Por la misma razón por la que perdoné a Sebastián. Además, no quería tener más rencor ni amargura en el alma, así que preferí dejar todo ir, y no saber más de ellos. 

—A veces me pregunto cómo es que eres demasiado buena para tu propio bien, Angie Rodríguez. Es que, en serio, yo que tú, mandaba a la mismísima mierda todos los que me hicieron daño. 

—Y lo hice, pero sin ser explícita —me encogí de hombros—. No sé nada de ellos, y así estoy re tranquila. Tengo nuevos e increíbles amigos, un trabajo que paga bien, estudio lo que me gusta, un novio maravilloso...quizás es que...

Vivir A Tu Lado - Serie A TU LADO III [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora