Nuestra huerta

2 1 0
                                    

Me canso de ser buena y de valores bien vistos por la sociedad mientras que las manzanas, caídas del árbol de la compasión, se aprovechan y destruyen las semillas de la bondad -tanto las suyas. como las ajenas- que residen en la humanidad; tan ajetreada y estresada por las dificultades pasajeras.

A pesar de estar hastiada de esas actitudes que perjudican su integridad, su moral, y disminuye su madurez, no dejaré que mis raíces -un sostén natural que saca a flote lo más significativo de uno- se resequen -pierdan su humedad y su brillo característico- y se quiebren en el olvido; un sitio lúgubre que se llena, con el pasar de los años, de sueños de niñez que son sustituidos por la realidad y por ideas maduras -tristes y aburridas en su mayoría-.
Simplemente se guardarán para aquellas personas que sí merezcan conocer esa parte oculta, tan vital y sensible.

El olvido es un cementerio, y el crecer es nuestro asesino y sepulturero. No se esconde. Es orgulloso de su trabajo, y se presenta, se hace conocer, en múltiples ocasiones: en la escuela, en el trabajo, en la familia, en los cumpleaños, y en las conversaciones "significantes".

Para alejarnos de las aborrecedoras imágenes que ofrece el concepto "sociedad", hay que empezar a referirnos de ella como un campo, una granja, o una huerta.
Son representaciones más amenas. Se tendría que pensar de la siguiente manera: "todos nacemos de lo natural."

Somos cuidados por la tierra -lugar que nos protege y asegura que formamos parte de un conjunto-, y adoptamos sus saberes para llegar a desarrollarnos con mayor precisión. Desde que brotamos hasta el día de la partida, surgen cambios temporales y permanentes; hay temporadas que nos benefician en nuestro crecimiento, y otras que derrumban parte -o todo- el progreso que precede esa estación; también puede pasar que somos sacados de la tierra antes de tiempo y nos tenemos que adaptar, teniendo que madurar de manera acelerada para llegar a ser útiles; aunque lo que más nos afecta es la existencia de las plagas y los yuyos.

Hay que saber lidiar con ellos. A veces contamos con ayuda de terceros, o, en el peor de los casos -y de los más asfixiantes-, simplemente aguantamos hasta que acaban con nosotros.

¿Duele? Por supuesto que sí, pero del dolor se aprende, y a través de los empujones se crece; tenemos que inclinarnos hacia dónde el sol nos beneficie y dónde él nos venere.

Así que, agarrá, aferráte, y cuidá de vos, de crecer, y de tus raíces para lograr que la luz te toque, te alumbre, y te nutra.

Nadie puede negarte la posibilidad de ser agraciado por el sol, y mucho menos podés ser apartado.

Buscá esa luz y dejá lugar para que el tiempo pase, se apresure, se distraiga, se pierda, se trabe y se atrase; él sabe por dónde y cuándo pasar.




Historias cortasWhere stories live. Discover now