Capítulo 7

527 63 31
                                    

Llegamos a las cabañas y aún sentía la sensación de inquietud, pero intenté disimularlo porque León me veía cada dos por tres con una sonrisa digna de comercial de gente que se gana la lotería a insta a que más gente participe

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Llegamos a las cabañas y aún sentía la sensación de inquietud, pero intenté disimularlo porque León me veía cada dos por tres con una sonrisa digna de comercial de gente que se gana la lotería a insta a que más gente participe.

—Sé que perdí la memoria, pero siento que en realidad ha pasado una eternidad desde la última vez que vinimos. —Comenta León de la nada.

Salgo del auto sin decir nada, la verdad es que sí, hace muchísimo que no veníamos. Si no estoy mal, creo que un poco después de que Aria cumplió cuatro años. Las cabañas son de mis suegros, por lo que los viajes no eran muy seguidos y al cambiar León, menos. Más bien este lugar es como el resort vacacional de la familia o el local de cumpleaños u otras festividades. Negar que extrañaba venir sería engañarme a mí misma por supuesto.

Aria corre a ver las flores con León detrás de ella, algo que agradezco, estoy un poco agotada por el viaje. Aunque mi panza no esté tan grande creo que ya comienzo a canzarme rápido como cuando tuve seis meses con Aria.

—Si no les molesta, voy a entrar a descansar los pies. —Les digo a mis dos amores que no me ponen atención por estar viendo flores, mariposas y algunos animales inofensivos.

En otros tiempos, me quedaría con ellos, pero entre que me siento inquieta y cansada por el embarazo, solo tengo ganas de recostarme un momento. Ya tendré ganas de disfrutar con ellos todo este mes que tendremos libre de presiones.

Entro a la cabaña que siempre estaba destinada para nosotros y suspiro. Todo huele a madera y algo de aromatizante. Carlota siempre nos ha tenido estrictamente dicho que estos lugares deben oler a hogar y a otoño, así que nos tiene siempre un par de aromas en las alacenas.

Recorro un poco el lugar y un vuelco da de pronto mi corazón cuando voy viendo las fotos de nosotros en las paredes y muebles. Tienen algo de polvo pero sus imágenes se alcanzan a distinguir, casi todas fueron tomadas en estos mismos lugares y otras en casa, pero incluso aquí hay más recuerdos hermosos que en nuestro propio hogar.

—Recuerdos —digo en voz alta y tomo la fotografía que nos tomamos en el cumpleaños pasado de Carlota. En ella estamos solo los tres, León sostiene a Aria con un brazo, y con el otro me toma de la cintura mientras me mira a los ojos y sonríe. Aria muestra sus pequeños dientes y su boca con un poco de algodón de azúcar morado que esa vez Carlota puso en su mesa de fiesta.

Limpio un poco con un trapo del alacena, deshaciéndome del polvo un poco. Aria entra corriendo sola y sin detenerse llega hasta el baño.

—Dios, tiene mucha energía —dice León, entrando, agitado—. Primero me hizo la roña y me pidió perseguirla y después solo dijo que quería ir al baño, ¡y no parece agitada!

Se sienta en una silla de madera que se encuentra cerca de mí y pone uno de sus brazos sobre su cabeza.

—Tú adorabas que fuera... —Me detengo, mordiéndome los labios y me giro para no verlo a la cara.

Lo que solíamos ser©Where stories live. Discover now