Capítulo 17

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—No seré tú futuro novio, Jungkook

—¿Por qué?

—Soy heterosexual—dijo con obviedad.

—Veremos cuanto te me resistes.

Estaban en la cúspide de la clase, pero ellos seguían sin prestar el mínimo de atención, y no es como que la profesora se diera cuenta. Ya era un señora de ochenta y pico. Incluso Jungkook se había burlado con una carcajada del nombre de usuario de Taehyung, Jimin haciéndole segunda, y ni así la señora se había inmutado.

Era una clase larga de dos horas, pero que ambos chicos habían aprovechado conversando, nada de provecho pero al menos era entretenido. Jimin se sumaba de vez en cuando a su conversación, pero el a diferencia de ellos si trataba de prestar atención.

Resultaba que el incidente la semana pasada, donde se gritaron y de más ya había quedado en el pasado. Ahora podían entablar una conversación cordial e incluso de dos buenos amigos. Aunque Jungkook no dejaba de coquetear con el rubio, y este no creía que eso cambiara, era su esencia.

—¿Que clase tienen después?—preguntó Jimin al verse excluido de la conversación por voluntad propia.

—Estadística.

—Yo también—respondió el pelinegro.

—¿Tienen el mismo horario?

—Al parecer—Jungkook se encogió de hombros, escondiendo una sonrisa. Jimin lo notó y negó divertido.

Recuerda que Yoongi usó el mismo truco y los mismos contactos, y él cayó en menos de una semana. Esperaba a ver cuanto se resistía Tae en presencia del gran Jeon Jungkook. Aunque conociendo un poco al rubio se dio cuenta que Jungkook no la tendría nada fácil.

De la nada, el celular de Jungkook y Jimin se vió inundado de mensajes de Yoongi.

Todos diciendo que no podría llegar y pidiendo de favor a Jimin transportarlo a su siguiente clase. El solicitado suspiró. Llegaría cansado a su clase de educación física, pero todo por su gatito.

—No te preocupes, Jimin. Puedo caminar solo hasta allá.

—Ni hablar, Yoongi me lo pidió y yo cumpliré, así que no se discute.

—Son el uno para el otro, igual de mandones—rodó los ojos divertido viendo la mueca indignada de Jimin.

Y era cierto. Pareciera que fueran tallados por el mismo herrero. Igual de mandones y protectores con los suyos.

—Yo podría llevarte—aportó—De todas formas vamos a la misma clase. Creo que puedo con tu cuerpo flacucho.

—Flacucho no, precioso ¿Quieres ver?—hizo una mueca sugerente.

—¿Seguro que puedes solo, Taetae?

—Claro—afirmó—No parece pero tengo membresía en el gimnasio. Debajo de esta ropa hay ocho cuadritos de puro músculo.

—Pero si tienes pancita de bebé. La semana pasada me pediste que la rascara

—¿Así que te gusta que te rasquen pancita, bebé?—hizo amago de tocarla, el rubio evadiéndolo por completo.

—Los odio.

***

La clase siguió su curso hasta que llegó a su fin, y con ella un Jimin muy apurado saliendo sin decir adiós.

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