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El capitán Barnell, un hombre de espalda recta con expresión seria grabada en piedra, mirada azul y apenas unos leves hilos plateados en su cabello negro, dejó en claro que ahora eran soldados y que no iba a aceptar desafíos a su autoridad. Explicó que cada mañana correrían alrededor de la fortaleza antes del desayuno para ponerlos en forma antes de comenzar con los entrenamientos en pistas de obstáculos y el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Mientras hablaba y hablaba y hablaba, otro guardia, claramente más joven que el capitán, pasaba dejándoles a cada uno un papel doblado, los supuestos nuevos nombres. Al tomar el suyo lo abrió y frunció el ceño.
Vio la sombra a su derecha inclinarse un poco hacia él y entonces por primera vez miró al prisionero a su lado y tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás porque era uno de los hombres más altos que había visto, debía pasar los dos metros. Cabello negro corto, piel gris como un día lluvioso y triste, y sus ojos rasgados... Nada en sus ojos parecía normal. La parte que debía ser blanca era negra, el iris era de un gris opaco e incluso las pupilas eran unas ventanas a una especie de fuego interno, un infierno, que de alguna manera lograba contener. No parecía querer pelear, simplemente lo miraba a los ojos y terminó mostrándole el contenido de su papel. Lo leyó y creyendo que era lo justo le mostró el suyo y el prisionero resopló sonriendo, claro que le hacía gracia, por lo menos el nombre que había leído podía llegar a encajar con su apariencia gigante y actitud tranquila. El suyo casi parecía de cortesano altanero o noble estúpido. Tras eso devolvió su atención al capitán quien tras más habladuría los despidió del salón para que fueran a darse un baño en el rio y buscaran ropa que no demostrara tan evidentemente que acababan de salir de los calabozos.
Luego se dirigieron al edificio-comedor, un gran salón casi podría decirse que era un almacén con muchas mesas largas de madera y bancas, que ya empezaba a llenarse con los prisioneros de las diferentes secciones quienes al ver a los de la primera guardaron silencio un momento. Oyó una risa estúpidamente contagiosa y nerviosa y al dirigir su mirada en esa dirección... ¡Claro! Tenía que ser 212 el dueño de la risa. Todos volvieron a lo suyo y el prisionero se acercó a él aun viendo a sus compañeros de sección que se empezaron a dispersar.
—Bueno, a eso se le llama hacer una entrada. —dijo tratando de aligerar aún más las cosas y relajándose. Entonces abrió un poco más los ojos con un tono divertido y extendiendo la mano dijo: — Ah, lo siento, joven. Me disculpo por mi falta de modales. Mi nombre es Asisen Worreck.
Le estrechó la mano inquiriendo: — ¿Asisen? ¿En serio?
Y este se limitó a asentir, soltar su mano y esperar a que le siguiera la corriente. Poniendo los ojos en blanco sacó el papel que había guardado en su bolsillo y se lo mostró, logrando que el prisionero 212, ahora Asisen Worreck, abriera la boca en sorpresa y le arrancara el papel de los dedos.
— ¿Es una broma? Parece nombre de noble.
—De cortesano, más bien.
—Oh, no. Suena a tipo de clase alta. —entonces cayó en cuenta de que estaba sugiriendo que él no lo era y el ex prisionero enmudeció tratando de explicarse o disculparse. — Yo no quise... Tú entiendes... No es que tú seas...
—Como sea. —respondió casi sonriendo por el nerviosismo del otro. Entonces frunció el ceño. — Sigo pensando que es nombre de cortesano.
—Para nada, quisiera poder intercambiar contigo.
—Quédatelo si quieres. Yo puedo ser Asisen Worreck.
Y resoplando con derrota Asisen le devolvió el papel diciendo: —Muy tarde. Ya me anotaron con el nombre.
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El Guerrero del Norte ©
FantasyUn joven mestizo encarcelado recibe la oferta de recuperar su libertad a cambio de pelear en una guerra que nadie ha previsto, sin saber que eso lo llevará por un camino más oscuro que su propio pasado. Dolor, amor, muerte, amistad, traición y sangr...