Capítulo 11

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Este capitulo sí es escurridizo, lo edito y olvidó que no lo he publicado y lo vuelvo a editar para ver qué esté bien xd 

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Tras el capitán irse se apoyó en Tebec y otro soldado, no recordaba cómo se llamaba pero sabía que le apodaban "T", que lo ayudaron a llegar a su habitación. Cuando se sentó por fin en la cama alguien tocó la puerta y solo pudo gritar "¡Pase!" esperando no tener que levantarse hasta la mañana. Tower entró y le tendió un frasco.

—El capitán dijo que te diera esto —había dicho—. Es para el dolor.

Pero algo en como pasaba su peso de un pie a otro le dijo que tal vez eso era mentira. El capitán probablemente quería que pasara la noche siseando de dolor para recordarle lo que había hecho bien y lo que no.

—Gracias —dijo sin mencionar su sospecha sobre amabilidad. El guardia asintió y se dispuso a salir—. Y, Tower, gracias por lo de allá afuera. En el combate.

El guardia lo miró por encima del hombro, levantó el brazo con el puño levantado, y con una sonrisa cruel en su boca dijo: — ¿Soldados?

Sonrió de igual manera y aunque le costó levantó el brazo, chocando sus antebrazos. Sabía lo que significaba el gesto. Eran iguales. O por lo menos casi iguales. Aliados. Camaradas.

—Soldados.

El guardia se fue, se bebió todo el frasco sintiendo su cuerpo relajarse y para cuando se quedó dormido el dolor ya no era tanto. Al día siguiente todo había vuelto a la normalidad. Casi todo. Hizo toda la rutina, desde el amanecer hasta la noche y durante todo el día sintió miradas sobre él, tanto de los de su sección como de las demás. Y cuando se cruzó con Yoret nuevamente en su camino lo miró a los ojos y decidió seguir caminando dejándole en claro que no le importaba en lo más mínimo. Notó a nuevos prisioneros, no, soldados, que eran de su sección y tomaron asiento en la mesa con Tebec y Asisen.

—Interesante —comentó Asisen viéndolos sentarse, no cerca, pero ahí. — ¿De qué me perdí? Digo ¿aparte de la golpiza que te dieron? —y lo señaló con el tenedor.

— ¿Me puedes dar un descanso? Tengo hambre. —dijo cubriéndose la boca para responderle antes de cortar otro trozo de carne.

—Eres insufrible cuando la luna esta sobre ti ¿sabes?—Espetó el ladrón y luego hizo una mueca— Pareces mi esposa durante su sangrado.

Tebec se ahogó con el agua y empezó a toser contra la risa, tuvo que golpearse el pecho, y Asisen sonrió triunfal. El chico negó con la cabeza.

—Tú eres insufrible todos los malditos días —dijo dejando en claro el mal humor. Miró su plato casi vacío y sintió su estómago quejarse antes de ponerse de pie—. Voy por más.

— ¡Deja algo para los demás! —Gritó Asisen tras él y le mostró una seña obscena sobre su hombro—. ¡Dale un mejor uso a ese dedo!

Y la risa de los que lo vigilaban llegó a sus oídos mientras iba a la mesa donde repartían. El cocinero levantó las cejas al verlo ahí, de nuevo. Se encogió de hombros esperando por la comida. Y cuando se dio la vuelta chocó contra alguien y sintió el líquido empapar su ropa. Sopa, tenía sopa encima. Alguien en otra mesa se rio.

—Fíjate por donde vas, Malljor.

Y no fue por las palabras sino por quien las decía que no pudo evitar apretar el plato y este se quebró en su mano. Vio los ojos verdes y sus dientes se alargaron antes de poder procesarlo.

—Mejor no te metas en mi camino, Xabier. —dijo mostrando los colmillos y pudo notar el tono ronco y grave en su voz, el gruñido.

Pero el pelirrojo frente a él no se inmutó al verlo, eran casi de la misma edad y a diferencia de Tower, quien era casi un libro abierto, este chico era una máscara. En sus ojos había un vacío que probablemente, si fuera otro y no fuera de la segunda sección, estaría curioso por descubrir cuanto de eso era fingido y cuanto era real, pero dado que ninguno de los dos toleraba al otro luego desde su pelea el mes pasado, se evitaban lo más que podían con la promesa de que el volverse a encontrar terminaría en violencia.

Y allí estaban, uno frente al otro, la sopa de Xabier sobre él, su comida en el suelo y la luna avisando que cada vez estaba más cerca. Se controló lo mejor que pudo y se agachó para recoger los pedazos de vidrio y comida.

—Escuche que Barnell te dio la paliza de tu vida —dijo el pelirrojo tomando su tazón del suelo.

—Y pronto se escuchará como yo te di la tuya —dijo irritado al ponerse de pie y volverse por donde vino.

Cuando el cocinero lo vio de nuevo empezó a tamborilear sus dedos contra el mesón y negó al tirar los vidrios rotos y la hermosa carne asada en un saco de desechos. Volvió con otro plato y otra carne, un poco más pequeña que la anterior, a la mesa. El día siguió y en la noche cuando volvió de la cena Tower estaba esperando; lo acompañó a su habitación, ayudó a mover las cosas y su vecino de pasillo, un tipo que se hacía llamar Roca de ojos verdes, piel muy bronceada y cabello rubio dorado, colaboró. Cuando hubieron terminado les agradeció y cerró la puerta con llave para luego pasarla bajo la puerta. Tower la guardaría hasta que fuera seguro que saliera.

Cuando se despertó por el toque en la puerta se golpeó la cabeza y siseó de dolor al salir de debajo de la cama y escuchar sus articulaciones crujir. Luego de la luna pasaron un par de días en que no vio a Yoret y no podía evitar sentir que pronto llegaría el día en que el prisionero actuaría en su contra, ya fuera en el comedor, en la pista, en los combates o en la carrera. Y el día llegó.

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Gracias por leer <3

El Guerrero del Norte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora