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El primer sorbo de mate de la mañana era simplemente paz

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El primer sorbo de mate de la mañana era simplemente paz. Estar en su antigua casa lo hacía aún mejor. Enzo estaba sentado en la soledad del comedor de sus padres, mirando a un punto inespecífico mientras disfrutaba de la mañana del lunes. Desde siempre era amante del silencio, de la tranquilidad, del orden, y si eso significaba levantarse dos horas antes que todos los demás, lo haría sin chistar. Normalmente su madre lo acompañaba después de algunos minutos, pero la noche anterior la había notado tomando y bailando bastante, seguramente estuviera demasiado cansada.

—Uf, qué manera de cagarme el día. — esbozó la voz de Mia levemente rasposa por estar recién levantada, haciendo que Enzo dejara todos sus pensamientos de lado para centrarse en ella. Con una mirada de arriba hacia abajo logró escanearla en menos de dos segundos. Su cabello revuelto y apenas peinado con sus dedos, su ropa toda corrida, sus pies descalzos y el maquillaje todo corrido. Qué lindo desastre.

—Buenos días para vos también —respondió, dando por finalizado su análisis sobre la morocha para darle un sorbo a su mate—. Te ofrecería, pero para tragarme la waska de mi hermano la posta es que paso.

Mia negó con la cabeza, mordiéndose el labio inferior con una sonrisa. — Qué asqueroso que sos. — dijo, moviendo una de las sillas frente a él para sentarse— Envidioso, en realidad.

—¿Envidioso? —preguntó, cebando un mate para pasárselo. Mia asintió, estirándose hacia el mate para agarrarlo y darle un buen sorbo. Su cara de satisfacción fue imposible de evitar y tal vez Enzo no tendría que haber pensado en todas las imágenes que se le vinieron a la cabeza con ese simple gesto— ¿Tanto querías que te escuche anoche?

La pregunta fue corta y concisa. Mia se atragantó con el mate y comenzó a toser escuchando las risas burlonas de fondo provenientes de Enzo. Ese pibe no tenía pelos en la lengua, era directo y atrevido, ni siquiera le importaba estar en el comedor de sus papás para soltar algo como eso.

—¿Qué decís, pelotudo? — dijo la morocha una vez que se recuperó, aclarando su garganta para volver a llevar el mate a su boca en el vago intento de hacer como si nada.

—Ah, mirá como arrugaste eh. — dijo él sonriéndole, agarrando el mate una vez que Mia se lo pasó— Bien que te haces la piola y no te dá. —agregó, echándole agua al mate sin sacar esa sonrisita egocéntrica de su cara de dormido que Mia deseaba borrar de una trompada. Enzo llevó el mate a su boca, levantando la vista hacia ella en una mirada que Mia no terminó de descifrar sinó hasta que  lo escuchó hablar— Conmigo hubieras gritado más.

La boca de la morocha se entreabrió por la sorpresa. Ese estado de anonadada en el que había quedado no duró mucho más porque está vez no iba a achicarse.

—¿Vos decís? Porque con lo que vi en Bariloche seguramente no hiciste acabar a una mina una sola vez en tu vida.

Enzo odiaba tener que quedarse con la palabra en la boca, pero se vio obligado a ello cuando se escuchó a alguien bajar las escaleras. Mia abrió los brazos hacia su novio, haciendo piquito para su beso de buenos días y Enzo simplemente saludó a Rodrigo con una sonrisa totalmente falsa.

ESCÁNDALO ━ enzo fernandezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora