23. El cielo

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Emilia

Había pasado una semana desde el inicio del torneo de primavera, hemos pasado algunos días entrenando, la entrenadora sigue un poco enfadada con nosotras por aquel partido, más conmigo y con Eliza, ella por haber llegado tarde, yo por distracciones. Me justifico diciendo que la mirada de aquella presidenta me incomodaba un poco —por no decir que era muy, muy incómoda, en realidad—, pero no podía justificarme con eso con la entrenadora.

Christine y yo no hemos vuelvo hablar personalmente desde ese día, pero no hemos dejado de escribirnos.

—Matthews, Jones. ¡Diez vueltas a la cancha, pero ya!

Le di el balón a Melissa para dar las vueltas que la entrenadora pidió, escuché a mi mejor amiga llegar junto a mí.

—Se está poniendo muy exigente

—¿Tú crees?

—Pero ya le expliqué porque llegué tarde, no fue apropósito

—Sabes que a ella le vale un comino aquello, Eliza —bufo—. Por cierto, ¿por qué llegaste tarde? —rodó sus ojos

—Ya te lo expliqué, la conversación con Raúl se extendió un poco —enarqué una ceja

—Sí, haré que te creo

—Pasando a temas más interesantes —la miré de reojo—, la presidenta llegó a verte, sí que la traes loca —solté una carcajada

—No fue a verme a mí —Eliza enarco una ceja

—Por favor, Eliza. Es la presidenta de quien hablamos, tiene compromisos con la escuela que cumplir —negué— estaba ahí para ver los partidos, es todo

—¿Por qué siento que hay algo que no me has contado? —fruncí mi ceño— Sí, no me has dicho algo, anda escupe

—No hay nada que decir —soltó una carcajada

—Sí, haré que te creo —la mire mal al ver que había usado mis propias palabras en mi contra

Iba a contestar, pero un pitido de silbato nos hizo sobre saltar.

—¡Matthews, Jones! No están en un parque ¡dense prisa!

Aceleramos el paso.

Después de haber terminado las diez vueltas, fuimos hasta la banca donde las chicas se encontraban.

—Muy bien señoritas, es todo por hoy, nos veremos el lunes

—Por fin —murmuro Eliza

—Matthews, Jones, Baker y Anderson, guarden todo en la bodega —Eliza la miro incrédula—, las demás ya pueden irse

—Hija de puta

—Eliza

—¿Qué?, es una cabrona

—Sí, lo es. Pero deja de decir eso —regañe

—Si te hubiera escuchado te deja en la banca un mes entero —comento Janet antes de ir por las cosas

La mitad de las chicas se fueron, Melissa, Gabriela y Dennis nos ayudaron a guardar todo, para poder irnos rápido. Entre una y otra queja de Eliza, terminamos de guardar los conos, los balones, y todo lo demás que usábamos para entrenar.

Nos subimos a mi auto una vez que nos despedimos de las chicas.

—Te juro que estoy muerta —solté una risa, salí del estacionamiento

—Vamos a tu casa a tomar algo —asentí sin apartar la mirada de la carretera—, pero pasemos por unas cosas, dudo que tus padres tengan cervezas en su heladera —solté una risa

Un juego a la vezOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz