Tarde

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Tarde, tarde, tarde.

Era todo lo que pasaba por mi mente.

Llegaría tarde al instituto por tercera vez en la semana y no me dejarían entrar. Lo que menos necesito es otro llamado de atención de parte de la directora Sara. - Pensé mientras salía de mi habitación-.

Al salir me topé con María, mi mejor amiga desde siempre, tenía mala cara, el uniforme mal puesto y los zapatos en la mano, después le preguntaría la razón. Ambas bajamos al comedor donde estaban sus padres sentados en la mesa, desayunando como habitualmente lo hacían.

Di los buenos días a la vez que tomaba un pan tostado para el camino, no era nada nuevo, siempre iba tarde y estaba acostumbrada.

El autobús llegaría en cualquier momento y María parecía indiferente a la hora, por lo que la apresuré mientras guardaba los libros en mi mochila, mirando el autobús llegar de reojo por la ventana de la cocina.

Nos despedimos de sus padres y salimos a toda prisa hacia la parada del autobús en la esquina de la calle, subí al autobús y María siguió su camino, doblando en la calle.

Esa era la situación: María no se dirigía al instituto. Y no porque fuera una rebelde y se fugara de clases para pasar el rato con su novio, de hecho, ni una de esas causas se asemejaba a la situación.
María era prostituta en el prostibulo local, no lo hacía por gusto, ni mucho menos, la razón era bastante simple.
Había sido expulsada del instituto por "alterar el orden público" según los rectores. A María le chupaba medio huevo la sanción pero sabía que sus padres la echarían de casa si se enteraban y la solución más fácil para ella fue buscar empleo de medio tiempo en el "Hong Kong".

La situación resultaba bastante irónica, ya que María era lesbiana y sentía cierto disgusto por los hombres, ¿quién no?.

Cuando me sugirió su idea, estuve completamente en desacuerdo, incluso peleamos por ello. Pero, al fin y al cabo, María no cambiaría de opinión así que no tuve otra opción más que ayudarla y cubrir sus mentiras.

Por lo que, todas las mañanas tomábamos diferentes caminos. María tomaba un taxi hacia el "Hong Kong" y yo el autobús hacia el instituto.

Elegí el primer asiento que vi y me senté para esperar mi destino. El camino no era largo, unos 15 minutos a lo mucho, por lo que tenía posibilidad de llegar no tan tarde.

Me tragué mis palabras al notar la hora en mi celular: 7:09.

Decidí no preocuparme, ya que la primera clase del Viernes era matemáticas y la profesora Rivera no era estricta, por lo que no me apresuré.
Camine por el pasillo hasta mi salón, saludando a varios de mis compañeros en el recorrido, estaba por llegar al aula pensando en que excusa pondría ante mi retraso, una que no haya usado antes.

Abrí la puerta con cautela y asome un poco mi cabeza, tenía que parecer apenada, y así era.

Todos los alumnos voltearon a verme, lo que era normal, lo que no fue usual fue el hombre desconocido que se encontraba de pie frente a la pizarra, con traje, pelo despeinado y castaño, con unos lentes redondos en su rostro, era bastante guapo.

Abrí los ojos como platos, sonrojándome por la vergüenza y pensando que me habría equivocado de salón.

Iba a disculparme y retirarme cuando divisé a una de mis mejores amigas, Paulina, sentada viéndome con cierta lástima. Al verla me tranquilice un poco pero eso no respondió mi duda hacía el hombre parado frente a mis narices.

-¿Necesita algo?- Me preguntó el hombre con cierta indignación, podía notarlo en su rostro y tono de voz.

-¿Y la profesora Rivera?- Fue lo primero que salió de mi boca. Mala idea. Supuse al ver la cara de enojo del hombre.

Ecuaciones en la cama Where stories live. Discover now