Prólogo

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Su corazón latía con una intensidad abrumadora mientras el elevador se deslizaba hacia el piso deseado. Una voz interna, insistente, le susurraba que todo era una farsa, que las palabras que le habían dicho eran puras mentiras. Sin embargo, otra parte de ella, frágil y titubeante, le aseguraba que era tan real como los profundos cambios que habían sacudido su vida.

El sonido del timbre que marcaba su destino la hizo sentir una ansiedad incontrolable. Apenas salió del ascensor, se precipitó hacia la habitación con una urgencia avasalladora. Anhelaba desesperadamente la verdad, sin importar las consecuencias ni a quiénes dejaría atrás.

Sus manos temblorosas sacaron la llave de su bolsillo y la introdujeron en la cerradura con la esperanza de no hacer ruido. La presión en su pecho se volvía insoportable, pero lo que verdaderamente la hizo sentir que se ahogaba fue lo que descubrió al abrir la puerta de la habitación.

El hombre con el que había compartido ocho años de su vida yacía en la cama que ambos solían compartir, pero no estaba solo. Una mujer voluptuosa se movía con frenesí sobre él, llenando la habitación con gemidos de placer que parecían contaminar el silencio, como un veneno corrosivo para su alma.

En ese momento su corazón se rompió con una brutalidad aterradora. Tanto que no pudo evitar soltar un chillido de sorpresa, sonido cargado de asombro, traición y un dolor inmenso que resonó en la habitación con una fuerza abrumadora. Fue tan estruendoso que su novio, en medio del engaño, la miró de reojo.

—¡Giselle! —su novio clamó su nombre desesperadamente, pero ella permaneció inmóvil, sus ojos fijos en la dolorosa escena mientras él separaba a la mujer que parecía igualmente sorprendida y avergonzada—. Cariño, por favor, déjame explicarlo.

—Gis... —una voz más profunda y grave llegó desde detrás de ella, llena de consternación—. Maldición, Mickael.

El amigo de Giselle la había seguido desde el restaurante, y en ese momento, agradeció profundamente que lo hubiera hecho, porque la situación que se presentaba era mucho más devastadora de lo que jamás habría imaginado.

—Cariño, necesitamos hablar —dijo el hombre pelirrojo, mientras se apresuraba a ponerse unos shorts.

Los ojos ámbar de Giselle se movieron de su novio a la mujer en su cama, quien se aferraba a las sábanas. Sábanas que ella misma había comprado para ese lecho que había compartido con él, con el amor de su vida. Un nudo de dolor y traición se formó en su garganta mientras observaba la escena, un amargo recordatorio de lo que alguna vez habían compartido.

—Vamos, te saco de aquí —el pelinegro pasó su brazo alrededor de la espalda de Giselle para intentar moverla.

—Quita tus asquerosas manos, Kyle. ¿A dónde demonios piensas llevar a mi novia? —Mickael tomó a la rubia del brazo para alejarla de su amigo.

—¡NO ME TOQUES! —Giselle se zafó bruscamente de su agarre y se alejó de él con desesperación.

—Ya la escuchaste —dijo Kyle, tratando de mantener la calma.

—Tú, cállate —escupió el pelirrojo—. Cariño, esto tiene una explicación.

—La única explicación que tiene es que soy una idiota —Giselle respiró con dificultad—. Terminamos.

A pesar de sus palabras, Giselle se mantenía inmóvil en su lugar.

—Esta es nuestra casa, es...

—Y esa era nuestra cama —su mirada oscilaba entre su novio y la mujer que se vestía—, y tú la ensuciaste. ¿Desde cuándo?

—Cariño, es que...

—No te pregunté a ti —sus piernas comenzaron a moverse, cruzando la habitación para acercarse a la mujer—. Más te vale que me digas la verdad. ¿Desde cuándo?

Call MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora