EPÍLOGO

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Las nubes color ceniza cubrían el cielo dándole un aspecto sombrío a aquel día primaveral.

La lluvia refrescaba el césped de la pradera y creaba pequeños charcos a los cuáles acudían aves y mamíferos pequeños para probar de su agua. 

Un grupo de personas se reunía frente a un gran árbol donde reposaba una lápida en honor a Fred Weasley, el corazón valiente que iluminó el mundo con su humor, su memoria perdurará en nuestra alma.

Toda la familia se inclinaba ante su sepulcro, dejando ofrendas, flores y recitando sus palabras de condolencias. Harry, Hermione y miembros de la Orden mostraban sus respetos de la misma forma.

La tormenta amenazaba con aproximarse. Se habían encargado de proteger el lugar ante por si un relámpago descargaba contra la tumba.

Duró alrededor de veinte minutos cuando la llovizna empezaba a embarrar el suelo y a caer sobre ellos de manera violenta.

Empezaron a entrar a La Madriguera para refugiarse no sin antes tocar la lápida de su ser querido caído en batalla.

Únicamente George, el restante de los gemelos, se negaba a separarse de su hermano. Su madre hace por levantarlo, pero le quedan pocas fuerzas para insistir. Finalmente, se queda solo, debajo del árbol completamente empapado.

-Le he arrebatado la mitad de su alma. Él era su pilar.

Kristel había estado presente en todo momento visualizando a lo lejos el funeral. Nadie la vería con este temporal.

Se lamentaba por ver al gemelo llorar a su igual. Trasmitiéndole las mismas emociones lágrimas caían por su rostro, ante la dureza de la escena. No conocía a personas con la afinidad que compartían los gemelos George y Fred Weasley. Le venían recuerdos en la Mansión Hadeeville, de ambos chicos corriendo de un lado a otro, haciendo gamberradas a todos los huéspedes y probando sus creaciones que posteriormente, venderían en la tienda de Artilugios Weasley. Se preguntaba que ocurriría con el negocio, George debía cumplir con los deseos de su hermano y continuar su legado.

George se arrodilla para dejar algo sobre la lápida y la besa. Se levanta cabizbajo y comienza a caminar hacia el interior de su casa. Allí se haría una comida para conmemorar a aquel espíritu libre y aventurero que tanto extrañaban.

-Iremos juntos -Draco que había estado junto a Kristel se acerca a ella, le ofrece su mano y avanzan por el prado. Van encapuchados para protegerse de la lluvia y dar una figura discreta.

Se inclinan frente a robledal. Se quitan los guantes para posar sus manos en la lápida, y honrar a su persona. Dejan unas flores encima de ella, junto a una túnica de la equitación de Quidditch de Gryffindor, unas gominolas explosivas de Artilugios Weasley, su varita y una que otra carta de despedida.

Draco siempre había admirado a los gemelos por su humor hacia la vida y sus travesuras. Recuerda el séptimo año que lanzaron fuegos artificiales durante los TIMOS e hicieron volar a Umbridge por los aires.

Ríe ante la tontería. Kristel esboza una pequeña sonrisa también hacia su propio añoro.

-Te daré unos minutos -le susurra Draco. La besa en la mejilla y la deja sola para despedirse por última vez.

-Aquí estamos otra vez tú y yo Freddie -comienza a hablar Kristel. -No me olvidaré de aquel día en el que entraron todos los chicos a mi habitación y os quedasteis embobados cuando me visteis salir del baño, o cuando tu hermano interrumpió... aquel momento. Ese tipo de relación ya ha quedado en el pasado, pero siempre quedará conmigo aquellas risas, momentos accidentales, aquella química, aquella paz y energía que me trasmitías -su voz se quiebra y se tapa la cara con las manos para llorar. -No me puedo creer no estés aquí. Si me estás escuchando desde alguna parte, quiero que sepas que nunca quise esto, siempre traté de protegeros o alejarme si vuestra vida corría peligro, pero no pude evitar la desgracia. Siento que tu familia tenga que pasar por esto, y que George haya perdido su otra mitad, así como yo lo he hecho, y todo por . Lo siento, lo siento tanto.

Kristel saca de su chaqueta una carta, en la que se leía para mi chico pelirrojo. La deja en la tumba entre las flores.

-Dolerá mucho cargar con la culpa y tu ausencia. Puedo oír en mi mente tu voz diciendo: la muerte no ha podido resistirse a mis encantos y me ha llevado con ella. Sonríe ante la posible justificación del Weasley. No esperes que sane, viviré con ello, pero lo haré con humor como tú siempre has querido que lo hiciera.

Kristel se levanta temblorosa. Sus ojos siguen rojos he hinchados, y empieza a coger frío a causa del viento y su pelo mojado. Podría haber realizado un encantamiento para no mojarse, pero era una muestra para cumplir penitencia.

-Vamos, debemos volver. Alyssa y Julius nos esperan en casa.

Draco y Kristel abandonan el sepulcro de su amigo y caminan por la pradera antes de desaparecerse del lugar.

-¿Crees que descansa en paz? -pregunta la chica.

-Sí, mofándose de nosotros por hacerle este espectáculo.

Ambos ríen ante aquella imagen. Habían pasado tres días desde que finalizó la Batalla de Hogwarts. El mundo mágico aún estaba homenajeando a todas las víctimas fallecidas y poco a poco mentalizándose del nuevo comienzo. Los mortífagos y colaboradores sobrevivientes del lado oscuro habían sido condenados a toda su vida a Azkaban, por lo que de momento se vivía con un tanto alivio.

-Todo irá a mejor. Dale tiempo.

Kristel pierde el equilibrio y por poco se desploma. Draco la toma. Sus pupilas se dilatan por un segundo y vuelven a su aspecto normal. La chica baja sus ojos al anillo alarmada, aún vive con la pesadilla.

-Tranquila, no pasa nada. Solo debes descansar -dice. Teme por el estado de su amada.

Desaparecen del lugar y con ello sus anteriores vidas. Parte de la persona que llevaban dentro la dejaban allí, pero siempre permanecería su esencia, como aquello que simbolizaba lo eterno y que no podía ser destruido.

La Reina FlamanteWhere stories live. Discover now