Cambio de planes

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Sebastián empujó a Hamlet para que caminara más rápido hacia el edificio principal. El príncipe tenía las manos atadas a su espalda y murmuraba palabras en danés poco amigables. Se sentía humillado, en ese mundo su título no significaba nada y todos le pasaban por encima cuando querían. La solución para todos sus problemas era simple, debía obtener ese libro mágico que mencionaron los estudiantes.

Cruzaron a través de las sombras del campus para no ser vistos, como Holmes les había indicado. Al lograr ingresar al edificio, Sebastian llevó al príncipe bajo las escaleras, cerca de la puerta que daba al sótano.

-Sigue el plan al pie de la letra y no tendrás problemas- gruñó Moran desatando sus manos. -Y no intentes nada gracioso o yo mismo te clavaré una espada

Hamlet se acarició las muñecas y le devolvió una mirada odiosa.

-Repite lo que debes hacer

-Encontrar al profesor y comunicarle que lo estaré esperando en la torre cuando el sol se ponga para vengar a John por intentar arrancarle la vida

-Básicamente. Ni una palabra más, ni una palabra menos. Entras, y si tienes suerte, sales. Sabremos que no lo lograste si no apareces en la biblioteca en la próxima hora

-Cuenta conmigo, rudo guardaespaldas. Jamás traicionaría a John

-Él cuenta con eso. Yo, por otra parte, estaré vigilando. Ahora vete

Sebastian se cruzó de brazos esperando que el príncipe tomara valor para entrar a la boca del lobo. Hamlet abrió la puerta como si nada y desapareció en las escaleras. Cuando la puerta se cerró tras él, el príncipe disminuyó su ritmo y bajó con pasos cuidadosos, no quería alertar a los enemigos.

Cuando llegó al último escalón tragó saliva y asomó la cabeza al área donde se abría el sótano. Extrañamente no había nadie. ¿Qué eran, las 10 de la mañana? No podían haber actuado tan pronto. Si era así el plan cambiaba por completo y debía dar aviso para que no encontraran a John.
Pero al darse la vuelta encontró una figura bloqueando su camino.

-¿Buscabas a alguien?

Hamlet no reconoció a esa persona, pero su sonrisa y las tijeras en sus manos le indicaron que era alguien peligroso. Retrocedió lentamente manteniendo la mirada en el extraño, él se acercaba abriendo y cerrando las tijeras, soltando una maniática risa por lo bajo, sus ojos eran el reflejo de la locura.

-¿Quién sois vos?

-Solo un humilde servidor público

-No quiero a un simple sirviente. ¿Dónde se encuentra El Profesor?

-¿Quién lo busca?

-La nobleza. Busco llegar a un acuerdo

-¿Nobleza?- el Doctor rió mas fuerte sorprendiendo al príncipe. -¡Mis locos favoritos! No te cobraré la consulta

Alcanzó el brazo del príncipe con un fuerte agarre y sacó una jeringa de su bata. En cuanto la aguja atravesó su piel, Hamlet perdió fuerzas para defenderse y en segundos perdió la conciencia.

💀💀💀

Sebastian se cruzó a Sherlock dejando el edificio en su regresó a la biblioteca.

-¿A dónde vas?

-Tengo una charla pendiente con el decano. ¿Tú qué haces aquí? ¿No se supone que deberías esperar al príncipe?

-Su majestad no salió después de cinco minutos. Ya lo di por muerto

-Que positivo

-¿Watson sigue adentro? Tenemos entrenamiento

-Sí. Pero en lugar de tener una charla de equipo sobre patear un balón creo que deberías regresar a vigilar el sótano

-Tranquilo, Odette. Estarán allí abajo hasta que te pierdas tu forma de ganso y vuelvas a bailar. Además, no creo que se arriesguen a salir en plena luz del día y a la vista de todos

-No creas que conoces sus movimientos, son impredecibles. Y para tu información es un cisne, no un ganso

-Lo que digas

Sebastian entró a la biblioteca chocando hombros con Sherlock. El joven bailarín tuvo un mal presentimiento desde que le contaron todos los sucesos pasados y, al igual que Moran, tampoco confiaba en Hamlet. Por eso quería que tuvieran ojos en él, pero también había que mantener a cierto decano al márgen.

💀💀💀

Hamlet despertó con un palpitante dolor de cabeza. Una luz blanca lo cegó unos instantes y escuchó una risa proveniente de la oscuridad.

-¿Ya estás despierto?

La luz se sacudió inquietando su visión. Sentía el cuerpo apretado, apenas podía moverse. La linterna se alejó de su rostro y una luz mas cálida iluminó el sótano desde una sucia bombilla en el techo. Hamlet descubrió su cuerpo aprisionado por cuerdas a una silla. Por alguna razón tampoco tenía zapatos, lo supo al sentir el charco de agua bajo sus pies. Sintió movimientos detrás suyo y fue sorprendido por un agarre en sus hombros.

-Vamos a divertirnos mucho tú y yo, su alteza

-¡Sueltame! ¿Acaso eres el verdadero Laertes?

-No conozco a ese hombre, pero le agendaré una cita cuando acabe contigo

El doctor rodeó la silla para estar cara a cara con él y retrocedió poco a poco con una inquietante sonrisa.
Se volteó hacia una pila de chatarra en cuclillas y comenzó a rebuscar en ella. Hamlet forcejeaba con sus ataduras mientras intentaba librarse con palabras.

-¡Espera! ¡Podemos llegar a un acuerdo! Dejame hablar con tu líder

-Rojo, azul, rojo, azul- canturreó el doctor ignorando al príncipe.

-¡Escucha! Puedo darte otras víctimas para tus oscuras torturas

El doctor alzó y ladeó la cabeza sin voltear a verlo.

-¿Otro paciente? Eso suena bien- Se puso de pie y se dió la vuelta sosteniendo dos cables pelados. -Espero que resistan más que usted

Acercó los extremos entre sí creando chispas que asustaron al príncipe y caminó hasta él lentamente.

-¿Qué es eso?

-¿No lo sabes? Se llama electricidad- Sus botas se detuvieron al borde del charco de agua. -¿Y sabes lo que pasa cuando toca el agua? Todo se convierte en un gran conductor de corriente

-¡No sabrás donde encontrar a los otros si os deshaceis de mí!

-Es un riesgo que estoy dispuesto a correr

-¡No lo hagas! ¡Debo proteger a John! ¡Es mi deber, no puedo dejarlo solo!

Su cuerpo sacudió toda la silla luchando contra las cuerdas. El doctor vio deleitado la desesperación en su mirada.

-No te preocupes. No le tocaré ni un pelo al jovencito

Hamlet clavó su mirada en los cables alzado en el aire sin conocer su peligro. Bennett se sonrió y pasó la lengua por sus dientes.

-Él tiene cita con el profesor

Dejó caer los cables y juntó las manos detrás de su espalda disfrutando los gritos de dolor mientras su silueta se dibujaba en la pared con los fuertes destellos. De su bolsillo sacó un bisturí y lo giró entre sus dedos enguantados listo para el siguiente paso.

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