CAPÍTULO 19

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Hace mucho no estaba tan ocupada, ha pasado casi una semana y aun así, toda esta situación es tan emocionante, que apenas estoy sintiendo el correr del tiempo.

He revisado minuciosamente todo una y otra vez, incluso hasta cobré el favor al desconocido del billar, le pedí que me consiga uno de esos perros que están entrenados para detectar drogas, yo no sé dónde conseguir uno, así que es más fácil lanzarle el problema a alguien más.

Oliver me está contando, muerto de risa, que el tal Pablo se atrevió a llamarlo para pedirle ayuda.  Estaba estresado, por lo difícil que es conseguir uno de esos animales, así que quiere que Oliver me haga cambiar la petición. 

—¿Qué harás con ese perro después? —amo las videollamadas, me permite apreciar lo que es mío mientras hablamos.

—No estoy segura —digo mientras organizo sobre la cama los diferentes aderezos que usaré con la ropa elegida para cada día —pero no lo puedo tener en el apartamento y tampoco en alguna de las galerías, eso llama mucho la atención.

—Es cierto —detengo mi actividad para verlo empijamar, él sabe que amo verlo hacer eso —yo podría tenerlo en la fábrica —propone.

—No es mala idea —contesto algo dudosa —pero todavía no confío en este mundo, así que no pienso arriesgarte a alguna trampa del hombre del billar o puede que de Pablo.

—¿A qué te refieres? —lo veo tomar el celular para entrar al baño a cepillarse 

—A que no tengo su respeto ni su temor, soy mujer y eso quiere decir que debo ser mejor que un hombre para que me tengan en cuenta —lo veo enjuagar su boca y escupir en el lavamanos.

—No me gusta la opción que te queda —me dice tomando el celular y parando el resto de sus actividades —no te quiero cerca de Richard.

—¿Celoso? —lo veo juntar sus cejas y eso hace que sus bellos ojos grises sobresalgan aún más.

—No estoy seguro de que te llama más la atención, si ese mundo o el mismo Richard —últimamente no peleamos, pero la situación sí se pone tensa cuando el tema llega a Richard. 

—Es imposible no tener contacto con Richard —le muestro lo obvio.

—Lo sé, pero una cosa es lo estrictamente necesario, pero esto es un adicional —me dice con algo de enojo en su voz.

—No voy a dejar en la calle un perro tan difícil de conseguir —no soy tonta para pensar en algo así —además que ahora que lo dices, él tiene una finca en la cual nadie se dará cuenta si tiene un perro de más y no puede haber trampa para el "Patrón" sin pensar en las repercusiones. 

No entiendo como no he llegado sola a esa conclusión, es increíble que pueda llegar a ella gracias a los celos de Oliver.  Su silencio me confirma que tengo razón y que él no tiene una mejor solución.

—Ten presente que el perro nos será útil a los dos —lo escucho suspirar derrotado.

—Lo sé, pero sigue sin gustarme, estaría más tranquilo si pudiera acompañarte.

—No puedes, estás a tope con la fábrica —luego le muestro una pequeña bolsita con el logo de Victoria's Secret —además tal vez esta imagen motive la espera.

Lo miro sonreír.

 —Sabes que eso no te funcionará siempre, ¿verdad, bebé? —sonrío al saber que por el momento está apaciguado, aunque no me agrade que gracias a mamá, él adoptara ese término "bebé" para molestarme.

—Pero lo aprovecharé mientras pueda —le guiño el ojo y termino la llamada.

***********

Debo salir muy temprano para viajar con mis artistas, así que hago todo el esfuerzo por dormir temprano, lástima que uno no tiene una especie de interruptor con el cual programarse para descansar, pues tres horas y media fue todo lo que consigo, eso y un mal sueño.

Doy muchas vueltas en la cama y sin querer empiezo a reconstruir los eventos del último mes, sintiendo que he vivido mucho más en ese tiempo que en los últimos diez años. Muchos sentimientos se arremolinan en mi pecho, impidiendo que uno sobresalga, pero pude identificarlos, el miedo encabezaba la lista, seguido por el aburrimiento, deseo, lujuria y finalmente la curiosidad.

Me acurruco en la cama y me abrazo a mí misma hasta que el sueño me arrastra de nuevo a la bella mansión de pisos de mármol, baile con música clásica, vestido acartonado y peinado pomposo, aquel sueño a blanco y negro en el cual no puedo respirar.

Estoy girando como si fuera una muñeca dentro de una caja de música, cuando se forma ante mí un camino amarillo que atrae automáticamente mi atención.  Intento seguirlo, pero las manos de mi compañero de baile me tienen fuertemente aprisionada, así que sigo girando y girando, mientras mi cabeza da vueltas en una y otra dirección para no perder de vista hasta dónde llega el camino.

Luego me veo a todo color parada en el balcón del segundo piso, moviendo reprobatoriamente la cabeza en mi dirección, como diciéndome lo decepcionada que estoy de mí misma.  El camino amarillo llegaba a mi otro yo, quien desaparece entre el resto de la gente.

Despierto con un sentimiento de impotencia vibrando en mi pecho y los ojos húmedos, pero aún no han caído lágrimas por mi rostro.  Creí que mis sueños estaban controlados, pero volvieron y justo ahora, no puedo desconectarme del mundo y ahogar mis miedos en alcohol y malas decisiones.

Aprieto mis puños clavando las uñas en las palmas de mis manos hasta dejar pequeñas marcas que tardan poco tiempo en desaparecer, no pudiendo aceptar lo absurda que es mi mente para darme un sueño así.

—¿En serio subconsciente? ¿Es lo mejor que tienes? —me reprocho a mí misma en voz alta —¿Acaso crees que somos Dorothy del Mago de Oz?

Hay algo que toda la vida le he escuchado a mi madre y es que cuando peor te sientas, mejor cara debes poner ante el mundo y eso es algo que siempre he hecho, me empujo a sonreír y verme fuerte, así me esté desmoronando por dentro.

Es mucha la gente que se deja llevar por las apariencias, una mirada soberbia, una sonrisa de suficiencia, una postura erguida y ropa fina, casi siempre es suficiente para avanzar en la vida, al menos en la parte social de la vida.

El espejo me deja mirar con claridad unas marcadas ojeras, así que debo usar todos los trucos que conozco para recomponer mi apariencia y verme mejor que nunca, así que hoy añado un corrector de ojeras y un iluminador a mi maquillaje habitual.

Ensayo mi sonrisa ante el espejo antes de tomar mi bolso y dar oficialmente el primer paso hacia algo que indudablemente puede cambiar mi vida.  

En unas horas sabré si puedo realmente hacerme a un nombre, por mí misma.   

—Todo o nada —digo una vez atravieso la puerta de mi apartamento.

—Todo o nada —digo una vez atravieso la puerta de mi apartamento

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