CAPÍTULO 48

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Despierto muy temprano, incluso unos minutos antes de que suene la alarma de mi celular, hago un pequeño estiramiento de brazos sobre mi cabeza, antes de poner en marcha todo lo que tengo que hacer el día de hoy.

Tras tomar mi reglamentaria taza de café y desayunar, pido a uno de los muchachos del personal que remita mi hermosa escultura del galgo a nuestra residencia en San Antonio, leyeron bien, a nuestra residencia en San Antonio.  Es muy importante que tenga un gran moño rojo y me aseguraré de tener una cámara en la mano, para grabar la cara que pondrá Richard al verlo.

No es por nada, pero me miro al espejo y hoy estoy fabulosa, o tal vez me veo así, por lo bien que me siento en este momento, el peso sobre mis hombros ya no está y creo que el espíritu de maldad está fluyendo en mí.

—Hola, cariño —le digo con voz melosa a Oliver, muy a las 7:00 am —ya decidí cuál será mi vestido de novia y tenemos aún minucias que discutir, cielo, además, tengo muchas ganas de verte ¿Puedes venir?

El hombre se queda callado por unos pocos segundos y luego responde.

—Claro que si bebé, no sabes cuanto me emociona que me llames y siempre tengo ganas locas por verte, es muy temprano aún, así que supongo que podremos almorzar juntos.  Su respuesta es perfecta para mis planes.  Mis padres estarán toda la mañana en la sede de campaña y en la noche está programado el cierre del evento, al cual debo asistir, en calidad de hija de la familia Rajoy.

Hago un par de llamadas a algunos conocidos de la prensa, cuadrando así, lo que necesito para el evento esta noche, ahora solo falta Oliver.

Oliver resulta ser una desagradable sorpresa, el hombre bueno y decente que creí que era, realmente no existe, al menos eso es lo que espero comprobar en unas cuantas horas, así que me concentro en mi pc, e inicio con la creación del documento que me sacará de dudas.

 No soy una experta realizando capitulaciones prematrimoniales, pero me doy mis mañas, con la redacción del documento.  Casi tres horas duro puliendo el escrito, consultando una norma y luego otra, pero por fin, el documento toma forma y lo imprimo por triplicado.

Sobre la una de la tarde, suena el timbre de la puerta y me mentalizo en ser una prometida, amorosa, ilusionada y llena de lujuria.  Obviamente no me encanta la idea, pero es necesaria la actuación, aunque sinceramente también estoy cruzando los dedos para que no exista forma en que Richard se entere de mi numerito, si no, no quiero ni imaginar el problema en que me meto y lo que le hace a Oliver.

Oliver no es santo de mi devoción ahora, pero tampoco quiero tenerlo pesando en mi conciencia.

—Te demoraste mucho cielo —y me acerco a él muy alegre, halando de su brazo para llevarlo a la biblioteca en que le escuché la llamada.

El hombre no dice nada, aparentemente sorprendido por mi cambio tan abrupto de actitud, pero yo continúo como si nada, cierro la puerta y me apodero de sus labios.  El condenado besa bien, eso debo abonárselo, pues sorprendido o no, supo tomar el control de la situación en cuestión de segundos.

Mi boca fue asaltada por su lengua de manera tan lasciva, que no puedo negar que realmente me excitó.  Cuando quedamos sin aliento, separo mi rostro del suyo y lo miro seductoramente.

Puedo ver el deseo reflejado en su rostro y sentirla perfectamente en otra parte de él, haciéndome suponer que lleva muchos días sin acción real su amigo.

—Hola, bebé —dice por fin después de recuperar un poco el aliento —¿Qué hice para ganarme este excelente recibimiento?

Lo miro con ojos pícaros y es hora de poner de verdad en marcha todo.  Mi mano se desliza por su pecho y digo.

—Tú, nada, pero he tenido una interesante charla con mamá y creo que he sido una tonta, ella me ha hecho caer en cuenta que me has acompañado todo este tiempo, me has tenido paciencia con lo de mi amnesia, eres un hombre lindo, trabajador y no estás interesado en la fortuna de la familia.  

Su mirada permanece expectante, aunque sus brazos aún no me han soltado.

—Por eso he decidido —me escapo de sus brazos y dejo ver el largo forro que supone cubre mi hermoso vestido de novia —escaparnos esta misma noche a las vegas, junto con este hermoso vestido y casarnos.

Veo como su rostro se ilumina y casi puedo sentir la vibra de felicidad que expide su cuerpo.

—Solo quiero que firmes esto, para que esta Lorena de ahora, pueda dejar en el pasado todas sus dudas y entregarse por completo a ti.

Su mirada cambia a una de confusión, cuando toma el documento que señalo en el escritorio.

—Lorena, esto es ridículo, ¿acaso no confías en mí? 

—Amor, compréndeme, he llegado a la conclusión que teniendo la cabeza en este estado, esto es quizás lo que elimine todas las dudas tontas que tengo y no puedo controlar y así seremos felices, ¿acaso no estás de acuerdo conmigo?

Borro de mi mirada todo signo de coquetería y levanto una ceja.

—¿O es que temes que apenas recupere la memoria, pida el divorcio y te deje sin nada?

El hombre pierde todos los colores, pero tiene los pantalones suficientes para hablar y mirarme a la cara. 

—No es lo que tú piensas, Lorena.

—¿Qué estoy pensando Oliver? ¿Qué intentaste aprovecharte de mí cuando estaba indefensa? ¿Acaso es mentira que al momento del atentado ya no teníamos nada? ¿No te dejé claro que amo a Richard? Dime que es lo que no estoy pensando.

Lo veo pasar sus manos con desesperación por su cabello y presionar su cuello.

—Los problemas eran mucho más grandes, Lorena, no solo era la fábrica.. —lo interrumpo.

—¿y no existía otra forma más que confabulándose con mis padres? ¿Acaso tan mala persona te parece que soy como para no haberte ayudado a buscar una solución y por eso decidiste actuar de la manera más rastreramente posible? 

—Eras mi solución más fácil, Lorena, pero también es porque sigo amándote, tú terminaste conmigo, pero yo no estaba listo para terminar, mis sentimientos siguen aquí —toca su pecho.

—Mala estrategia.

—Tus padres me lanzaron un salvavidas y yo lo aproveché.

—No quiero volver a saber de ti, en este momento, ni siquiera puedo considerarte un amigo, has dañado el recuerdo bonito que tenía de ti.

Salgo furiosa de la biblioteca y llamo al personal de seguridad.

—Lorena, no —alcanza a decir, antes de que lo saquen de la casa.

Mi vista se queda pegada en la puerta de salida y no puedo evitar pensar en que no entiendo, como alguna vez, consideré estar con él.

La llamada de Richard suena dos minutos después y siento el corazón que se me va a salir del pecho, ¿será que Richard sabe lo que acabo de hacer? No puedo dejar que siga sonando, así que respondo.

—Aló.

—Hola mi reina, te tengo un regalo, prende el televisor.

—Hola mi reina, te tengo un regalo, prende el televisor

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