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A pesar de lo débil que me sentía, logré abandonar el bosque. El sol estaba despuntando en el horizonte cuando dejé la arboleda atrás, y sus luminosos rayos me hicieron sentir a salvo. Llegué al pueblo donde vivía mi abuela, todavía con el corazón acelerado. Corté un trozo de la tela de mi capa y me hice un torniquete sobre la herida en mi cuello. No dolía, pero palpitaba.

De hecho, ninguna parte de mi cuerpo dolía, con excepción de mi polla. Lo que invadía era una poderosa sensación de necesidad, de euforia desesperada. Todos mis sentidos estaban amplificados y mi piel ardía. Al mismo tiempo, jamás me había sentido más vivo.

Recorrí las calles del pueblo, sin poder quitarme los ojos de Taehyung de mi mente. No sabía que era más ridículo; haber descubierto que los hombres lobo eran reales, o que casi me follaba uno.

Y yo quería que me follara; con cada paso que me acercaba a la casa de mi abuela, mi cuerpo aumentaba de temperatura y pulsaba con más fuerza. Hasta me arrepentí de haber huido...

Una vez en la puerta de la casa de mi abuela, acomodé mi aspecto; no quería espantarla con mi historia del hombre lobo. Mi plan era pasar una tarde tranquila, y dejar atrás aquel episodio extraño.

Golpeé su puerta y mi abuela me recibió con sus enormes gafas y camisón.

— ¡Hoseokie! Que alegría verte....— su abrazo se sintió extraño, o tal vez yo estaba volviéndome loco.

— Yo también me alegro mucho de verte— la abracé y entre a su casa. Todo lucía igual que siempre, pero yo me sentía algo mareado. Deposité la canasta con provisiones sobre la mesa y una ola de calor me debilitó.

— ¿Qué ocurre, Hoseokie? Yo soy la enferma, no tú— mi abuela me sujetó con brazos extrañamente fuertes.

— Nada, abuela. No te preocupes — fingí una sonrisa y ella me ayudó a quitarme la capa roja.

Cuando ella no estaba viendo, me quite el torniquete del cuello, y para mi sorpresa, la herida había sanado completamente. Deslice las yemas de mis dedos por mi cuello y ni siquiera había rastros de la mordida del lobo.

¿Cómo era posible sanar tan rápido?

— Parece que tienes fiebre— la anciana presionó su mano en mi frente — ¿Por qué no te recuestas un poco en mi cama, querido?

— Tonterías....— respondí, pero apenas podía mantenerme de pie. Mi abuela me sostuvo una vez más en sus brazos y me cargó a su cama.

— Sí que eres fuerte, abuela...—murmure cuando ella me quitaba las botas y me arropaba.

La anciana me sonrió, y había algo extraño en su sonrisa. Sus colmillos eran puntiagudos y afilados, con un determinado aspecto bestial. Sus ojos también poseían un destello ámbar que me estremeció. Abrí la boca para hablar, pero la mujer me silenció.

— Duérmete ahora, querido....— me dijo. Su voz era más grave de lo normal. Pero yo no podía hablar, ni reaccionar. Estaba tan débil que sentí todo mi cuerpo rendirse, entregarse al sueño.

Mis sueños fueron febriles; teñidos de una extraña lujuria. Los ojos dorados de Taehyung me perseguían, sus dientes y uñas se hundían en mi carne mientras me follaba, y yo gritaba de dolor y placer. Pero también Jungkook estaba allí, mirándonos a la vez que se frotaba su polla enorme. Luego la enterraba en mi garganta mientras Taehyung me follaba el culo, reclamándome como suyo.

Desperté con mi cuerpo bañado en sudor, sobresaltado. Estaba recuperando mi aliento cuando noté que tenía una erección. Mierda, qué vergüenza, estar duro en la cama de mi abuela. Hasta que noté que mi abuela no estaba en el cuarto. También noté que mis manos y piernas habían sido atados a cada poste de la cama. Luché, tratando de zafarme, pero los nudos estaban bien ajustados en mis muñecas y tobillos. Aunque no tan ajustados como para lastimarme.

Mi abuela entró al dormitorio, usando su camisón floreado. Pero su andar ya no era lento ni encorvado, sino ágil y elegante como el de un depredador.

— ¿Qué está ocurriendo?— grité.

— ¿Acaso no me reconoces, Hoseokie?— la voz masculina y grave de Taehyung salió de la boca de mi abuela. En cuestión de segundos, la anciana se desvaneció y la forma de Taehyung tomó su lugar. — ¿Tan pronto me has olvidado?

El chico de la capa rojaWhere stories live. Discover now