cinco.

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Querido Jeongin:

¿Cómo estás, pequeño zorrito? ¡Ya es Navidad! De seguro debe estar cayendo mucha nieve allí, ¿te gusta eso? Recuerdo que te gustaba mucho jugar en ella, ¡Sung y Channie te perseguían y tú tratabas de correr de ellos, pero no podías! Tuve que detenerlos muchas veces porque te estabas ahogando por la risa, bebé.

¿Qué pediste de regalo? Espero que papá te haya entregado lo que sea que hayas pedido, si no, siempre puedes hacerle un berrinche, aunque ya estás algo grande para eso. No importa, Innie, hazlo rabiar, papá enojado es muy divertido.

He estado pensando en viajar, Jeonginnie, ¿no te gustaría que fuera una semana para allá y así poder vernos? ¡Me encantaría verte otra vez! Estoy seguro de que papá te dejaría salir conmigo, y puede que incluso... puede que Minjeong...

¿Por qué no lo piensas? Ya tienes trece años, Jeongin, ¿te gustaría conocerme? Si quieres hacerlo, por favor, bebé, envíame una carta y compraré un boleto hacia allá inmediatamente para que nos veamos. Pero si no quieres, está bien, no es necesario que respondas, tu silencio será respuesta suficiente, mi vida.

Piénsalo, por favor.

Bueno, ojalá te hayan dado muchos regalos, bebé hermoso, ten unas lindas celebraciones.

Con amor, mamá.

Jeongin terminó de leer la carta número quinientos setenta y dos, frotando sus ojos por el cansancio, y la dobló cuidadosamente. La dejó junto al resto de cartas leídas, quitando los rastros de lágrimas de sus mejillas.

Cada semana, Felix le envió una carta sin falta, contándole cosas de su vida diaria, platicándole sobre sus amigos, sus sueños, sus pensamientos, y sin importarle si sólo obtenía silencio. Algo pareció romperse en su interior porque pensar en eso, en su mamá hablándole catorce años a la nada, era algo demasiado doloroso y triste, algo que nadie debía pasar.

Jisung, a su lado, se removió y frotó sus ojos.

—¿Innie? —preguntó con tono somnoliento —¿No has dormido nada?

Sacudió su cabeza en una negativa.

Luego de que papá se hubiera marchado y él dejara de llorar, agarró la caja con las cartas, rebuscando en el fondo para comenzar a leer las primeras que llegaron: eran las cartas más deprimentes, duras y horribles de leer, pues podía notar, sólo con la narración, que mamá no estaba bien.

Que parecía consumido por un enorme dolor que acabaría tarde o temprano con él.

—Deberías dormir —dijo Chan, mientras su desordenado cabello caía sobre sus ojos—. Además, estás faltando al colegio y...

Mordió su labio inferior.

—No voy a seguir yendo —dijo con el ceño levemente fruncido—, no me importa el colegio. Debo... debo ir a buscar a Felix y...

—Hey, hey, tranquilo —se apresuró a decir Chan—, relájate, ¿está bien? No te sirve de nada enloquecer ahora, Jeongin, no te hará bien. Necesitas descansar.

Miró a Jisung, que volvió a cerrar sus ojos para dormir unos minutos más, y luego contempló a Chan, sus ojos preocupados puestos sobre él.

Jeongin se sentía extraño allí, con los dos chicos sobre él en todo momento, tan preocupados por su estado anímico, ya que nunca antes otras personas que no fueran sus padres se preocuparon por él. Como no tenía amigos, sus habilidades para las relaciones extra-personales eran escasas, por no decir nulas, pero de alguna forma se sentía cómodo en ese ambiente.

yuanfen ୨ৎ hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora