CUANDO HERAMOS NIÑOS CAP (27)

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Cuando éramos niños, nuestras lágrimas resonaban en lo más alto, en busca de la atención y la comprensión de los demás. El mundo parecía un lugar lleno de magia y ternura, y nuestras emociones fluían de manera libre y sin restricciones.

Pero a medida que hemos crecido, algo ha cambiado. Las lágrimas que antes eran un grito de necesidad ahora se han transformado en susurros apenas audibles. Lloramos en silencio, tratando de ocultar nuestras emociones, temerosos de ser juzgados o malentendidos por aquellos a nuestro alrededor.

La razón de nuestras lágrimas se convierte en un enigma, un misterio que preferimos guardar para nosotros mismos. Ya no buscamos la atención, sino la privacidad. Queremos protegernos de preguntas incómodas o de tener que enfrentar la vulnerabilidad que revela el llanto.

Pero en este afán de ocultar nuestras lágrimas, a veces olvidamos que compartir nuestros sentimientos puede brindar alivio y fortaleza. Es importante recordar que no estamos solos en nuestras penas y tristezas. Hay personas dispuestas a escuchar, a brindar consuelo y a ayudarnos a llevar esa carga emocional.

Llorar en silencio no siempre es la respuesta. A veces, es necesario abrirnos y buscar el apoyo que tanto necesitamos. Aceptar que nuestros sentimientos importan y que merecemos ser escuchados y comprendidos.

Así que, aunque hoy lloremos en silencio, recordemos que nuestras lágrimas no deben ser escondidas por completo. Busquemos la valentía de compartir nuestras emociones con aquellos que nos rodean, para que puedan estar a nuestro lado y ayudarnos a encontrar consuelo y comprensión en tiempos difíciles

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