Jaula Equivocada

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Autor.

Muy bien, mis brujos y brujas, no demoró tanto, les traigo aquí el tercer y último tomo de esta maravillosa historia donde todas sus dudas serán respondidas... espero.

Siemore hay algo.

Disfruten mucho.

Las aves siempre están cantando en el paraíso, melodiosas, libres, angelicales tal vez; las aves siempre cantan volando inquietas, revoloteando por el aire con los ángeles...

Las aves ese día no cantaban, no volaban, no estaban y el ambiente entre mis hermanos era tan lúgubre que bien podía ser el fin de todo.

Ah, es verdad, lo era... al menos parcialmente.

Hacía centurias que era el fin de todo.

Entonces, ¿por qué preocuparse tanto?

Recuerdo haber llegado volando a la agora, con dos hermosas angelitas a mis lados, de suaves y gruesas plumas grisáceas, cabellos tan finos como la seda de sus túnicas, suaves, delgadas y ligeras; de cuerpos tan libres como los lindos pájaros que deberían estar cantando.

La multitud alrededor del espejo de mimir se mantenía en silencio, con los rostros oscurecidos mientras mis hermanos más cercanos intercambiaban miradas serias sin saber qué hacer.

¿Cómo podrían?

Nadie lo ha sabido en siglos y mucho menos ellos qué sólo se quedaban en el reino de los cielos, encadenados a las órdenes de padre.

—Hermanitos, ¿por qué las caras largas? ¿alguien murió? —esa broma tenía gracia cuando los ángeles no morían.

—Lucifer ¿dónde estabas? —Miguel tan estirado y rígido como siempre.

—Haciendo uso de mi libertad, deberías intentarlo, hermanito, es tan relajante ser libre.

—Sólo tú piensas en salir con el gran árbol enfermo.

—Lleva siglos enfermo, hermano; somos casi inmortales, ¿cómo puedes pensar en encerrarte todo este tiempo?

—¿Cómo puedes pensar si quiera que puedes salir?

—Estamos en una jaula igualmente, no puedo alejarme mucho, aunque... más que tú... —me burlo un poco, es tan divertido ver que se enfade.

—¿Nunca te tomas nada en serio?

—¿Y tú siempre te tomas todo tan en serio? disfruta la vida —giro y hablo hacia el resto de ángeles—. Vivan, sean felices, por mucho que miren ese sucio poso de agua turbia, la situación no va a cambiar.

—La situación cambió, Lucy —mi hermanita Anael, siempre tan linda, aunque igual de estresante que Miguel.

—¿En qué?

—Perdimos el tercer reino, también el cuarto y el séptimo está por caer.

—Vaya, la corrupción avanza más rápido de lo que pensamos —reconocí en ese entonces—. Pero nuestra situación es la misma, nada ha cambiado; seguimos encerrados en esta jaula de cielo con barrotes de nube.

—¿No lo entiendes? —Gabriel me sujetó de la toga—. Si la corrupción llega, moriremos.

—¿Y? —me encogí de hombros—. ¿Hay algo que puedas hacer para cambiarlo?

Guardó silencio.

—Eso pensé —aparté sus manos—. Créeme, sí hubiera algo que hacer, yo sería la primera de las creaciones de dios en moverse a proteger la vida, después de todo, en serio la amo, pero... nuestra existencia es tan inútil que por ahora, no vale la pena estresarse.

Transferida a una Escuela de Brujas Tomo 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora