Disculpas

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Jack

Ya le había dejado las cosas claras a la niñata esa, seguro que no me estorbaría más.

Aunque en el fondo me sentía mal por como le había hablado.

Aunque no le pediría perdón por nada del mundo, estoy en mi casa y no voy a dejarme como el débil, voy a imponerle mi autoridad.

¿Autoridad tú? Si la casa no es tuya.

En eso llevaba razón, la casa no es mía, si no de mi padre.

Bueno, voy a dejar de pensar en eso.

Fuí a mi dormitorio a ponerme el chándal para ir a hacer deporte al gimnasio de mi casa.

Todos los días hacía deporte para mantenerme en forma, y eso me gustaba.

Espero que no me moleste mi querida hermanastra en el gimnasio, es lo que me faltaría.

Una vez hecho ejercicio me dirigía a la cocina para cogerme algo de fruta.

Me cogí una manzana y me fuí al salón, allí estaba mi hermanastra leyendo un libro de una escritora que no conocía.

Me dirigió una mirada y siguió leyendo.

Yo ahí me senté en uno de los sillones a comerme mi manzana.

Estaba sudando, después me daría una ducha caliente.

Veía como me echaba miradas de reojo y luego volvía a su libro, eso era un ambiente bastante incómodo.

No paraba de pensar en como me había puesto y necesitaba pedirle disculpas.

-Oye -dije-

-¿Qué pasa? -me contestó con un tono un poco preocupante-.

-Nada, solo quería decirte que lo siento por como me he comportado contigo desde que llegastes. Se que me he pasado y me gustaría llevarme bien contigo.

-Yo también te debo una disculpa, ya que llevas razón en que soy una intrusa aquí. Este no es mi lugar.

-No digas eso, tú no me debes disculpas, no estás estorbando en ningún lugar y está ahora también es tu casa, solo debes sentirte cómoda.

-Bueno, si tú lo dices.

-De verdad, sé que mis palabras te habrán sentado fatal y lo siento, es que la idea de tener aquí a gente nueva no me gustaba. Y menos de que mi padre se casará con una nueva mujer, aún me acuerdo de cuando mis padres estaban juntos.

-Lo siento mucho, yo tampoco lo pasé muy bien cuando mi padre murió en un accidente con el coche. Fue muy duro para mi madre, para mi hermano y para mí.

-Siento la muerte de tu padre.

-No te preocupes, fue hace ya 9 años, e intento acordarme lo menos posible de él. Para no entristecerme.

-Creo que ninguno de los dos estamos en un buen momento.

-Ya...

Me acerqué hacia ella y me senté a su lado.

-¿Has hecho ejercicio verdad? -me preguntó riendo-

-¿Se nota?

-No, que va, para nada.

-Debería ir a ducharme.

-Si, pero antes podemos seguir hablando un poco más.

-Por mi vale, pero, ¿no te molesta el olor a sudado?

-Me da igual, sinceramente.

-Que raro, normalmente a la gente no le gusta.

-Yo es que soy especial -dijo riéndose-

Sin darnos cuenta nos fuimos acercando hasta que estábamos el uno pegado al otro.

-¿Qué lees? -le pregunté-

-Un libro de romance juvenil, me encantan.

-A mi no mucho, pero bueno.

-Tú eres más de deportes, ¿verdad?

-Claramente si.

-A mi me gustan los chicos deportistas -dijo acercándose más a mi-

Cuando me dijo eso, se me empezó a marcar una erección y me puse rojo, espero que no notara nada.

Nos acercamos más y más hasta que nuestros labios estaban pegados.

Y sin darnos cuenta, nos besamos.

Fue un beso largo, y sabroso, no quería apartarme, y creo que ella tampoco.

Hasta que volví al mundo real.

-Esto no está bien -dije levantándome del sofá rojo-

-Llevas razón, ¿por qué nos hemos besado?

-Creo que ninguno sabe la respuesta.

-Bueno, hagamos como que esto no ha pasado y olvidémoslo.

-Mejor.

Me fuí a ducharme y ella siguió leyendo, los dos estábamos rojos y sin saber porque hemos hecho eso.

Pero de lo que no tengo duda, es de que nos ha gustado ese beso a los dos.









Amor silenciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora