4- Día libre

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Melina se despertó con un dolor de cabeza y rápidamente se puso a hacer el recuento de todo lo que había tomado la noche anterior. El pitido de fondo era casi insoportable. Se levantó de la cama y se llevó una mano a la frente. No podía seguir a ese ritmo y lo sabía. Caminó lentamente hasta el baño y se miró al espejo. Tenía la sombra de ojos y el labial descorridos. Por un segundo pensó que parecía un payaso. Después se acordó que era parte del entretenimiento del hotel y se rió. Había llegado muy cansada como para hacer cualquier otra cosa que desplomarse en la cama. El botiquín estaba al lado del lavatorio. Agarró una de las pastillas rosas y la tomó con un vaso de agua. "Solo una. Solo por hoy" Se dijo al tiempo en que chequeó la hora en su celular. Eran las diez de la mañana. Tenía dos horas para estar lista en el escenario del "Sector C". Fue en ese instante, cuando se arrimó a la ducha para prenderla que se acordó de la noche anterior y sonrió. Pero ella sabía que lo último que necesitaba eran distracciones.

En la mesa cuatro del patio del PoolPoint había dos personas. Ella, morena, de boca ancha y alargada y dueña de unos ojos almendrados que hacían derretir a quien fuera que estuviera del otro lado. Él, de pelo rubio, largo hasta los hombros, ojos grises y un rostro limpio y claro, aunque ligeramente oscurecido por el excesivo contacto con el sol.

― ¿Me estás diciendo que tuviste una chance con "la gran Melina" y arrugaste?

Laura no podía parar de reírse.

― ¡No arrugué! Es solo que... ―Marco no terminó de encontrar las palabras que buscaba― No sé. No estaba seguro. Supongo que no quise arruinar el momento. Además... ella también vive acá en el hotel. Quién te dice si más adelante...

Laura se tapó la cara con ambas manos.

― ¿Más adelante? ¡Pero si tuviste la chance ayer! Te juro que no te entiendo...

―Claro, es fácil decirlo cuando no sos vos la que se arriesga a quedar como el orto.

―Pero seguro deben haber habido señales... ―dijo Laura― Las chicas siempre damos señales para los lentejas como vos.

― ¿Lenteja yo? ―Marco protestó. ―Y qué ironía que seas justo vos la que me lo dice, la verdad...

La otra arrugó la frente.

― ¿Que se supone que significa eso?

―Sabes muy bien lo que significa.

―Pfff... ―Laura desvió la mirada hacia la inmensa pileta que ambos tenían a su lado y, tras un breve instante, agregó. ―Y supongo que no le pediste su número de teléfono, ¿no?

―No.

Ella negó incrédula.

― ¿Y se puede saber por qué?

―No sé si te diste cuenta, pero es una persona muy conocida dentro del hotel. No creo que le ande pasando su número a cuanto imbécil se va cruzando en el camino. Digo, me parece...

Los dos se rieron.

―Okey, esa te la tomo.―dijo ella.

―Además...―empezó Marco de nuevo― ¿Desde cuándo te importa mi vida amorosa?―reflexionó― O la falta de ella.

―Desde siempre. Soy tu amiga y quiero que estés contento.

―Okey, okey. ―concedió él― Estoy contento igual eh. Bah...creo...

―Sí, sí. Se te re nota. ―dijo Laura sonriendo.

―Bueno contame de vos ¿Que tal tu noche?

―Me quedé viendo un documental sobre los osos polares.

El Hotel Grand WayWhere stories live. Discover now