Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
–Necesito tu ayuda.
Gordon, así mismo como llegó, se fue.
Fruncí el ceño confundida por su actitud y su rapidez por irse.
Sin objetar mucho camine por los pasillos detrás de él. Mis tacones resonaban contra el piso de madera mientras descansaba mis manos en los bolsillos de mis pantalones lisos.
Al llegar hasta donde estaba Gordon me encontré con una gran multitud de policías dentro de una de las salas de interrogación. Gordon despejó a todos para dejarme pasar. Todos desviaron su atención de lo que sea que estuvieran viendo en el centro hacia mi, haciendo que me sienta un tanto intimidada por toda la atención.
Al llegar al centro me encontré el motivo del por qué toda la jefatura estaba aquí.
El justiciero de Gotham se encontraba tirado en la mesa del centro, completamente desmayado. Y no me sorprende, ya que con aquella explosión incluso podría estar muerto.
Lo miro interrogante para ver si apenas está respirando.
–¿Por qué me traes aquí Gordon? –le susurre al detective a mi lado.
–Necesito sacarlo de aquí, lo más discreto posible –susurró de vuelta.
Desmayado dudo que hagan gran cosa.
–¿Está siquiera respirando? –cuestione en voz alta llamando la atención del policía que revisaba sus ojos con una linterna.
–Si, solo está desmayado.
Mis hombros antes tensos se relajaron con su respuesta. Lo último que necesitamos es que muera aquí.
–¿Eres su abogada ahora? ¿Vas a apelar por él? –musitó con cierto enojo el capitán mirándome con curiosidad.
–Soy abogada de la ciudad, y él, al igual que todos ustedes, necesita una defensa competente.
Todos guardaron silencio y se dispusieron a seguir revisando a Batman.
–¿Cómo se supone que lo sacaremos de aquí?
–Algo se nos ocurrirá.
Todos los oficiales seguían viendo al justiciero como si fuera un animal en peligro de extinción hasta que este despertó y se levantó de la mesa alterado haciendo que todos se asustaran echándose para atrás fuera de su alcance, incluyéndome.
–¡Atrás, maldita sea!
–¿Proteges a este maníaco, Jim? –cuestionó el capitán–. Intervino en una situación crítica con un rehén. Tiene la sangre de Colson en sus manos.
–O tal vez en las suyas.
La voz profunda de la venganza salió a flote, haciendo que cierre los ojos con pesadez por tal respuesta.
