Capítulo 26

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Thomas

Me despierto y me quedo embelesado viéndola dormir. El reloj marca las ocho de la mañana y me levanto a hacer la rutina que tengo planeada.

Es lunes así que, oficialmente, es mi primer día de trabajo. De nuevo al ruedo. Me doy ánimos para comenzar, aunque quedarme en la cama con ella todo el día es lo que realmente deseo.

Todo esto es nuevo para nosotros y, si me dan a elegir, es lo que quiero disfrutar. En algunos momentos, creo que es todo un sueño, del que me van a despertar de un cachetazo. Tengo ese miedo interno de que ella se va a dar cuenta de que esta vida no es lo que quiere realmente y nuevamente me va a dejar. Es justo ahí cuando me detengo a pensar qué haría yo si pasara todo esto de nuevo.

La respuesta a esa pregunta hipotética llega sola: Lucharía por nosotros, pero esta vez, limpiamente. Sin trucos sucios y nada que ponga en riesgo ni la vida ni los sentimientos de alguno de los dos. Y, si así y todo, ella da argumentos lógicos para estar lejos de mí, no me quedaría otra que aceptarlo.

Ya estuve en el infierno algunos meses, no es un lugar al que quiera volver. Menos sabiendo que voy a convertirme en el responsable de otra persona.

Me preparo un batido energizante, mientras le doy de comer al perro. Lavo mis dientes y me dirijo hacia el patio trasero para que Pilas salga a hacer sus necesidades y comencemos con el entrenamiento. Al hacerlo y recompensarlo cada vez que logra una nueva pirueta, él mueve su cola, agradecido.

He notado que muchas veces se acuesta a los pies de Elizabeth y sé que será un gran guardián cuando lo veo apoyar su cabeza en el vientre de ella, como sabiendo que hay algo ahí dentro y en cualquier momento va a salir para ser su nuevo amigo o amiga.

Dos horas después vuelvo a la casa y me meto directamente en la ducha. Eli no se ha levantado aún, así que comienzo a releer algo de los exámenes que tengo que dar. Falta poco para normalizar mi vida.

¿Tuvo que pasar todo esto para que al fin tengamos un poco de paz?

No me entra nada en la cabeza cuando intento hacer un resumen de la materia que pretendo dar en primera instancia; creo que si no nos damos las explicaciones que necesitamos, jamás vamos a poder estar del todo tranquilos.

Intento despejarme haciendo promoción en las redes sociales sobre mis tatuajes e ideando cómo voy a manejarme a partir de ahora.

Garabateo unos cuantos dibujos y frases que se me vienen a la mente, intentando recordar el arte que hacía en cuerpos ajenos y hasta en mí mismo a veces. Dibujo sin saber cuántos minutos pasan. Escribo frases que me hacen sacar pequeñas sonrisas y mi mano traza líneas sin poder dejar de moverse, como si hubiera extrañado ese hábito y tuviera vida propia.

Escucho el ruido cuando ella baja por las escaleras y mi sonrisa se intensifica al verla en sostén y un mini short que me hace poner hormonal en segundos. Nunca me voy a cansar de esta mujer. Ella bosteza, yendo a la cocina y abre la heladera sin tomar nada, volviéndola a cerrar.

No es la primera vez que la veo en esas fachas, con el pelo revuelto, dormida y en poca ropa, sin embargo, es como si todo mi ser hubiera cambiado. Antes me mantenía con la idea fija de no mirarla indecentemente para no cagar nuestra amistad; ahora tengo totalmente libre albedrío para mirar a mi mujer sin que me mande al carajo por hacerlo.

Hablarle a la mañana a Elizabeth jamás fue buena idea, siempre te gruñe. Entonces, la dejo que se despierte sola, aunque me muera de ganas de mimarla. No saluda, no habla, mira a la nada mientras intenta poner sus ideas en claro, supongo.

— ¿Qué hora es? — Pregunta y parece que lo hace más para ella misma que para mí.

— Casi el mediodía. — Sonrío porque conozco su respuesta y se la va a agarrar conmigo.

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