Besos

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Por fin aquella confesión. Por fin Alexander se había librado de aquellos sentimientos ocultos. —Buenas noches— dijo el pelirrojo como acostumbraba a hacer cada noche. Desde hacía poco más de una semana que ya se acerba a darle un beso lindo de buenas noches. —Te quiero, duerme bien.

—¿Puedes quedarte conmigo?— Pidió John y Alexander no pudo resistirse a su mirada.

—Bien, pero si estás incómodo solo me quedaré un rato— afirmó Alexander. Sabía que ahora John no era cómodo compartir una cama. Necesitaba su espacio para poder moverse, para darse la vuelta... —Así qué, dímelo, ¿vale?

—Yo te diré— afirmó abrazando a Alexander una vez se tumbó. Parece mentira que fuese con ese hombre con quien de acostó. Él era demasiado dulce y tierno. Para deshacerse de sus últimas dudas decidió poner al día a Francis.

—Ahora John y yo estamos... Liados— afirmó Alexander.

—¿Te has vuelto a acostar con él?— Preguntó Francis y Alexander negó. —Menos mal. ¿Os va bien?

—Sí. Solo me ralla un poco su actitud. Él es tan dulce que...

—Que no parece que folle como lo hace— aseguró Francis. —Claro que lo sé. Y también parece un mujeriego y es gay. John es el mundo al revés, Alex. Es de esas personas que primero de miman y te dan diabetes y luego te empotra.

—¿Con Gabriel te va bien?

—Sí, somos felices. Gabri es diferente a John en esos aspectos. No me desagrada en lo absoluto. John la tenía más grande, pero no es algo que me importa. Me alegro de haber conocido a Gabri. No estoy listo para tener que superar con John todo lo que tiene que superar.

—¿No aguantaría sin aclararte con él?

—No. Sé que no lo aportaría. Es mejor darle su espacio.

Sobre lo de dar el espacio, diagmos que Alexander lo tuvo en cuenta. Tuvo. Porque las cosas surgían solas.

Lo que si preocupaba un poco a Alexander es que Henry se enterase de aquello. No quería que lo echasen, pero estaba completamente perdido por John. Podía estar besándolo durante horas

—Te quiero como no imaginas— aseguró Alexander acomodado sutilmente sobre John.

—Al final yo tenía razón. No te gustan solo las chicas— afirmó acariciando su mejilla. —¿O te gusta lo poco hombre que soy?

—¿Poco hombre? No lo creo— corrigió Alexander. —Solo ne gustas tú, eres una excepción, John. Yo te veo muy hombre— dijo convencido. —He visto la chaqueta que ha llegado. Es muy bonita, no me habías enseñado ese diseño.

—Se me debió pasar— afirmó John.

—Me alegra verte más feliz, ¿te hago feliz?

—Sí, Alex. Tú compañía me ha alegrado los días— afirmó posando la mano sobre el cabello rizado del pelirrojo y le dió un beso intenso. Sus lenguas se encontraron con más ganas de las que imaginaban. Alexander rogaba que no se acabase aquel beso. No sabía si era la boca del rubio, su mano en la cintura o su otra mano en el cabello. Algo le hacía senti excitado. Lo veía con esos hermosos ojos azules y pensó si tal vez sería demasiado besar su cuello, sus hombros. Tal vez en otra ocasión sería más apropiada. Francis recalcaba mucho lo de dejarle su espacio.

Justo cuando se dió cuenta de que estaba demasiado encima de John y sería más apropiado acostarse a su lado llamaron a la puerta. Era el doctor, venía a hacerle una visita a John como de costumbre. y también a interrumpir la escena.

Le dio los buenos días, lo miró y se percató de que John estaba un poco rojo y con la respiración algo pesada. —¿Tienes fiebre?— Preguntó el hombre y John negó. La única fiebre que debía padecer era el amor de Alexander.

Aquella vez el pelirrojo se quedó durante la consulta. No era mucho más que sacarle un poco de sangre, tomarle la tensión y pesarle. —¿Por qué me deben sacar sangre otra vez?

—Tienes el hierro un poco bajo en la última analítica. Voy a darte suplementos, pero solo quiero comprobar otra vez— aseguró el doctor. —Últimamente no has comido mucho, ¿cierto?

—Casi como de costumbre— respondió John. —A excepción de la semana y media que estuve enfermo.

—Sí, siempre hago a John comer aunque no tenga ganas. ¿Por qué?— dijo Alexander viendo al doctor que preguntaba aquello mirando a su libreta.

—Has bajado seis kilos en un mes y medio. Hablaré con tu nutricionista. Si pierdes mucha masa muscular no podrás levantarte, John. Come todo lo que puedas. El resto está bien— dijo el hombre. —Tao vez los suplementos te ayudan a no perder más peso, ¿sí?

Aquello fue el veredicto del doctor. Alexander no lo notó tanto pues cada día de su vida veía a John. Él comía como de costumbre, debía ser esa medicación, algo en el cuerpo de John tal vez... Comer estaba comiendo. Eso le preocupó un poco. —Tendré que llevarte a cenar más veces— afirmó el pelirrojo viendo los dibujos en el escritorio de John. —¿Estos diseños para quien son?

—Oh, solo se me ocurrieron. Pensé que si tuviese que hacer una colección de primavera sería así.

—¿Cuando lo has hecho?— Dijo tomando las hojas. Debían haber unas cincuenta o sesenta.

—Anoche no podía dormir. Me vino la inspiración— contestó. —Hay una colección de hombre y media de mujer.

—Deberías enseñárselo a tu padre. Es tan increíble— afirmó Alexander. —Deberías abrir una marca. Yo me pondría todo esto. Seá el auge de la moda.

—Ojalá— contestó el rubio tomando algunas hojas. —No sé si a mi padre le guste mi idea. Cuando venga le mostraré.

—Le encantará— dijo dándole un pico en los labios. —Te quiero. Tan bonito y hermoso chico— murmuró acariciando su mejilla.

John sonreía muy a menudo. Eso le fascinaba a Alexander. Era lo que quería cuando se conocieron. Parece mentira que ya había pasado casi un año, Alexander estaba acabando primero de derecho y... John, John había encontrado un pasatiempo con el que podía soñar con un futuro.

—Alexander...— dijo Lafayette. —¿Sabes lo que conlleva estar con él? Se va a morir. Te va a doler.

—Lo sé— dijo Alexander. —Me va a doler de todos modos. Ya me duele. ¿Qué quieres que haga?

—Solo debes tenerlo en cuenta.

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsWhere stories live. Discover now