Celos

72 14 33
                                    

Alexander entró entristecido a la habitación. Preparó la ropa sin despertar a John y la dejó sobre el baúl. Antes de decirle nada suspiró y lo miró: tan sereno y hermoso.

—Siéntate— dijo John repentinamente, al parecer no estaba tan dormido como Alexander pensaba. —Tú lo sabías y no me habías dicho nada, ¿verdad?

—Tu padre me prohibió decirte— afirmó el pelirrojo sin atreverse a levantar la mirada a sus ojos azules. —Es mi trabajo, no quería hacerte daño.

—Y lo único que realmente sientes es pena por mí— afirmó John y Alexander negó. —Solo te doy pena.

—No, no digas esas cosas. No es cierto— murmuró el pelirrojo. —Yo te quiero. Me gusta pasar tiempo contigo.

—Si me quieres deberías irte, como mi padre. No tenéis que verme así— dijo John. —No quiero ser una carga para nadie.

—No eres una carga para mí— dijo el pelirrojo. —Si yo me fuese, ¿quién te ayudaría? No pienso en dejarte solo.

John suspiró y miró a Alexander. —No quiero ver a nadie ahora mismo y no quiero hablar más.  Me duele que me hayas mentido en esto. Me hiciste ilusiones que no puedo tener.

—Porque si te lo hubiese dicho tu padre se hubiese enterado.

—Pensaba que éramos buenos guardando secretos al resto, no entre nosotros.— contestó. —Él no sabe que te quiero.

—Ers una noticia para la que nadie está preparado. Francis vendrá a verte el domingo.

—No quiero verle. Quiero estar solo.

—Creo que será mejor que lo veas. Es tu mejor amigo.

—¿Él lo sabe ya?— Preguntó John mirando a Alexander que asintió levemente.

—Se lo he dicho. Quiero que te distraiga de todo esto un rato.

—No puedo distraerme de algo así, Alexander. Mi vida no tiene sentido— afirmó. —Lo bueno es que ya no tengo que buscar un sentido— murmuró.

—No digas eso. Ven esperanzas en una terapia. Además, ahora estabas feliz. Has encontrado cosas que te gustan y... Tienes tu primera colección que lanzar esperándote.

—¿Para qué? ¿Para qué esforzarme si no voy a tener el suficiente tiempo para hacer todo lo que quiero?

—Sé que esto es difícil— afirmó el pelirrojo —pero...

—Pero nada— interrumpió John. —Nunca vais a entenderme. Vete. Quiero estar solo— dijo acurrucado de nuevo en la cama.

—Sé que estás decepcionado conmigo, pero quiero que sepas que independientemente de todo esto mis sentimientos siguen siendo los mismos y que si las cosas fuesen diferentes yo seguiría cumpliendo tus caprichos. Descansa, estaré por aquí para lo que necesites. Recuerda que a las cinco debes estar listo, tienes la agenda llena.

—No quiero ver a nadie.

—Pero tus diseños...

—Que esperen. No quiero presentar nada hoy. Cancela todo— dijo John de malhumor. De nuevo volvía a ser el insoportable de siempre.

—Está bien. Lo cancelaré todo, pero no te decaigas tan pronto, cariño.

—No me vuelvas a llamar así— reprochó el mayor. —Vete— ordenó y Alexander algo descontento con la situación se fue. Le provocaba tristeza verlo de aquel modo, era normal su reacción pero igual le hacía estar triste.

Con los días, John toleraba algo más su presencia, pero no estaba muy hablador ni con ganas de hacer muchas más cosas. La situación empeoró el sábado, cuando su padre se marchó en la madrugada a América sin despedirse de él. Estaba bastante molesto, más que los anteriores días.

Lo único que pareció alegrarle fue la visita de Francis. Cuando llegó, Alexander los dejó conversar un largo rato a solas y más tarde se unió a ellos. Menos mal que su amigo sabía como distraerle de aquellos pensamientos durante un largo tiempo.  —¿Sabes que te he traído?— Dijo Francis emocionado y pareció captar la atención de John. —El nuevo de los juegos del hambre.

—No sabía que había uno nuevo— dijo John sorprendido.

—Pues sí. Sabía que no lo tenías, me di cuenta en la fiesta de pijamas— dijo entregándole el libro. —Todo tuyo.

—Gracias— dijo con una sonrisa. Bien, Alexander se sentía un poco celoso. Francis sabía cómo hacerlo sonreír incluso en momentos así y lo que es peor: sabía lo que quería sin que se lo dijese. Eso Alexander aún no lo llevaba muy bien y se supone que él era su novio, a pesar de que estaban en una crisis de pareja.

Alexander se quedó pensativo en la habitación mientras Francis leía en voz alta el primer capítulo para John que estaba acurrucado a su lado en la cama. Alexander estaba a los pies de la cama pensando en sus cosas y luego miró a John que se veía interesado en escuchar la lectura de su amigo.

John se quedó durmiendo a las veinte páginas, fue tarea fácil. Francis dejó de leer y apartó el libro. Después de un rato, fueron a la sala, pensaron que sería mejor dejarlo dormir. —¿Has visto sus últimos diseños? Yo le veo potencial— dijo Francis.

—Ni siquiera quiere presentar nada— dijo el pelirrojo.

—Ha hecho cosas nuevas. Creo que sí acabará presentándolo— añadió y luego miró al pecoso. —Te veo muy serio. ¿Qué pasa?

—Nada— contestó.

—¿Estás celoso? Lo he notado antes— dijo Francis. —Sabes que no me interesa John en lo más mínimo.

—Pero a él le sigues gustando. Te mira de ese modo— afirmó el caribeño y el más alto negó.

—Ya he hablado con él. No le gusto, le gusta el pasado conmigo, pero sabe que eso nunca va a volver. Solo está un poco confuso.

—¿Te lo ha dicho tal cual? ¿Estando conmigo?— Preguntó Alexander y Francis agachó la cabeza. —¿Sigue enamorado de ti y tu le has dicho que no quieres nada porque está conmigo?

—Estoy con Gabri, Alexander— dijo Francis. —John estaba muy seguro de querer superarme hasta que se ha enterado de esto. Por eso sé que está confuso.  Él te quiere más de lo que crees.

—A veces creo que solo me ve como un pueblerino que soy su sirviente. Si tan solo hubieses escuchado como decía que me fuese y como me echa de su habitación todos los días.

—No se lo tomes en cuenta ahora mismo... Dice estupideces.

—¿Crees que esto pasará?

—Por supuesto. De hecho, creo que sería mejor que no vuelva a verme— murmuró el mayor de los dos.

—¿Qué?

—Yo le recuerdo a cosas que debe olvidar. Será más fácil si me marcho.

—No puedes abandonarlo ahora. Su padre también lo ha hecho y... Sabes cómo le duele.

—No le digas nada, por favor— dijo Francis. —Solo dile que estoy muy ocupado...

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora