➵ Independiente; Jin Ling.

OO1

El día que Jin Ling cumplió los doce años fue el día que conoció lo que era morir en vida.

Debía hacerlo sabido pero en su inocencia aun intacta por la descarada vida se negó a aceptar la señales a su alrededor. Lo regalos, los cumplidos, las invitaciones de tutoría y el recelo en cada mirada dada. 

Todo estaba allí pero aun así decidió tomar esa mano en ciega confianza y ahora lloraba bajo el frío cobijo de unas sábanas que nunca fueron destinadas a ser suya. 

Al menos la vida que se le enseñó le dijo que no debía ser así pero la la vida real se encargó de remarcar que no era así. 

— A-Ling ¿has escuchado el dicho "en una noche crecí mil años"? —

La voz de su actual benefactor era tortuosa. Asquerosa en tonos bajos y sátira en tintes destacados. Jin Ling la odiaba tanto pero sabía como comportarse así que asintió. 

— Tómalo como una lección más, una de las tantas que te daré: "Nunca confíes en nadie." Si lo haces solo seguirás creciendo hasta los diez mil años o más. —

Y aquello jamás fue borrado de su mente. 

Fue allí que aprendió que a un niño jamás le harían caso por más que pidiera auxilio en su propio lenguaje.

El lenguaje del miedo. 

Que aquellos que decían protegerlo nunca tenían los ojos abiertos cuando enviaba señales y que la soledad era la única autodefensa a los estragos que conllevo perder todo lo que podía mantenerlo firme. 

Su padre se preguntaba a voz alta en qué momento su hijo había dejado de sonreír pero cuando quería darle una respuesta siempre era enviado nuevamente a las garras de quien se la había arrebatado. 

Sus abuelos eran aún mucho más ciegos y sordos, quizás por la edad o porque él no era más que un medio de objetivos futuros. Quizás el estar roto le serviría para volverse un fragmento más de toda la empresa pero de un material tan resistente que la lava de ese mundo no podría con él. 

Un mal necesario. 

Un mal que odiaba hasta las lágrimas de frustración. 

Estaba tan condenadamente solo...

Pero aquello llegó a su fin con la llegada de quien sería el único familiar que podría entender todo por cuanto había pasado. Alguien que estaba tan roto como él y que había conseguido una vida de ensueño que también anhelaba para si mismo. 

Un ángel enviado por mamá. 

Y a pesar de no ser capaz de abrirse completamente, si que le ayudó a que no debía seguir así. Que era fuerte, en sus venas corría la electricidad que derribaba obstáculos y que contenía el valor que le fue devaluado por una mano callosa e hiriente. 

— Hei, Ruohan... — Ahora con dieciséis años y unos pasajes a China en mano, miró a quien sería el único amante que podría odiar y necesitar al mismo tiempo. 

Al mismo que le robó todo. 

— Dime, pequeño. —

¡Te odio, te odio, te odio!

— ¿Me vas a extrañar mientras estoy fuera?—

El hombre que tocaba la tercera edad ya muy pronto soltó una risa verde. A los oídos de Jin Ling se escuchaba mohosa y llena de gusanos. 

— ¿A caso A-Ling también me extrañara? —

El único heredero Jin asintió con entusiasmo. Un actor de premios y galardones. Fue solo entonces que Wen Ruohan también aceptó su derrota ante los sentimientos de olvido que sentiría en esos días y que estaría en ansiosa espera de su regreso.

No sabía cuánto realmente lo odiaba.

Pero era necesario. 

Ahora, cuando reconocía el peligro que era tener una cobra apuntando su veneno hasta él. Su maldito abusador era muy necesario. 

Pensar en él o en todo eso cuando estaba esperando la llegada al café de su tío Jin Guangyao le daba la fuerza para continuar con lo que empezó. 

No era sano, no era legal ni ortodoxo pero ¿qué en su vida realmente lo era?

"Dígame, tío ¿para qué fui citado? mi avión a Estados Unidos es para mañana temprano y tengo cosas que arreglar además de gente con quien despedirme."

Y por su tío Jiang Cheng podría aguantar un poco más. 

Él podía con todo eso y más. 

Él iba a actuar como una mangosta frente a ese veneno fatal. 

Escribir esto escuchando "Me and the Devil" inspira mucho.

Nerova 🥀