Epílogo y agradecimientos

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Dos años después...

— Mamá, ya te dije que estoy saliendo para allá —hablo mientras cierro la puerta del auto que ya lleva un año conmigo— ¿Cómo crees que se me iba a olvidar? —pregunto con gracia.

Hija, apresúrate ya sabes que...

— Si mamita linda, yo también te quiero, estoy allí en veinte minutos ¿Vale?

Bueno, está bien, pero...

— Adiós, mamá —digo riendo y le cuelgo.

Esta mujer aunque pasen los años no deja de ser exagerada.

Pongo en marcha el auto y voy directa a lo que pensé en hacer esta mañana antes de venir a la institución a hacer el examen.

Estoy en segundo año de Psicología, poco me menos de tres meses faltan para terminar este semestre. Ya he echo algunas prácticas, y en todas considero que me ha ido de maravilla así que tengo posibles lugares en los que trabajar cuando termine mis estudios.

Y si preguntan por mi madre, perdónenla, pero ya la conocen, saben cómo es.

¿Me estoy llendo por la rama, verdad?

Salí de casa tenía pensado en ir a comprarle un regalo a mi novio porque hoy es su cumpleaños, pero digamos que el tiempo me jugó en contra y no pude así, que tengo que hacerlo ahora antes de que a mi madre le de un colapso nervioso.

Probablemente gaste todos mis ahorros en el regalo, pero estoy segura de que va a valer la pena.

Y después de media hora vagando por calles y calles, encuentro el regalo perfecto, así que me subo en el auto para ir a casa a cambiarme y ponerme más cómoda de lo que ya estoy de por si.

— ¡Sofia Johnson! —escucho la voz de mi madre.

<Ay no>

— ¿Si? —le digo con mi mejor cara de niña buena.

— ¿Ya lo tienes, verdad?

— Claro, mamá ¿Cómo crees que me voy a aparecer allí sin nada?

— Ve y cámbiate —suspira—, nos deben de estar esperando.

<Exagerada>pienso, mas no lo digo porque no quiero que saque sus dotes de latina y me tire un zapato.

Le hago caso y subo a mi habitación, la cual sigue exactamente igual que hace cuatro años y tampoco tengo interés en hacerle algún cambio, por ahora o hasta que me vaya a vivir a otro lado.

Que probablemente, sea muy pronto.

Busco en mi armario y encuentro con un vestido que recuerdo que usé hace mucho tiempo, en la cena en la que nos invitó el señor Müller, mismo con el que fui a la fiesta con su hijo.

Sonrío con melancolía por el recuerdo, pero sacudo la cabeza cuando me acuerdo de que voy tarde al cumpleaños de mi novio.

Mis pensamientos se ven interrumpidos por el sonido de mi móvil anunciando una llamada entrante.

— ¿Si? —hablo cuando contesto.

¿Cuánto más tardas? No soporto a este novio tuyo —dice Lucia con fastidio.

— ¿Y no podrían hacer un esfuerzo por llevarse bien? ¿Al menos hoy? —le digo con diversión.

¡No me quiso comprar mi hamburguesa! —se defiende ella.

Espejos grises Where stories live. Discover now