Capítulo 120. La cita médica con Laila.

409 53 59
                                    


Al día siguiente, Alana no quería salir de la cama. Entre que era lunes, y que además tenía el alma rota, no tenía ninguna motivación para levantarse. Pero esa mañana debía ir al hospital para pasar sus citas médicas más las del doctor Pardos. Esa semana iba a estar más liada que de normal, pero le iba a venir muy bien para estar ocupada y no dejarse llevar por la tristeza que le daba el pensar que lo que había tenido con Laila se había acabado definitivamente. Le iba a costar mucho tiempo asimilarlo y aceptarlo, porque esa mujer seguía siendo el centro de su corazón.

Por fin consiguió salir de la cama y se dirigió directamente a la ducha. Luego, se puso lo primero que encontró en el armario, se maquilló lo mínimo y se fue a trabajar sin ninguna gana.

Alana, lo primero que hizo cuando entró en su consulta, fue encender el ordenador de trabajo. Quiso revisar si en las citas que debía de pasar de su colega, estaba Laila. Y cuando leyó el nombre de la artista para el día siguiente, se revolvió nerviosa en su asiento. Llevó sus manos a su rostro. Debía encargarse de pasar consulta con la profesora quisiera o no. Por una parte, tenía unas ganas inmensas de poder mirar a Laila al atrayente verde de sus ojos y su preciosa sonrisa, pero por otro lado pensaba como Raquel, también creía que había jugado con ella. Y a todo eso se le sumaba que había sido la propia Laila la que había decidido cambiar de oncólogo, y Alana desconocía el motivo de dicha decisión.

La oncóloga se levantó de la silla muy alterada. De repente pensó que no sería capaz de estar con Laila en su consulta. No sabía cómo le iba a sentar a la profesora cuando viera que no la iba a atender su nuevo oncólogo, y sí lo haría ella. Y tampoco sabía cómo se iba a comportar ella misma cuando viera a Laila. Era la primera vez que dudaba de su profesionalidad, y también era la primera vez que no quería pasar una consulta. Se maldijo por no ser capaz de enfrentarse a sus propios miedos.

Aún con todo, tuvo que emplearse a fondo y pasar todas las consultas que tenía programadas para esa mañana. Al mediodía recibió una llamada de Raquel, pero fue incapaz de decirle a su amiga que al día siguiente iba a ver a Laila porque no quería echar más leña al fuego. Raquel le había dejado claro el día anterior que estaba muy enfadada con Laila y prefería no verla.

Estando todavía en la consulta, y aprovechando algún rato libre que tenía, había echado un vistazo a la información que tenía de Laila, y por lo menos estaba yendo todo mejor que bien.

La oncóloga acabó su última consulta a media tarde. Estaba cansada, pero había estado ocupada para no pensar en lo que le esperaba al día siguiente. Aunque fue subirse al coche, y se derrumbó. Condujo como pudo hasta su casa, porque no podía dejar de llorar. Sus ánimos estaban bajo mínimos.

Cuando por fin llegó a su casa, se fue directamente a su habitación, y se tiró sobre la cama aún con el bolso y la chaqueta. Apagó el móvil y lo dejó en su mesilla de noche. Estaba tan desmotivada que ni siquiera se levantó para prepararse la cena. De hecho, no se levantó de la cama hasta la mañana siguiente.

A las cinco y media de la mañana, Alana por fin se levantó de la cama. No había pegado ojo en toda la noche de lo nerviosa que se encontraba. Por lo que decidió darse una ducha para despejarse, puesto que le estaba entrando el sueño después de llevar horas y horas dando vueltas en la cama. Esa mañana tendría que esforzarse más de la cuenta para tapar las marcadas ojeras que resaltaban en su cansado rostro.

Después de salir de la ducha tapada con una minúscula toalla, se dirigió a la cocina para hacerse un café bien cargado. Ya lo tomaría mientras elegía la ropa que iba a ponerse esa mañana. Muy a su pesar, quería agradarle de alguna manera a Laila, no quería pasar desapercibida ante sus ojos, aunque la profesora estuviera saliendo con la galerista. De sólo pensar en Laila con Laura, el corazón le ardía y se apoderaba de ella un rencor totalmente desconocido para Alana. No le gustó en absoluto sentir ese tipo de sentimiento, pero era inevitable no sentirlo después de creer que Laila había jugado con ella y no había sido sincera con lo que sentía.

Antes de echar un ojo a su armario, decidió encender su teléfono móvil y cuando vio que tenía varios audios de María, prefirió ignorarlos y terminó dejando el aparato sobre la mesilla. Su ex pareja no daba su brazo a torcer y seguía atosigándola día y noche para que volviera con ella. Seguramente en los audios hablaba de la relación que mantenían Laila y Laura, queriendo hacerle ver que la artista ya tenía pareja y la profesora no era para ella.

Una vez frente a su vestidor, para esa ocasión se decidió por una falda ajustada y una blusa muy fina que sabía que a Laila le gustaba mucho. Le dio igual pensar que la profesora podría creer que se la había puesto para ella. Sólo quería estar presentable.

Esa mañana sí perdió más tiempo en maquillarse. No quería que la profesora pudiera notar los estragos del desamor que ella misma le había provocado. Luego se echó bastante perfume, cogió su bolso y salió de su casa con la cabeza bien alta. Ni Laila ni nadie la iban a hacer sentir pequeña. Bastante había tenido con María, y debía sacar las garras si no quería ser pisoteada de nuevo por otra mujer. Eso pensaba mientras iba conduciendo hacia el hospital, pero fue abrir la puerta de su consulta, y otra vez comenzó a respirar agitadamente. El hecho de ver a Laila de nuevo y tener que tratarla después de que la joven hubiera cambiado de oncólogo, no la dejaba pensar con claridad, y aunque ella no quisiera, volvió a hacerse pequeña de nuevo.

Matices y colores (continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora